En la cima de la montaña: la primera experiencia laboral de Gastón Irigoyen, CEO de Pomelo, como instructor de esquí en USA
Cecilia Valleboni Forbes Staff
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El cofundador y CEO de la fintech Pomelo, Gastón Irigoyen, pasó todo un verano argentino (invierno estadounidense) en la montaña haciendo su primera experiencia profesional. Tenía 18 años, había terminado la secundaria y estaba estudiando Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés (UdeSA), cuando decidió trabajar como instructor de esquí en Bromley Mountain, un centro de esquí en Vermont, Estados Unidos. Su principal tarea consistía en enseñarles a esquiar a chicos de entre 4 y 12 años.
“Eran clases colectivas en las que estábamos siempre juntos, incluso a la hora del almuerzo. Generalmente eran principiantes, así que les enseñaba desde cero. Pero también tenía algunos avanzados, con los que hasta jugábamos carreras”, rememora el ejecutivo.
Su principal motivación era tener una primera experiencia laboral internacional, hablando inglés e interactuando con gente de diferentes partes del mundo. “Quería divertirme haciendo lo que más me gustaba porque había esquiado toda mi vida; hasta llegué a competir cuando estaba en secundaria”, se entusiasma. Su experiencia fue parte de un programa de Work and Travel. “Completé un formulario en el que expresé qué tipos de trabajos estaba dispuesto a aceptar y ellos se comprometían a enviarlo a varios empleadores. Creo que lo conseguí por haber esquiado toda mi vida e incluso haber competido. Tuve algunas entrevistas previas con el centro de esquí, pero fue un proceso relativamente simple”, destaca.
Irigoyen asegura que a nivel aprendizaje lo ayudó en tres instancias. Por un lado, lo ayudó a fortalecer su conocimiento técnico del esquí y le permitió entrar en contacto con personas de diversas nacionalidades y conocer distintas culturas. “Eso me abrió mucho la cabeza”, dice. Y añade: “Por último, aprendí la importancia de la experiencia del cliente: en Estados Unidos se pone mucho foco en los servicios; en el caso del centro de esquí, la intención era que los huéspedes tengan la mejor experiencia posible”, rememora.
Como anécdota, Irigoyen recuerda que por su pasión por el esquí estaba acostumbrado a hacerlo a un ritmo muy fuerte y al principio quería enseñarles a los chicos directamente desde la pista. “Me pasaba que luego de unas vueltas miraba para atrás y tenía que volver a asistir a los chicos que se caían”, admite. También, le pasó de dar clases a chicos que eran muy apasionados por el esquí y logró formar una gran relación con muchos de ellos, transformándose en su instructor de forma privada. “Eso me ayudó también porque tenía un ingreso mayor y me generó un gran prestigio dentro del centro de esquí. Incluso, al día de hoy, soy amigo de Parker, quien fue mi alumno en Vermont”, se entusiasma.