A menudo, se dice que los sueños son fugaces, que se desvanecen incluso antes de que podamos recordarlos al despertar. No obstante, Anne-Caroline Biancheri ha estado viviendo y cumpliendo un sueño durante los últimos 30 años. Allá por 1993, esta joven francesa llegó a Argentina para dar inicio a esa profunda aspiración.
Fue en Buenos Aires donde Anne-Caroline estableció la fundación de su editorial, Caviar Bleu. En sus propias palabras, en un principio no tenía intención de aventurarse hacia Mendoza. Sin embargo, ese mismo año, decidió abrir una segunda sede de Caviar Bleu en Santiago de Chile, y gradualmente se sintió atraída por la provincia.
"Mendoza surgió cuando publiqué el primer libro sobre Santiago de Chile. En ese momento, el entonces Secretario de Turismo de la provincia, Luis Rosales, me solicitó en nombre del Gobierno que realizáramos un libro similar para Mendoza", rememora.
Su compromiso con la creación de ese libro llevó a Anne-Caroline a instalarse en la tierra cuyana. Durante esos meses, conoció a quien más tarde se convertiría en el padre de sus hijos y tomó una decisión valiente al optar por quedarse en la provincia. "Estando aquí, comencé a gestar proyectos editoriales relacionados con la vitivinicultura y me di cuenta de todas las oportunidades que Mendoza ofrecía. En ese momento, en el ámbito editorial, todo se centraba en Buenos Aires, especialmente en lo que concierne a la vida cultural", reflexiona.
En esa época, tanto el plan empresarial como el familiar avanzaban y tuvo como objetivo comprar una finca en las afueras de Mendoza, para poder pasar los fines de semana allí con el primero de sus hijos. Fue clave en esta elección el reconocido enólogo Michel Rolland, amigo de su padre y quien, en ese entonces, estaba desarrollando un proyecto en Mendoza.
Cuando él venía a Argentina, yo lo recibía y él me empezó a hablar del potencial de Vista Flores. Así empecé a mirar y encontré una propiedad de la cual me enamoré. Al inicio tenía muy poco viñedo, un parral de dos hectáreas, pero tenía una vista espectacular a la Cordillera de Los Andes. En 1998, Anne-Caroline compró la propiedad que años más tarde se convertiría en Antucura y la bodega que, este 2023, celebra dos décadas haciendo vinos.
Historia de Anne bodeguera
Entre 2000 y 2005, plantaron 100 hectáreas con variedades tintas como Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot, Petit Verdot, Cabernet Franc, Sirah y Pinot Noir. Michel me dijo que con la calidad de uva que teníamos era una pena no estar haciendo vinos. Ahí surgió la idea. Pero yo le dije que sabía tomar vinos, no hacerlos, así que debía ayudarme en esa aventura.
Somos una bodega chica, Si hacés vinos baratos, tenés poco margen y, en Argentina, eso se evapora rápidamente
Desde el comienzo y hasta la actualidad, los vinos se hicieron en el galpón de la finca, que se fue transformando en una bodega y se amplió para sumar una sala de barricas adonde llegaron las visitas y los clientes que querían conocer el lugar.
Como no teníamos lugar para recibirlos, surgió la idea de armar el hotel. Una posada de lujo, con pocas habitaciones. Cada habitación tiene una decoración diferente y hay un gran espacio común donde uno puede tener su intimidad pero también compartir con otros. El hotel se creó y empezó a funcionar en 2005, revela Anne.
La calidad ante todo
En cuanto a los vinos, Antucura es reconocida por su calidad desde el comienzo, con el sello de Anne-Caroline acompañada por Rolland. Siempre apostamos por la calidad por dos motivos: primero porque a mí me encanta el vino; creo que el paladar, cuando empezaste a tomar mejor, por más de que no sepas demasiado de vinos, reconoce cuando un vino es bueno. Y uno hace algo que le guste. Segundo, porque es una bodega chica. Tenés que hacer calidad, porque si no los números no te dan. Si hacés vinos baratos, tenés poco margen y, en Argentina, eso se evapora rápidamente, sostiene.
Para lograrlo, ella destaca las ventajas que ofrece el terruño en el que se instaló Antucura, ya que el ingrediente para hacer grandes vinos que es la materia prima, ya lo tenés. Teniendo esta propiedad, en uno de los mejores terruños de Argentina, con el viñedo bien cuidado, dadas las condiciones, es muy difícil no hacer calidad. Después se puede hacer mayor calidad, menos calidad, pero siempre calidad, resume.
El otro aspecto fundamental tiene que ver con el tiempo y el conocimiento de lo que se está haciendo. Anne-Caroline asegura que cada año conocían mejor su terruño, descubrían nuevos datos del suelo y, sobre todo, podían comprobar cómo evolucionaba el vino con el tiempo, lo cual permite ir corrigiendo y mejorando.