Alquimista de perfume: El laboratorio Fueguia 1833 hace fragancias de lujo basadas en plantas autóctonas de la Patagonia, La Pampa, Amazonas y otras partes de Sudamérica que hasta ahora no habían sido utilizadas en el mundo de la perfumería.
Julián Bedel creció jugando en el taller de Montserrat de su papá Jacques, renombrado arquitecto y artista de la Nueva Figuración de los 60. Su casa siempre estuvo concurrida por artistas, músicos y escritores. El arte está en las venas de esta familia de origen francés: su tatarabuelo era escritor, su abuelo coleccionista, su hermano es artista plástico y su hermana, galerista.
Siguió los pasos de Jacques y aprendió pintura con el artista conceptual Víctor Grippo. De chico, no le interesaba el colegio. “A la secundaria, casi no fui, la di toda libre,” cuenta Julián en una entrevista telefónica desde Moscú, donde está por inaugurar una boutique de sus perfumes de lujo Fueguia 1833.
Continuó con estudios en música y luthería. “Siempre sigo la premisa de mi viejo que dice que el arte se labura tutti i giorni. No es inspiración, es trabajar todos los días en lo que sea”. Aparte de su amor por los pigmentos y las maderas, el artista de 38 años tuvo siempre fascinación por las plantas, gracias a sus largas estadías en su campo de Entre Ríos, donde hacía la poda de árboles todos los años junto a sus hermanos. Ya de grande, fundó una consultora dedicada a la creación de identidad de marcas. Entre sus clientes figuraron el Malba, el Teatro Colón, hoteles y bodegas. En esta época, se le ocurrió diseñar una identidad aromática para un bar del Colón.
La creación de la marca
Poco después, decidió crear la marca de perfumes Fueguia 1833 y le encargó la primera fragancia a un laboratorio de Francia. Pero el resultado lo decepcionó y, luego de visitar la fábrica, se dio cuenta de que el proceso de producción no era tan complejo. Si bien el desafío era grande, no le tuvo miedo a la química orgánica. “Encontré en la perfumería un medio en donde podía continuar componiendo pero en vez de con notas musicales o pigmentos, con moléculas”.
El nombre de la marca nació en honor a Fueguia Basket, una joven indígena de Tierra del Fuego que fue llevada por Robert Fitz Roy en 1830 a Inglaterra para que la conociera Charles Darwin. Tres años más tarde, volverían los tres a Sudamérica y, de ese viaje, nacería la teoría sobre el origen de las especies.
Bedel confiesa que no fue fácil tener la empresa en Argentina porque está muy lejos y es muy caro importar y exportar. Hace un año y medio, el perfumista ganó un premio a la innovación en Italia y poco después se fue a vivir a Milán. “Después de tener que usar el 60% del tiempo en resolver temas que no tenían nada que ver con mi quehacer, ahora tengo tiempo para el producto”, admite.
De Buenos Aires y Entre Ríos a Milán y Nueva York
Hoy, vive mitad del año en Milán, dividiendo su tiempo entre su laboratorio y su fábrica, y la otra en Nueva York, donde está por abrir otra boutique. “Fueguia es un éxito mundial no por el perfumista sino por los ingredientes”, dice Bedel, quien, desde que fundó su empresa en 2010, reinvirtió US$ 14 millones. Los perfumes son únicos porque se extraen los aromas de plantas autóctonas de la Patagonia, La Pampa, Amazonas y otras partes de Sudamérica que hasta ahora no habían sido utilizadas en el mundo de la perfumería.
Además, Fueguia se ocupa de todas las etapas de producción, desde la composición de los aromas hasta el embotellado, algo no habitual en este rubro. “Rompimos muchos paradigmas en la industria del perfume mundial”. Una parte de las fragancias se obtiene de una plantación propia de cinco hectáreas en Manantiales, Uruguay. Ahí también se encuentra Fueguia Botany, la rama de investigación medicinal de la empresa que cuenta con la primera máquina en Latinoamérica de destilación supercrítica de dióxido de carbono que costó más de US$ 1 millón.
Esta inversión se debe a que, a principios de 2017, empezará a comercializar en Uruguay activos medicinales derivados de las plantas del cannabis a laboratorios que producen remedios. El objetivo también es vender a otros países como Brasil o México. Hasta ahora, Bedel creó un total de 71 perfumes, con un valor promedio de ? 300. También tiene otros productos como velas, aceites, eau de toilette y difusores de perfumes. Sus boutiques están en Buenos Aires, Punta del Este, Milán, Tokio, Zürich y Taipei. Y, por US$ 100.000, Bedel compone fragancias custom-made en un proceso que dura seis meses. Hace poco, creó una para el príncipe de Japón, y actualmente está trabajando en otra para una princesa italiana.
EL perfume
Fueguia fabrica sus perfumes en pequeñas series de 400 botellas, de acuerdo a la disponibilidad de los ingredientes. Según Julián, sus creaciones aromáticas se integran a la piel, al olor del cuerpo, no lo cubren. “No tienen la nota sintética agresiva y metálica que tienen muchísimas fragancias porque están compuestas por ingredientes naturales”. Otra característica de sus productos es que no tienen origen animal, ni colorantes, ni otros ingredientes que usa la industria de perfumes tradicionalmente. “Nosotros somos la primera empresa en el mundo de perfumes 100% biodegradables”, dice orgulloso el alquimista.
Por si fuera poco, ahora está trabajando en una línea de joyería para 2017. “Fueguia es un marca de lifestyle y quiero llevar este concepto patagónico y natural de lujo limitado y sostenible a otros productos”, concluye.
Por Vera von Kreutzbruck