Su abuelo José, un inmigrante que llegó a la Argentina con la esperanza de encontrar oportunidades, creó en el Once hace más de 70 años un negocio del rubro textil y, sin dudas, fue para él un gran mentor. Pero, a pesar de haber aprendido en su temprana adolescencia a contar sábanas y haberse desarrollado en la firma familiar, hace 14 años decidió trazar su propio camino. En 2010, Uriel Sadrinas, que en estos años pasó de ser importador y comerciante a un industrial pyme, comenzó a colocar los pilares de Alav, la empresa dedicada a la fabricación de ropa de cama y baño dueña de la marca Love & Home, y con la que apuesta a seguir creciendo.
Recientemente, la compañía, que pasó de tener 15 empleados a más de 100 en menos de un lustro, anunció el regreso de la marca Cacharel a la Argentina para su línea de blanquería (sábanas, edredones, acolchados). La acción fue posible gracias a una alianza entre los dueños franceses e inversores locales de Alav, que se asociaron y decidieron que era un momento favorable para invertir. Los productos son fabricados en la planta de la compañía, de 12.000 metros cuadrados, radicada en la Zona Franca de General Pico, en la provincia de La Pampa.
Desde allí, con 5 máquinas de origen español que demandaron una inversión de unos US$ 2 millones, están saliendo las nuevas colecciones a diversos puntos del país donde se comercializa la marca. Vendemos muchísimo en Santa Fe, Córdoba, Mendoza, La Rioja, Catamarca, en La Pampa, donde está la empresa, obviamente Gran Buenos Aires, el primer y segundo cordón es nuestro principal cliente y los grandes mayoristas del Once, detalla Sadrinas. Pero los objetivos son aún más ambiciosos: Estamos intentando tratar de empezar abrir los mercados. La marca la tenemos para varios países de América Latina y se abre un nuevo horizonte de exportación, comparte Alberto Levy Mayo, empresario textil que históricamente estuvo vinculado a la marca durante más de 20 años y que también trajo la marca Dior a la Argentina en 1980.
El acuerdo que impulsó el regreso de Cacharel, dice Sadrinas, fue el cambio de política en Argentina. En octubre de 2023, comenzó a comunicarse con Levy Mayo. "Alberto estaba ya produciendo algunos artículos con nosotros, y cuando vio lo que producimos nos ofreció hacer algo con la marca. A Cacharel le mostramos toda la empresa tal como es, con maquinaria de última tecnología y el acolchado, por ejemplo, que hemos lanzado es hiper premium. Se entusiasmaron y quisieron hacerlo con nosotros, porque Cacharel es sinónimo de calidad, cuenta el empresario.
Fueron cuatro o cinco meses de negociaciones, de contratos y de cumplir con todo lo que exigían. Y, dentro de todo, fue rápido. Idas y vueltas, viajes de Alberto a París, y no hay mucho más que hablar del proceso en sí, agrega. El contrato se firmó en febrero y en marzo comenzaron a producir con la marca Cacharel en la planta de Alav en General Pico. Allí trabajan poco más de 100 personas, aunque Sabrinas destaca que hoy estaría necesitando 80 más para completar los tres turnos. Los resultados, en estos meses fueron mejores a los esperados: Cacharel ya está generando arriba de un 30% de la venta de Alav.
Actualmente, la compañía produce cada mes unos 25.000 acolchados, 20.000 juegos de sábanas y unas 15.000 frazadas marca Cacharel y planea duplicar esas cifras en 2025.
Asimismo, Sadrinas adelanta que están avanzando en el lanzamiento de Cacharel Home, con la idea de abrir sucursales bajo el modelo de franchising. Suponemos que en dos o tres meses estamos saliendo a la calle con las franquicias. Nuestra idea es que el franquiciante invierta en el local y nosotros lo llenaríamos de mercadería, dice.
La historia de Cacharel se remonta a 1958 cuando Jean Bousquet, tras convertirse en costurero, se mudó a París para lanzar un pequeño negocio de confección de pantalones para mujer. Unos años más tarde, llamó a su sociedad con el nombre del pájaro de Camargue: Jean Cacharel, obteniendo un año después, su primer éxito como diseñador cuando el fotógrafo Peter Knapp tomó una fotografía de su legendaria blusa rosa en crepe que pasaría, posteriormente, a aparecer en la portada de la revista Elle. Esta prenda, rebautizada por la prensa como Le Cacharel, se convertiría, desde ese momento, en la pieza emblemática de la casa. Tras décadas en el mercado, Cacharel se comercializa en múltiples canales multimarca y concept stores tanto en Francia como en otros países.
Sadrinas es optimista con el futuro del país. Esta inversión está hecha pensando en las próximas generaciones. Estamos apostando a nuestros hijos, a que continúen con esto y que en 40 o 50 años mis nietos hablen de mí como yo hablo de mi abuelo José, concluye.