Desde que asumió en junio de este año como presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Daniel Funes de Rioja sabía que no iba a ser posible mantener un perfil bajo y, en muchos casos, conciliador. Congelamiento de precios, prohibición de despido, doble indemnización, escasez de dólares, alta presión impositiva y leyes que alteran al sector de alimentos, como la Ley de Etiquetado Frontal y la de Envases, le confirmaron esa certeza. Ahora cree que el país está en un punto de inflexión en el que hay que reafirmar el capitalismo.
-Siempre habla de “las 3 C” como requisito básico: certidumbre, confianza y concertación. Estamos en problemas...
-Estoy convencido de que la Argentina necesita la conjunción de esas tres C. En primer lugar porque, independientemente de las incertidumbres argentinas de los últimos 50 años, la pandemia sumó otras, hay datos de incertidumbre global. Las tensiones entre las grandes potencias, el multilateralismo que aparece desdibujado. Aparece predicado pero no ejercido. Estamos en un unilateralismo forzado, que a los países de media talla como la Argentina no les conviene porque es mucho más débil negociando con superpotencias. En el sistema multilateral hay mayor posibilidad de equilibrio.
-El gobierno parece hoy preferir negociar con países de sesgo anticapitalista. ¿Está en discusión el capitalismo en la Argentina?
-Hay que reafirmarlo, no sé si es dentro de la sociedad que se discute. Pero claramente hay que reafirmarlo porque hay una percepción en sectores del mundo empresarial, sobre todo en el mundo inversor, para lo que la Argentina necesita convicción. Para el desarrollo sustentable que la Argentina necesita tiene que haber una convicción, y esa convicción hoy no está.
-¿En qué nota que falta?
-El respeto al rol de la iniciativa privada y el rol del sector privado en la economía. Si uno mira desde el producto la participación del gasto público, la presión fiscal o que en la última década ha crecido el empleo público y no creció el privado. Estos datos me llevan a pensar que es necesario que haya una indicación clara desde la macro de definiciones políticas en cuanto al rol de la iniciativa privada. Este dato es un dato de certidumbre que hace falta, particularmente para el inversor productivo.
-Aun así, hay una recuperación económica...
-El sistema productivo necesita un horizonte, más allá de sus avatares políticos, y crear un entorno favorable a la inversión y el empleo formal. Todo esto requiere un proceso de concertación, en el que incluyo a los trabajadores, la política y los empresarios, que deben asumir los compromisos que implica una transición para transformar una reactivación económica como la que se está produciendo ahora en un crecimiento sustentable, no en un simple espasmo de reacción económica y luego una nueva caída...
-¿Se ve algún atisbo de que algo de esto pueda ser posible?
-Estamos en un punto de inflexión. Si uno mira las economías desarrolladas de países industrializados, toda Europa de la segunda posguerra construyó un paradigma a partir de generar esas certidumbres con respecto al futuro. Generar las garantías de confianza para esa sociedad que se va a construir entre todos y no uno en perjuicio de otros. La política podrá tomar sus decisiones, los tiempos y las tácticas serán resortes de los gobiernos, pero en los lineamientos básicos tiene que haber una decisión no solamente del que gana un proceso electoral sino un fuerte respaldo, tanto del oficialismo como de la oposición.
-Cuando habla de un punto de inflexión, ¿es una mirada optimista o no necesariamente?
-No necesariamente. Tengo ojos optimistas pero en los puntos de inflexión usted puede tomar uno u otro rumbo, y lo que creo es que no es un rumbo que uno pueda decidir unilateralmente.
-¿Cómo está el diálogo con el Gobierno, si es que lo hay?
-Lo hay, no puedo decir que sea generalizado. Esto quiere decir que hay un punto de inflexión: la política de precios es un punto de inflexión, algunos proyectos legislativos son un punto de inflexión, el cepo laboral lo es, la política fiscal actual también. Uno puede llegar a aceptarla excepcionalmente, siempre que haya un horizonte de promoción, con incentivos a la formalización, pero que la presión fiscal sobre el sector formal sea más razonable. Tienen que estar visualizados como objetivos de una política.
-¿Ese gobierno con el que el año pasado podían dialogar para resolver problemas tiene la misma actitud o el cambio es rotundo?
-Si hay algo que cambió, es la política de precios. Tuvimos congelamiento durante el año pasado que no compartimos pero pudimos aceptar en la primera parte de la emergencia. Se lo fuimos planteando al Gobierno hasta que hubo un momento en que hubo que salir del congelamiento y seguir con los precios “cuidados”. Ahora evidentemente la línea de gobierno ha cambiado y eso ha implicado opiniones diversas.
-Como pocas veces, el rechazo fue público...
-No estamos de acuerdo ni vamos a estar de acuerdo con el congelamiento de precios. No somos la causa de la inflación, somos la consecuencia de la inflación. Entonces creemos que el problema es multicausal, macroeconómico, del cual somos parte pero no los responsables.
-Pero igual el congelamiento está vigente. ¿Cómo está funcionando?
-Hay diálogos empresa por empresa, ni siquiera es un congelamiento para todas las empresas. No hemos recibido ninguna información de desabastecimiento. Hay 14.500 empresas en la industria de la alimentación, las cuales el 95% son pymes, pero hay 280.000 a 300.000 puntos de venta. El supermercadismo es el 30/35% de las ventas, en el resto estamos muy esparcidos por todo el país, con lo cual el abastecimiento está funcionando y las empresas están cubriendo racionalmente.
-Tras el congelamiento de precios, se sancionó la Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos y ahora se discute la Ley de Envases. ¿Percibe una avanzada antiempresa?
-Diría que no han tenido en cuenta la opinión de quienes producen, que no solo son los que producen en la Argentina sino también los que exportan. La Argentina este año va a volver a tener el mismo nivel de exportaciones que en 2011, no por la cantidad sino por el aumento de los precios internacionales. Es la industria más relevante de la exportación de valor agregado de empleo, y sin embargo estas leyes se adoptan sin participación del sector.
-La industria se recupera hoy por encima del resto de la economía, pero hay dificultades en el acceso a las divisas para seguir creciendo. ¿Qué vislumbra?
-Tenemos en este momento un diálogo fluido con el Banco Central y con el Ministerio de Desarrollo Productivo para evitar el daño que significan las restricción de divisas. Hasta ahora hay un efecto de amortiguación en la visión de corto plazo. Hay que buscar otro tipo de medidas que garanticen esto. Argentina exporta US$ 75.000 millones, con metas que todos coincidimos podríamos ir a los US$ 90.000/100.000 millones, que es lo que necesita el país. Crecer en exportación para tener divisas y, por otro lado, administrar eficientemente las que tenemos.
-Hasta hace pocos años, el mayor reclamo de la industria eran las tasas de interés por las nubes. ¿Cuál es hoy, de todo el menú de dificultades, el reclamo prioritario?
-Desde el punto de vista productivo, no tengo la menor duda de que necesitamos una política tributaria razonable que aliente la inversión productiva. A partir de ahí se puede hablar de crecimiento. En materia laboral, los costos laborales no salariales son importantes y algunos sistemas perversos de multas que incentivan la industria del juicio y lo que hacen es desalentar sobre todo a las pymes a contratar.
-Parece un debate menos urgente pero avanza en el Mercosur la presión por una mayor apertura. ¿Cuánto puede resistirse la Argentina, o es solo ganar tiempo?
-Si tenemos triple cepo laboral, si tenemos una presión fiscal altísima, si no tenemos los incentivos que tienen los países con los que competimos para exportar, si tenemos problemas de conectividad e infraestructura, no es que seamos proteccionistas. Pero no vamos a desproteger lo que tiene que ser protegido. Acá no es solo que uno tenga que hacer las cosas bien puertas adentro de la fábrica; puertas adentro hay mucha posibilidad de competitividad, pero, si no puede comprar maquinarias para aggiornarlas porque no hay crédito externo o porque hay restricciones en función de la situación que tiene la Argentina, es evidente que no estamos en condiciones de salir a una apertura indiscriminada.