“Cultura de la influencia” es el término que utiliza Tomás Balmaceda, filósofo y comunicador conocido también como Capitán Intriga, para referirse a este fenómeno que se da hoy. “Cuando aparece la noción de influencers, en sintonía con el término de creador de contenido, era peyorativo. A partir de la irrupción de lo digital en nuestras vidas nuestra identidad cambió. La cultura de la influencia, tomar las riendas de la narrativa y crear contenidos con un storytelling propio, fue permeando un montón”.  

La historiadora Agostina Gentili y el director audiovisual Teodoro Ciampagna estudiaron el fenómeno para su libro “Agarrá la pala: el verdadero trabajo del youtuber”, con el foco de estudiar la creación de contenidos para esta plataforma. “Queríamos mostrar que no eran 'tontitos' con una cámara, sino creadores de contenido que son muy trabajadores”, explican. Y destacan también el gran trabajo de colaboración e interacción de los creadores, tanto entre ellos como con su comunidad y audiencia.  

Uno de los puntos del debate también es la regulación de este trabajo y qué y cómo se transmiten los mensajes. “Tiene que haber una responsabilidad. ¿Cuál es el código de ética de un influencer? Por ejemplo, a la hora de hablar de una bebida alcohólica o un alimento. En otras partes del mundo, como en Estados Unidos, los influencers tienen una responsabilidad”, plantea Balmaceda. “Hay que encontrar las buenas prácticas”.