Dentro de la industria teatral y cultural argentina, Maximiliano Córdoba se presenta desde hace años como un hacedor incansable. Sus primeros pasos en el medio fueron nada más ni nada menos que de la mano de Alejandro Romay, ocupando el rol de asistente de producción en sus fastuosos espectáculos. Esto le permitió formar parte de los musicales más importantes realizados en nuestro país, donde adquirió muchísima experiencia.
En 2011 comenzó a trabajar con Javier Faroni, donde pudo desempeñarse como productor y como coordinador de producción. A su cargo tuvo decenas de obras de texto y de comedias musicales, pero el salto lo dio en 2014, cuando tomó la decisión de expandirse a nivel internacional. Fue el director de programación y producción asociado a Héctor Cavallero en el emblemático Teatro Guaraní, de Asunción del Paraguay, donde se presentó con obras como Barbierísima, Smail, La Cátedra del macho, Despedida de soltero, Los puentes de Madison; entre otras.
En 2017 fundó junto Alberto Raimundo la productora Circus Entertainment Group, y en 2019 se asoció con el productor musical Roberto Pumar para juntos crear la versión teatral de La granja de Zenón. Este producto le permitió expandirse a más de 22 países de América Latina y Europa. Hoy sus diferentes representaciones, Exacto, Gran Gallo y En Busca del Arcoíris; son un éxito a nivel nacional e internacional.
En marzo del 2020, con el devenir de la pandemia, la industria del espectáculo sufrió un golpe devastador que alarmó a todos. Cerrar los teatros durante tanto tiempo fue una grave consecuencia que paralizó al mundo del entretenimiento. Pese a todo, el teatro logró sobrevivir.
Tanto productores como artistas, tras varios meses de incertidumbre total, aunaron fuerzas y se reactivaron de a poco, aunque en modo virtual. Surgieron las funciones vía streaming, plataformas que permitían ver obras grabadas, y la llamada gorra virtual, una forma de contribución monetaria que es un aporte voluntario de dinero que luego se reparte entre la obra y la sala. Hoy en día, todo eso quedó atrás.
¿Qué aprendiste de tu experiencia siendo asistente de producción de los espectáculos de Romay?
Los años que trabajé en los musicales de Alejandro Romay, para mí fueron un sueño cumplido. Siempre fui un gran admirador de su trabajo. Eran producciones de primer nivel. Mi mayor aprendizaje fue que todo con pasión y esfuerzo se logra; el compañerismo y el respeto al otro son la clave en cualquier profesión.
Alejandro era muy generoso y amaba el teatro, a los actores y eso se notaba en los espectáculos porque estaba en todos los detalles. Sus producciones siempre engalanaban la calle Corrientes. Yo tuve la gloria de trabajar en musicales de gran envergadura como Mi bella Dama, El violinista en el tejado, El hombre de Mancha, Jazz-Swing-Tap, Aplausos y Zorba, el griego que fueron protagonizados por grandes artistas de nuestro país, de quienes también aprendí mucho. Todos los que tuvimos la suerte de trabajar al lado de Romay, aprendimos a amar a esta maravillosa profesión.
¿Se puede disfrutar cuando la presión es muy grande?
Sí. A mí me genera mucha adrenalina, si tenés un mes para preproducir sentís que no llegás a estrenar, ahora si tenés tres meses también sentís que no llegás. Nunca es suficiente. Pero todo el esfuerzo vale la pena. La sensación de cuándo se levanta el telón por primera vez es extraordinaria. No se parece a nada. Esos quince segundos son solo míos y hacen que uno se olvide de todas las presiones y que todo tenga sentido
¿Qué fue lo que más te llamó la atención de la industria en tus comienzos?
La variedad y la posibilidad de crecimiento que daba cada sector. Vi una oportunidad para explorar. Sentí que podía aportar algo dentro del mundo del teatro.
¿Cambió en algo la industria del entretenimiento a lo largo de los años?
Cambiaron muchas cosas: el enfoque de las obras, de los textos, la publicidad. Eso se debe a que el espectador cambió, por ende los caminos para entretener o comunicar tuvieron que ir mutando a la par de lo que pasa en la sociedad. Y no lo veo como algo malo, sino al contrario. Te mantiene en estado creativo constantemente.
¿Creés que el negocio del entretenimiento ya se ha logrado recuperar del golpe de la pandemia?
La pandemia fue un golpe muy duro para la industria del entretenimiento. Sobre todo teniendo en cuenta que Buenos Aires es una de las capitales teatrales más importantes del mundo. Creo que estamos volviendo de a poco. Si bien es difícil cuantificar las pérdidas, me gusta tener una mirada positiva sobre el tema. La gente está ávida de consumir teatro, de eso no hay dudas. Siempre fue así por eso no me sorprende que la gente responda de manera favorable. Sin ir más lejos en estas vacaciones de invierno crecimos un 5% más que en comparación con la cantidad de espectadores de la temporada del 2019. Este año nuestras ventas crecieron un 38%.
¿Qué tan difícil es producir en la Argentina?
Producir en realidad después de la pandemia es complicado en el mundo, pero sobre todo en nuestro país. La inflación va tan rápido que arrancás con punto de equívoco, planificando una posible rentabilidad y en tres meses de temporada haces los números y esa proyección bajó un 40%, las variables no se las podés sumar al espectador y eso genera que sea cada vez más difícil planificar la rentabilidad de la misma.
¿Cuánto cuesta en términos económicos y qué hay que tener en cuenta?
Producir un espectáculo en calle Corrientes de calidad, con un número medio de compañía (6 actores categoría A) más rider, escenografía, vestuario, creativos y publicidad, ronda los $30.000.000.
Hay que tener muy claros los números antes de producir, saber cuál va ser nuestro punto de equilibrio, a qué público estamos apuntando para poder planificar y realizar una buena campaña publicitaria es clave para que el público acompañe. Pese a todo lo que se pueda prever, el teatro siempre es una ruleta.
Obviamente nunca hay que olvidarse de que es un negocio y necesita rentabilidad. Por eso me parece fundamental apostar al contenido, a tener un equipo sólido para que el proyecto funcione y se sustente. La calidad del proyecto debe satisfacer al espectador y superar sus expectativas. Debe irse contento y satisfecho de haber pagado una entrada. Ese es el mayor desafío: hacer que la rueda funcione.
¿Por qué decidís seguir apostando acá?
Gracias a mi profesión tuve la oportunidad de viajar mucho, producir y coproducir en varios países como México y España entre otros, y puedo decirte que a pesar de las constantes crisis económicas, Argentina es unos de los mejores lugares del mundo para producir teatro, cine, televisión etc, por la calidad de sus artistas, creativos, técnicos, guionistas y la lista podría ser interminable. Somos soñadores, sensibles, prácticos y resolutivos. E
n este momento me encuentro produciendo varios proyectos con gente muy creativa y eso hace que uno quiera seguir apostando en nuestro país. Regreso en Patagonia, por ejemplo, es un proyecto muy ambicioso en el que me encuentro trabajando en la actualidad. Lo protagonizan Fernando Dente, Franco Masini y Nahuel Pennisi con dirección de Sebastián Irigo y los mejores creativos en cada área y eso es un placer absoluto. Estrenamos en septiembre en el Metropolitan Sura.
Poder producir un musical con gente que sabe hacerlo le da el sello de garantía que el espectador necesita. Claro que no es el único factor para asegurar el éxito, pero si confiar en el producto que uno ofrece y sentir orgullo por eso, es el éxito en sí mismo.
La semana pasada viajé a México para asociarme con el productor teatral Morris Gilbert (Ocesa) y comenzar a trabajar en la preproduccion de una comedia de Emilio Carballido que es furor allá. Esta obra la tenemos pensada para enero del año próximo y llegará a la Argentina bajo el titulo de: Socias una version adaptada por la dupla de Jorge Maestro y Sergio Vainmann con la direccion de la reconocida Lia Jelin, es un proyecto que me tiene muy entusiasmado y confío plenamente en el equipo. Eso me motiva siempre a seguir apostando en nuevos y mejores proyectos.