La Escuela Técnica Roberto Rocca, impulsada por Tenaris, establece parámetros exigentes para la educación media orientados a las necesidades empresariales, sin descuidar la igualdad de oportunidades y las mejoras para la comunidad.
A fines de 2019, la apuesta de Tenaris por generar educación técnica de excelencia e impactar en la comunidad tendrá sus primeros frutos tangibles. La Escuela Técnica Roberto Rocca (ETRR), fundada por la empresa hace seis años en Campana, generará su primera promoción con 50 egresados en las especialidades en electrónica y electromecánica. Con un sistema de ingreso exigente, que a la vez brinda oportunidades a chicos de diversa extracción socioeconómica, el proyecto de educación secundaria de Tenaris provee habilidades que exige el mundo empresarial gracias al aprendizaje en base a proyectos y el foco puesto en resultados.
Donde hay una planta industrial tiene que haber una comunidad que crezca junto con ella. Esa fue siempre la visión de largo plazo de la familia Rocca. El impacto de esta escuela no se limita a 50 egresados por año sino que se extiende mucho más allá. Por eso tenemos un contacto muy cercano con todas las escuelas secundarias de Campana, explica Ludovico Grillo, director de la institución en la que Tenaris lleva invertidos US$ 40 millones desde 2013.
El 100% de los estudiantes, en su mayoría de Campana y sus alrededores, recibe becas otorgadas en base a la situación económica de sus familias. El curso de ingreso dura 13 semanas y, además de seleccionar a los futuros alumnos, sirve como capacitación para chicos de otras 20 escuelas de la zona. El criterio de selección incluye una proporción equitativa de distintos niveles sociales, apuntando a la igualdad de oportunidades. También se busca encontrar en los 300 aspirantes que se presentan cada año, más allá de las buenas calificaciones, el gen técnico que indique una vocación definida. La Escuela formalizó además un convenio con el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) para facilitar el ingreso a esa universidad durante el último año del secundario.
Un rasgo distintivo de la Escuela es el aprendizaje en base a proyectos, orientado a que los alumnos propongan soluciones para resolver problemas concretos. Cada proyecto integra dos o más materias, con enfoque interdisciplinario. Así, la tecnología se traduce en que los alumnos de sexto año trabajen en el diseño y la construcción de un auto ecológico o que otros cursos lleven adelante la fabricación de un videojuego utilizando impresión en 3D o la utilización de la nanotecnología en el campo de la salud.
Recorrer la ETRR permite encontrar talleres con equipamiento de avanzada, aulas con conectividad y una notebook por alumno, un anfiteatro para 500 personas donde se desarrolla el Club TED-Ed, en el que los chicos son convocados para detectar sus pasiones y aprender a expresarlas en público. También es una oportunidad para encontrar adolescentes preocupados porque la tecnología ayude a mejorar la sociedad en que viven, con la impresión 3D o la programación como tópicos naturales de conversación.
Si bien la escuela tiene como norte la empleabilidad de los jóvenes y la satisfacción de las demandas de la industria, Grillo aclara que la escuela no es un semillero para generar recursos humanos para la compañía: Hacer funcionar esta Escuela solamente para reclutar empleados sería demasiado caro y poco estratégico. El perfil de quienes egresan no es para ser operario. Y además fomentamos que vayan a la universidad. La visión es mucho más amplia.
Acorde a los tiempos, la ETRR apunta a tener un alumnado equilibrado en cuanto a género. De los 420 estudiantes de la Escuela, solo un 18% son mujeres aunque ese porcentaje crece al 37% en primer año, por lo que la entidad apunta generar egresados sin distinción de género. El argumento de que estas carreras requieren mayor fuerza física y que debido a eso convoca sólo a varones quedó en el tiempo, la tecnología lo pasó por encima. Siempre hay alguna herramienta que ayuda a compensar una eventual diferencia física, concluye Grillo.