Florencia Radici Forbes Staff
Con más de 20 años de experiencia en la creación y gestión de empresas tecnológicas, en 2013, Matías Peire inició un proceso de investigación para desarrollar un modelo que vincule la ciencia con el venture capital. Tras tres años de intenso trabajo, cofundó Gridx en 2016, un fondo de inversión con modelo de company builder especializado en biotecnología que, año a año, selecciona unos 20 proyectos científicos y otros 20 perfiles de negocios para que empiecen a trabajar juntos. Luego, ambos perfiles operan en un programa de tres meses donde se articulan los equipos que comandan la nueva empresa. Así, Gridx se convierte en uno de los primeros inversores de esos proyectos (en general, con US$ 250.000) y, una vez que se expanden, también ayudan a buscar más capital. Por ejemplo, en abril realizó un roadshow internacional para presentar a 21 startups en Tulsa, Nueva York y San Francisco.
Hoy, Gridx tiene un portfolio de 81 startups en la región, cuyos equipos de emprendedores provienen de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México y Uruguay. Las inversiones, hasta ahora, se hicieron en el marco de dos fondos: el primero, que empezó en 2017 y se consolidó en 2018, fue de US$ 11 millones. El segundo empezó en 2022, es de US$ 30 millones y se está ejecutando. El próximo paso será, en el segundo semestre del año, iniciar el proceso para el tercer fondo, que se lanzaría en 2026.
¿Qué tipo de perfiles y proyectos buscan?
Lo que nos atraviesa es que indagamos en el sistema científico latinoamericano. Donde más expertise tenemos es en proyectos relacionados a la biotecnología o a las ciencias de la vida. A priori, no solemos enfocarnos en terapéuticos dentro de la biotecnología, que es una industria muy particular. Dentro de ese universo biotecnológico de nueva generación hay diferentes dominios, donde incluimos la salud (con más foco en diagnóstico o medicina personalizada, fertilidad, microbiota), agro, alimentos, nuevos ingredientes, reemplazo de agroquímicos, plant based o proteínas alternativas, entre otros, y el vertical de las tecnologías fundamentales para el crecimiento de la industria biotecnológica, como tecnologías de fermentación, procesamiento de datos bioinformáticos, secuenciación genómica.
¿El foco es regional?
Nosotros buscamos la originación de los proyectos, buscar el talento científico que después los ayudamos a juntarse con un talento emprendedor para finalmente crear las compañías. Ese sourcing lo hacemos en Latinoamérica, pero con la visión de crear compañías globales, porque en general ese conocimiento científico va a proponer tecnologías de frontera, muy innovadoras, a las que no le van a alcanzar con los mercados regionales para poder convencer a los inversores. Entonces, desde un comienzo, por diseño, estas compañías se tienen que pensar para competir a nivel global. Pero sí claramente tenemos una mirada regional y una presencia regional muy fuerte.
¿Cuáles son los desafíos y oportunidades?
Hay hacia adelante y hacia atrás. Hacia atrás, tiene que ver con el proceso de relacionamiento de estas nuevas empresas con el sistema científico. Todo esto surge de los sistemas científicos de la región, que inicialmente fueron financiados en su gran mayoría por fondos públicos en universidades y en institutos de investigación. Desde esa base se construye la oportunidad del talento. Eso después genera la iniciativa de estos científicos de querer crear sus compañías. Cuando salen del sistema científico hay un montón de oportunidades para hacer más fluido ese proceso de cómo se revinculan con esas instituciones, cómo obtienen licencias de las tecnologías, cómo comparten o licencia propiedad intelectual. Hay un camino de transferencia tecnológica que es necesario mejorar para que esto se acelere, se naturalice y fluya más. Después, hay necesidades operativas, como la agilidad para disponer de insumos críticos. Estas compañías hacen investigación y desarrollo de alta intensidad y profundidad en términos científicos, necesitan insumos críticos y muchas veces estar en los países latinoamericanos hace que esos procesos sean largos y caros, porque no tenemos dinámicas de importaciones estratégicas y específicas. Y, tercero, los sistemas regulatorios de la región tanto en temas de salud como en agro y alimentos no tienen experiencia en este proceso de desregular nuevas tecnologías que no se han desarrollado en ninguna parte del mundo. Quien lo haga bien en Latinoamérica va a tener la posibilidad de atraer proyectos hacia su país y darle facilidades.
¿Y hacia adelante?
Cómo se financian estos proyectos. Nosotros invertimos ese cheque inicial de US$ 250.000 y después tenemos capacidad de seguir invirtiendo, pero necesitamos que otros inversores se sumen en ese proceso. Tenemos dificultad porque no hay inversores en la cantidad suficiente en América Latina especializados en ese tipo de inversiones. Por ejemplo, ahora estoy en Tulsa, Oklahoma, en un proceso para abrir puertas con inversores globales. El desafío hacia adelante es cómo generamos mejores puentes hacia EE.UU., Europa y Asia. Estas son compañías que van a necesitar 5, 6 o 7 años de etapa de I+D para cumplir su promesa científica de llegar al mercado. Y la oportunidad que tenemos en la región tiene que ver principalmente con el talento disponible, no tiene sentido que tengamos la cantidad de empresas biotecnológicas que tenemos cruzado con la cantidad de científicos: hay 200.000 investigadores en ciencias de la vida en la región y casi que no hay compañías. Nuestro portfolio de 81 empresas es el más grande por lejos y es ridículo, es muy chico. Hoy para un científico pensar que va a satisfacer su deseo de hacer I+D fuera de la academia es casi una utopía. Está empezando a pasar, en las empresas del porfolio de Gridx hay 700 científicos trabajando.
El puente entre el trabajo académico y que eso se transforme en un negocio tangible...
Nos gusta también agregar la oportunidad de la biodiversidad de la región. En general se trata a la biodiversidad como un activo que necesitamos conservar por los equilibrios ecosistémicos que representa. Y obviamente estamos a favor de eso, tenemos que conservar la naturaleza porque eso nos permite la vida en este planeta, pero hay un elemento que nos parece super atractivo y potente para que se generen los incentivos para proteger esa biodiversidad: que contiene una información muy valiosa en cuanto a la naturaleza resolviendo diferentes cuestiones. Para que se den una idea, de nuestras 81 empresas, hay más de 20 que usan la biodiversidad de nuestra región para generar propuestas concretas de valor en el agro, los alimentos o en la salud. Pero esa diversidad que tiene la región nos permite también pensar en una biodiversidad con un potencial de información para generar las soluciones a futuro que es muy grande.
A Argentina, dentro del mapa regional, ¿la ves con estos mismos desafíos?
Es bastante parecido. Nosotros empezamos en Argentina y eso hizo que Argentina por ahí esté un poquito más adelantada en el desarrollo del ecosistema de empresas de biotecnología. De las 80 empresas de nuestro portfolio, unas 50 son de Argentina, entonces tiene un peso mayor en la región y eso es una ventaja y una oportunidad grande. Argentina también tiene la mayor densidad de investigadores por millón de habitantes y eso es fundamental que se mantenga y se siga sosteniendo, porque nada de esto va a ocurrir si no alimentamos la base de la pirámide que es ese conocimiento básico, ese conocimiento impulsado por la curiosidad de personas que dediquen su vida a querer expandir las fronteras del conocimiento. Y desde ahí nosotros trabajamos, desde esa base, de ese conjunto de ciencia que generalmente tiene un apoyo estatal acá y en cualquier parte del mundo para que ocurra.
¿Cómo está hoy el mapa global de inversiones, teniendo en cuenta la baja en la disponibilidad de fondos?
Los últimos tres años fueron super duros. Con toda la volatilidad que está generando la llegada de Trump, si había algún indicio de recuperación, se aplacó, porque están todos esperando a ver cómo se termina de acomodar el mundo para ver cómo van a invertir. Pero lo que sí vemos es que lo que sale de Latinoamérica y de nuestro proceso y va a competir a ese mundo es super relevante y competitivo, estamos a la altura de jugar en ese juego. Y las soluciones que están desarrollando estas empresas son muy necesarias en un proceso de transición de la humanidad y donde se tiene que repensar la forma en que producimos en todas las industrias. Tarde o temprano, esto va a acelerar su demanda y va a crecer el interés en este tipo de tecnologías. Mientras tanto, debemos construir con esa visión de calidad, de capacidad de competir en el mundo. Es una ventaja también de los founders latinoamericanos: encuentran resiliencia y capacidad de adaptación, y pueden hacer mucho con poco. Hay que encontrar la forma de subsistir en este proceso porque los que lo logren van a tener grandes ventajas en los próximos años.