Los bares temáticos brindan un concepto y tema de diversión que transportan a sus clientes a diversos mundos y tiempos. Su temática es ilimitada: pueden ser establecimientos inspirados en películas, videojuegos, libros, deportes y hasta de bandas musicales y, a lo largo y ancho de la Argentina, existen ejemplos de casi todas esas posibilidades.  

Más de un experto, los definió como toda una aventura donde el único límite es la creatividad. Gracias a esa cualidad, algunos son completamente de hielo, otros en lugar de sillas cuentan con inodoros, está el “Star Wars Cantina” en Los Ángeles y el “Bar Luce” del director Wes Anderson en Milán. Sin lugar a dudas, este estilo de locales son todo un universo que ya se convirtieron en una tendencia mundial. 

Hoy por hoy, el público está enfocado hacia la innovación. Por ello, son más exigentes al seleccionar un lugar de esparcimiento. En consecuencia no se fijan solo en sus precios. Buscan además experiencias únicas para compartir con amigos, familia y gente por conocer. Por este motivo estos bares deben ir más allá de ofrecer unas copas. 

“En un mundo como el actual, tan tecnificado, no cabe duda que estos establecimientos lúdicos contribuyen y mejoran la calidad del ocio”, remarca Guillermo Ocampos, socio fundador de Together Business Consulting.  

En el siglo XX surgieron los primeros bares temáticos. “Esta tendencia comienza en los años 70, en Europa. Va variando sus características y llega alrededor de la década del 90 a la Argentina”, explica Analía Brarda, directora de la Facultad de Turismos y Hospitalidad de la Universidad Abierta Interamericana (UAI) sede Rosario. 

A medida que se popularizan, abren el "Hard Rock Cafe" (1971) en Londres, o el "Cheers" (Boston), inmortalizado en la serie de televisión homónima de 1982. Asimismo, el “Café des Deux Moulins”, en Montmartre (París), entra en este rubro gracias a la película “Amelie” (2001).

Engagement  

De cierta forma, estos bares revolucionaron la industria de la hospitalidad. Esto responde a que brindan una experiencia más allá de tomar o comer algo. El entretenimiento es su componente vital. El lugar en sí, las actividades especiales, las noches temáticas le generan engagement.  

En ese contexto, se puede armar una empresa en torno de los juegos de mesa. “Este modelo de negocio es muy común en Europa. No es una idea original, si poco explotada en Argentina”, afirma Gabriel Fuchs, más conocido como @eldelosjuegos en Instagram. Sucede lo mismo con los videojuegos, los deportes o las obras literarias. 

Los bares temáticos apuntan a un nicho de público específico; es decir, a individuos con un interés en común. “En Rosario, contamos con el Beatmemo. Su dueño posee una colección importante de The Beatles. Ambientó su local en función a ese grupo musical. Sus asistentes principales son los seguidores de esa banda. Otra persona a quien trabajaba con realidad virtual y le gustaban las carreras de autos abrió el Autódromo Virtual Rosario. Ambos funcionan porque ofrecen una experiencia distinta para determinada gente. En lo diferente está su atractivo”, agrega la directora de UAI.

Según los expertos, estos establecimientos poseen la capacidad de generar lealtad. Y, principalmente, se difunden por el “boca a boca”. “Tras la mudanza y la apertura del negocio, muchos empresarios del rubro gastronómico, quienes conocían el viejo inmueble, se nos acercaron para comprarnos la franquicia. Por eso, estamos desarrollando el plan y la consultoría para venderlas. Al mismo tiempo abriremos otra sede. Volvemos a Palermo”, apunta Julián Mizrahi, propietario, junto a Fernando Suarez, de Jobs.

Para el antropólogo social y empresario gastronómico español Sergio Gil, estos bares  garantizan la sociabilización. De acuerdo a su óptica, es un lugar horizontal de relacionamiento asegurado. “Eso sucede porque lo motiva la propia oferta. Si te gustan los Beatles, el bar está decorado con una colección de objetos de los Beatles, te pasan sus covers, los platos están también decorados con esa temática, los visitantes - quienes son mayoritariamente funs de esa banda- tienen cosas en común para charlar y compartir”, puntualiza Analía Brarda.  

Relacionamiento

En líneas generales, estos locales son espacios sociales. Este hecho se potencia cuando proporcionan una experiencia especial. “Durante la pandemia, compramos el fondo de comercio y un modelo exitoso durante 30 años. No conocíamos nada del rubro ni de la gastronomía. Sabíamos, sin embargo, que era una oportunidad única. Contaba ya con muchos habitués. Además, la propuesta de platos era simple y manejable”, comenta el socio de Jobs.           

En sus tres décadas de historia, ese bar temático conformó una comunidad. Gracias a esto, para su reapertura - anunciada solo dos días antes por redes sociales- había 550 personas esperando en la puerta. “No entraron todas. Ahí nos dimos cuenta de la magnitud del emprendimiento. Curiosamente, siendo el inmueble la mitad del original, la cantidad de concurrentes se mantiene constante. La rotación de los fines de semana es constante de 1.200 personas”, añade.

Sin hacer publicidad, reciben alrededor de 10.000 clientes al mes. Se quedan jugando un promedio de 5 horas ininterrumpidas en torno a un tablero de juego y una mesa.

“Sin duda, las comunidades ayudan a su éxito. Generan el ambiente. En nuestro caso, la armamos por las redes sociales antes de abrir el primer establecimiento. Incluso, cuentan ya con un grupo de Telegram muy activo”, declara Fuchs, ex-socio del bar La Board Game House. 

Muchos celebran, por ejemplo, su cumpleaños en ellos. Todo el bar les canta el Feliz cumpleaños. En muchos casos, las mesas se comparten a propósito. Las diseñaron largas para que la gente se interrelacione.

“Compartir esas experiencias es una forma distinta de empezar a relacionarse y bajar un cambio. Las generaciones más jóvenes están frente a una consola y hacen siete cosas a la vez. Muy distinto es sentarse en una mesa con un juego físico al que se debe prestar atención y a una velocidad más lenta”, marca Ocampos.

Crear uno de estos bares es mucho más que elegir un argumento y decorar el espacio de acuerdo a él. Más bien, es un proceso creativo y de diseño donde cada detalle cuenta. Cada cosa debe estar alineada con la temática elegida, y esto va desde la iluminación hasta el menú.

Ambientes lúdicos
 

“Estamos trabajando en nuestro nuevo local en Palermo. Nos ocupamos en la selección de las sillas, que sean confortables y acolchadas para que la gente pueda pasar cómodamente 6 horas jugando, de las mesas más grandes para desplegar tanto el juego como la comida; la luz muy amigable para poder ver las letras chiquitas de los reglamentos del entretenimiento y de la carta. En la decoración pusimos objetos fuera de escala como dados para que se sienta un espacio lúdico”, comenta Gabriel el de los juegos. 

La ambientación es crucial. En mayor o menor medida, ella “invita” a una experiencia distinta. Entonces, debe ser única y memorable.

“Todo en nuestro bar fue mudado del edificio original. El cliente de muchos años nos dice: 'Es el fantasma vivo del otro negocio. Es casi mágico, como que nunca lo mudaron'”, revela Mizrahi.

Por lo común, se suele relacionar a los bares con lo gastronómico. Este caso no escapa a la generalidad. No obstante, está asociado a la estética y tema del lugar. Cumple, por eso, un papel importante en la experiencia. Se debe alinear el menú de bebidas y comidas a la temática. Incluso, deben plasmarla en su presentación y nombres. 

“Los juegos serán nuestros protagonistas. Desde la ludoteca expandida por su pared principal hasta los emplatados. Nuestros platos no solo tendrán nombre relacionados con el tema sino hasta se plasmarán en la presentación de los postres creados para nosotros por reposteros del Hotel Alvear”,  desvela Fuchs.

Por otra parte, la selección del personal adecuado es fundamental. En sus manos está la responsabilidad de ofrecer una experiencia memorable y personalizada.

“En nuestro caso serán como 'sommeliers'. Deben escuchar a los clientes, preguntarles qué les gusta, qué juegan habitualmente; deben 'leer la mesa' y después alcanzarles dos o tres opciones para que elijan”, señala Fuchs.  

En estos casos es común que el equipo de trabajo se forme con parroquianos. Inclusive, algunos se acercan a consultar si existe alguna vacante laboral. 

Más que vender

“No son solo empleados que están ahí para atender o vender un juego. Están para ayudar al visitante a vivir una experiencia distinta. Además, para mi generación, por ejemplo, los Beatles es algo normal. Pero muchos jóvenes no saben quienes fueron y mucho menos que significó toda esa movida”,  destaca Ocampos, de Together Business Consulting. 

Entonces, es recomendable que el staff cuente con habilidades sociales y comunicativas para la interacción con todas las edades. Asimismo, evaluar su capacidad para crear un ambiente acogedor y propicio para la interrelación.   

Estas personas deben ofrecer soluciones personalizadas y fomentar la interacción. “Por lo tanto, debe poseer capacidades didácticas, empatía, saber relacionarse y comprender las diferencias culturales. Haber desarrollado sus habilidades blandas porque cuando te vas de estos bares te llevas el recuerdo de la experiencia vivida”, añade Ocampos.

La actividad principal en estos negocios se complementa con dos actividades conexas. Una son los eventos dentro del local y en lugares externos. Estos pueden ser desde retos hasta visitas de creadores de juegos. “Muchas empresas presentan sus nuevos productos en nuestros establecimientos. Organizamos también torneos que pueden ser desde de truco hasta tiro con arco y flecha”, indica el propietario de Jobs. 

La venta de juegos es otra rama del negocio. Inclusive, algunos poseen zonas especiales para ello. Muchas personas concurren a los bares para “probar” el juego y si les gusta, lo compran. 

El capital inicial de estos emprendimientos está supeditado a la imaginación. En cierto modo, la creatividad se adecua al presupuesto. Por ejemplo, muchos se armaron con materiales reciclados. Siempre, lo importante es innovar para diferenciarse. Así, se puede iniciar con una inversión de entre 30.000 y 40.000 dólares. 

“Es importante recordar que la gente formada cuenta con más posibilidades de evaluar un proyecto de este tipo. No pasa tanto cuando a una persona le sobra dinero y decide abrir un bar. Es necesario sostener el negocio en el tiempo. Eso demanda conocimiento”, finaliza Brarda, de la UAI.