Bancos: a la espera de un nuevo ciclo
Con un sistema financiero sólido y solvente, los bancos piden la estabilización de la macro para poder crecer más allá de la nominalidad. Presión impositiva, profundización de la digitalización, desregularización de tasas y créditos hipotecarios, los temas de agenda.

Sólido y solvente, pero chico. Con potencial de crecimiento, pero inmerso en un engranaje de regulaciones e impuestos que limitan las maniobras. En un con texto macro signado por el déficit fiscal, inflación de tres cifras y una economía informal que sigue creciendo. El sistema financiero argentino, según los bancos que operan en el país, podría convertirse en un actor clave de cara al próximo ciclo político-económico que arranque en diciembre, cuando se concrete el cambio de Gobierno. Pero en marzo, sin la confirmación de los candidatos y candidatas que en agosto se enfrentarán en la primera batalla electoral, el foco está en la coyuntura y no en el largo plazo.

Así, frente a los vencimientos que se avecinaban en el segundo trimestre del año, el Tesoro se anotó un punto y logró despejar los vencimientos en pesos a través de un canje que refinanció deuda por el 61% del total a través de la emisión de nuevos títulos que vencerán entre 2024 y 2025, con fuerte participación de los bancos y el sector público. Así, en total, refinanció deuda por más de $ 4,3 billones. Pero las turbulencias internas y externas no dan mucho aire. Al cierre de esta edición, Standard& Poor's bajó a “default selectivo” la calificación de la deuda argentina en moneda local. Y, en el plano internacional, el mundo mira a la Fed para ver cómo se moverá la tasa frente al colapso del Silicon Valley Bank y otras entidades.


Así, en un entorno cada vez más volátil y complejo, los bancos que operan en la Argentina se muestran cautelosos pero optimistas frente al cambio de ciclo. Todos coinciden en que quien ocupe el Gobierno a partir de diciembre deberá enfocarse en un plan de estabilización con foco en reducción del déficit público. Con posible caída del PBI, una sequía que frenará el crecimiento del campo, una inflación que no detiene su marcha y un ambiente político caldeado, los titulares de los bancos ven un año de wait and see por parte de los individuos y empresas, aunque ellos aseguran que no se quedarán de brazos cruzados y seguirán trabajando en hacer crecer al sistema y profundizar la digitalización que comenzó hace algunos años.

“Confiamos en que tanto quienes gobiernan hoy como quienes lo harán en el futuro van a cuidar el crédito público, porque es algo que trasciende a los gobiernos. Puede haber tensiones en algunos momentos, pero a la larga es un activo que se guarda”, resume Javier Bolzico, presidente de la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba). Coincide Claudio Cesario, al frente de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA): “Todos los países del mundo tienen deudas en el mercado local e internacional. La operación, que fue de forma consensuada y opcional, es una buena decisión para despejar vencimientos”.

El desafío, para Bolzico, se resume en una frase: “Volver a crecer”. Es decir, aumentar el nivel de bancarización de la
economía. Medido en depósitos o préstamos en relación al PBI, en el país ronda del 10%. “Deberíamos aspirar, en los próximos cinco años, no sé si en llegar al 50%, como en la región, pero sí al menos al 20/25%”, asegura. Cesario complementa: “Para dar más créditos, se necesitan más depósitos. Si bien creciendo, deberíamos cuatriplicar el tamaño. Es una tarea diaria, de mucho tiempo y esfuerzo, para generar confianza”.

Macro estable

Así, los bancos plantean diferentes escenarios y perspectivas. “Los temas geopolíticos que se registraron a lo largo de este último año impactan en la interacción de los mercados en general, pero como banco global tenemos el ejercicio de adaptarnos a las distintas alternativas que modifican las condiciones del sistema financiero”, asegura Federico Elewaut, CEO de Citi, quien ve a 2023 como “un año de incertidumbre”.
 

En general, las entidades registraron un crecimiento de los depósitos, sobre todo en términos nominales, pero una desaceleración en la demanda de créditos. “La lógica política influye inexorablemente en la realidad económica y financiera de cualquier país y la Argentina no será la excepción. Se espera un año con volatilidad y aún con tensiones en diferentes ámbitos, con una alta inflación, presión sobre el tipo de cambio y signos de desaceleración económica.
 

Todo esto, en el marco del cumplimiento del acuerdo con el FMI y un déficit público que será difícil recortar en un año electoral. Durante 2022, los depósitos en moneda local crecieron prácticamente en línea con la inflación y nuestra previsión para 2023 es que continúen con la misma tendencia”, dice Juan Parma, CEO de HSBC Argentina, quien ve una caída en términos reales en los préstamos, sobre todo en los segmentos de personas. “La actividad bancaria en 2022 se desarrolló en un contexto de baja demanda de crédito del sector privado. A pesar de ello, crecimos en activos por encima de la media del mercado”, aseguran desde Banco Comafi, entidad que asegura que la colocación de préstamos aumentó un 128%.
 

¿Qué se necesita para que el sistema financiero crezca? “Por un lado, la normalización de la macro. Una moneda confiable que haya que las personas quieran ahorrar en pesos. También, condiciones micro para que las personas y las empresas vuelvan a demandar el crédito. Hoy, los bancos no consiguen tomadores de crédito”, advierte Bolzico.

Claudio Cesario. El titular de ABA advierte que el efectivo es, todavía, un contrincante difícil de vencer.

Para Cesario, “subsistir con recetas o planes que ya fracasaron en el pasado pero no hay mucho margen. Estabilizada la macro, hay un montón de sectores generadores de exportación y la banca tiene el rol de aceitar o facilitar el desarrollo vía créditos”. Para Elewaut, de Citi, Argentina es una tierra de oportunidades. Y añade: “El mundo está sufriendo una transformación en la cual la prosperidad de muchas naciones y una alta incertidumbre
están haciendo más escasos algunos factores y recursos que constituyen la mayor oferta de nuestro país. Minería, petróleo, energía, turismo, la economía del conocimiento y los agronegocios. Nuestras perspectivas para los próximos años son optimistas. Los bancos van a tener un rol de gran importancia para contribuir con el financiamiento de los programas de inversión que hagan falta”.

Efecto contrario

Otra demanda por parte de las entidades financieras es la simplificación normativa y regulatoria de un sistema que, para Bolzico, está “sobrerregulado”: el 99% de la tasa de los depósitos es regulada; el 40% de las tasas de crédito también. Además de que no genera competencia entre los bancos, que se ofrezca la misma tasa para depósitos a 30 o 90 días acorta los plazos. A eso le suma los “impuestos distorsivos”. 

Según el titular de Adeba, “el 50% del crédito es impuesto”. Suma en la lista a revisar el impuesto sobre los créditos y débitos, Ingresos Brutos y las tasas municipales. “El desafío es contar con un marco normativo claro, que favorezca al desarrollo del potencial del sector como promotor de inversión y producción del país. Esto nos permitirá dejar de ser meramente transaccionales. Es preciso estabilizar la política macro y recuperar elnvalor de nuestra moneda para generar certidumbre como generador de valor.

Tenemos un sistema financiero de poco alcance; es necesario generar las condiciones para que el sector crezca y sea motor de la industria argentina”, dice Alejandro Ledesma, CEO de ICBC. Dentro de las medidas que se podrían tomar, Guillermo Jejcic, director de Banca Minorista y Tecnología de Banco Itaú, señala políticas monetarias y fiscales (reducir las tasas de interés para incentivar el crédito y la inversión), programas de educación financiera, promoción del crédito responsable “y permitir que los bancos comerciales y las asociaciones de ahorro y préstamo negocien las tasas de interés para los depósitos”.

“La tasa de política monetaria actual ha llevado las tasas de préstamos del mercado a niveles muy altos, haciendo cada vez más difícil poder tomar un préstamo. Las altas tasas de interés y la incertidumbre sobre la evolución de nuevos préstamos y derivaron en economía atentaron contra la generación de nuevos préstamos y derivaron en una depuración de la calidad de la cartera crediticia y a que las empresas no financien capital de trabajo, lo que deteriora la actividad propia de cada industria”, alerta Padilla, de ICBC. Pero, “mientras el nivel inflacionario siga alto y la brecha cambiaria persista, es difícil esperar una reducción de tasas”, admiten desde Banco Itaú.

Es que este contexto lleva a que, a pesar de que se intenta desalentar el uso de efectivo, las trabas terminan logrando el efecto contrario. En un escenario ideal, el dinero físico debería ser marginal. Hoy, en cambio, es el principal. Más allá de que la Argentina tiene una gran economía informal, hay mucho de la economía formal que termina usando el efectivo, por una cuestión de precios.

“Las regulaciones y la política impositiva hacen que el dinero electrónico sea artificialmente caro, porque tiene im-
puestos. Es como si le pusieras un impuesto a los autos eléctricos y un subsidio a los de motor a nafta. A pesar de eso, gracias a la tecnología y la revolución de los medios de pago, hay cada vez más sustitución. Pero hay enormes incentivos a usar el efectivo”, se lamenta Bolzico. Cesario coincide: “Nuestra industria no solo es un gran pagador de impuestos por la propia actividad (Ganancias, II.BB. y las tasas de seguridad e higiene, que son casi confiscatorias),
sino también de terceros. Las cuentas corrientes y cajas de ahorro se usan para determinar impuestos. Por eso el efectivo en la Argentina es un contrincante difícil de vencer: pagar o recibir en negro tiene ahorro de carga tributaria que es asfixiante y hasta confiscatoria. Hay una competencia 'desleal' contra el efectivo”.

Si bien en los últimos años se profundizó la modernización de los medios de pago, impulsada por el QR y las tarjetas de proximidad, todavía falta seguir avanzando en la interoperabilidad, que está activa para los saldos en cuenta pero no para las tarjetas de crédito o débito, ya que ahí debe ir por billetera. Para ello, se necesitaría una regulación del BCRA que haría a la industria “full interoperabilidad”.
 

“En los últimos años, la irrupción de las fintechs generó mayor competencia, lo cual sin dudas le hizo bien a la industria bancaria. Los bancos nos estamos convirtiendo en empresas de tecnología que brindan servicios financie-
ros”, reflexionan desde Banco Comafi. Jejcic, de Itaú, complementa: “El 2023 será un año donde habrá que continuar muy atentos a la situación económica sin perder de vista la visión de largo plazo, considerando que estamos frente a una industria que está viviendo los primeros capítulos de una nueva etapa en la relación con sus clientes y los servicios financieros”.

La excepción de la regla

Hay realidades del sistema financiero argentino que son la excepción cuando se lo compara con los de otros países del mundo. Por ejemplo, los controles de cambio, que generan incentivos y desincentivos cruzados hacia la importación y exportación. “Afectan a todos los actores de la economía, y uno de los temas más determinantes para nuestros clientes es la incertidumbre regulatoria. Muchas de las restricciones actuales impactan en las decisiones de inversión y la concreción de los proyectos a mediano y largo plazo”, dice Parma, del HSBC. Pero es optimista hacia adelante: “Vemos no solo un gran potencial en ciertos sectores exportadores claves para nuestra economía, sino que se está tornando en algo tangible. Vemos un importante crecimiento en el sector energético, inversiones en sectores mineros, en la economía del conocimiento y esperamos que una reversión del clima ayude el año que viene al sector del agro. Eso permitiría ir flexibilizando las restricciones”. 

Juan Parma. El CEO de HSBC cree que se podría pensar en instrumentos de crédito.

Desde Banco Comafi sugieren: “Una forma progresiva de salir de este esquema sería mediante desdoblamientos temporales del tipo de cambio, que reduzcan la brecha y recompongan rentabilidades de los sectores, atrayendo inversiones y dinamizando hacia arriba y abajo de las respectivas cadenas de valor”.

Otro aspecto en el que la Argentina es excepción es en la falta de crédito hipotecario, instrumento utilizado en el mundo para que la personas puedan acceder a la vivienda. Pero resulta difícil pensar en un esquema de crédito de largo plazo cuando la inflación está en tres cifras y en un entorno de constante cambio de reglas de juego. “Si tenemos previsibilidad, el crédito hipotecario es una palanca. Eso significa atraer capitales de alguien a quien le pedís que lo deje durante 10 o 20 años. Eso requiere una estabilidad y previsibilidad jurídica importante. Ahora, en el Congreso hay un proyecto para romper los contratos del crédito hipotecario UVA. Si eso ocurriera, va a ser muy difícil volver al crédito hipotecario. Lo paradójico es que de los 120.000 que tienen el crédito, solo no están pagando 2.500 personas”, asegura Bolzico, de Adeba. 

La sugerencia para cuando se pueda volver a aplicar: “Poner un seguro de conversión. Para los mo- mentos con pico de inflación, podés optar por un seguro de que si la inflación supera el índice salarial, esos meses te ajustan por el índice salarial. Es una de las potencialidades. Pero si hoy rompemos el instrumento, no hay muchas posibilidades”. Para Cesario, “los créditos UVA no son malos como instrumento; lo malo y que complica la operatoris son las condiciones macro”. “Hacen falta políticas que aseguren la sostenibilidad fiscal, por ejemplo, a fin de limitar el financiamiento monetario y poner en línea la oferta y demanda de dinero. Eso también permitiría alinear el apetito de los ahorristas locales por la deuda del Tesoro con su oferta. Generaría además mayor espacio para que se pueda expandir el crédito. La baja de la inflación es fundamental para extender los plazos de créditos y depósitos. No hace falta llegar a un dígito de inflación, pero sí ver que se está en una decidida senda de moderación. Ya desde ese momento se podría volver a pensar en instrumentos de ahorro y crédito indexados como una forma de extender los plazos”, complementa Parma, de HSBC.

“El clima de inversión reacciona a los mismos parámetros en todo el mundo. Lo que se necesita es lo que dicen los manuales de macroeconomía: previsibilidad en el horizonte macro, reglas de juego estables en el tiempo, respeto a la ley, instituciones sólidas, y justicia y Banco Central independientes. Los inversores necesitan un horizonte temporal previsible para poder evaluar con precisión los riesgos y retornos esperados”, resume Elewaut de cara al futuro.

Federico Elewaut. El CEO de Citi es optimista para los próximos años.

Así, con un sistema financiero líquido y un alto grado de solvencia, los bancos están a la espera de que las novedades del frente político traigan el ansiado plan de estabilización macro que permita volver al camino de la normalización y el crecimiento. No hay un minuto que perder. Más allá de la macro, se puede trabajar en sintonía fina de impuestos, regulaciones, medios de pago. Hay mucho que se puede y se deber hacer”, concluye Bolzico.