En un rincón de África una mujer prendió la alarma de la emergencia climática. Hindou Oumarou Ibrahim le mostró al mundo que desaparece día a día el lago que suministra agua a más de 30 millones de personas de cuatro países: Chad, Camerún, Níger y Nigeria. "Cuando mi madre nació, el lago Chad tenía unos 25.000 km2 de agua. Cuando yo nací, hace más de 30 años, tenía 10.000 km2. Y ahora tiene unos 1.200 km2", asegura esta activista climática y defensora de los derechos de los pueblos indígenas, quien resultó Laureada en los Premios Rolex a la Iniciativa 2021.
Sequías más prolongadas, inundaciones más frecuentes, incendios más arrasadores. La crisis ambiental no es un temido escenario del futuro: es una realidad de consecuencias catastróficas que acecha al pueblo Mbororo de Chad, al que pertenece Ibrahim. "Estamos en primera línea del cambio climático -observa-. Mi comunidad es de pastores nómadas, dependemos de las precipitaciones, de la naturaleza. Si llueve, tenemos pasturas para nuestro ganado, leche y cultivos. Si no hay lluvias, sucede lo contrario: tenemos inseguridad alimentaria y lucha entre personas para acceder a los recursos".
Ubicado en la región del Sahel -una zona seca en el norte del continente africano-, el lago Chad cuenta con menos del 5% de su superficie. Los agricultores, pescadores y ganaderos que dependen de este espejo de agua están desesperados. Lo que descubrió la joven experta en cambio climático es que la solución estaba en unir el conocimiento ancestral indígena con la ciencia. Puso a las comunidades a trabajar en un mapa colaborativo. Reunió a 500 pastores para que rastrillaran los recursos naturales de su región. Los hombres documentaron crestas y mesetas, ríos y lugares sagrados. Mientras, las mujeres localizaron los manantiales. A esa información recurrió el gobierno nacional para resolver el conflicto entre agricultores y pastores nómadas por la rápida disminución de los recursos hídricos.
"Este proyecto ayuda a las comunidades a mejorar la gestión de los recursos naturales y distribuir mejor lo que queda tras el impacto climático y la pérdida de biodiversidad. Hago una cartografía participativa, que es participativa porque involucra a distintas generaciones de las comunidades", destaca.
Empoderamiento femenino
A Ibrahim los medios la llaman "heroína" por ponerse al frente de la lucha ambiental en África. Se transformó en figura en las cumbres internacionales del clima más importantes como oradora. Su mensaje apunta a romper el vínculo entre desastre ecológico y pobreza, y en que se escuche la voz de las mujeres indígenas en las tomas de decisiones. En 2019, la revista Time la incluyó en su lista de 15 mujeres defensoras de la acción contra el cambio climático. Y ese mismo año obtuvo el galardón Pritzker al Genio Medioambiental Emergente. Gracias al Premio Rolex, en la actualidad su tarea gana cada vez más reconocimiento.
Pero, en sus inicios, no le resultó fácil hacerse escuchar. Ser mujer en África presenta grandes desafíos. Serlo en Chad y provenir de una comunidad autóctona y patriarcal, aún más. "Tuve que hacerles comprender que, aunque soy mujer, puedo ser una líder que los ayude a lograr una mejor comprensión", sentencia.
La base de su éxito fue su perspectiva de que los pueblos indígenas son los que mejor conocen y entienden su entorno, y se preocupan por él, por lo que deben ser los primeros en ser consultados sobre sus necesidades. El conocimiento tradicional, combinado con los métodos científicos de mapeo 2D y 3D, le permitió construir una herramienta eficaz para prevenir conflictos. "Las generaciones más jóvenes, las mujeres y los hombres, todos se han unido para construir el mapa, cartografiar la información, los recursos y ver mejor cómo pueden compartirlos", señala.
Su tarea también consiste en empoderar a las mujeres de su comunidad, a quienes define como piezas clave para armar las cartografías. Compara la sabiduría femenina con las aplicaciones de un smartphone. "Mi mejor aplicación es mi abuela", afirma. Ibrahim asegura que, al permanecer cerca de la naturaleza y de sus casas, las mujeres utilizan el terreno y su poder de análisis para resolver problemas. Observan el viento, los insectos, el crecimiento de los frutos o el comportamiento del ganado, y desarrollan pronósticos precisos que facilitan la tarea de agricultores y pastores.
Misión colectiva
En los múltiples conflictos ambientales a los que se enfrentan tanto Chad como toda esta región africana, Ibrahim impone su carisma para tender puentes. Promueve una mayor inclusión de los pueblos indígenas y de sus conocimientos en el movimiento global de activismo contra los efectos del cambio climático.
Su objetivo a largo plazo es expandir esta combinación de sabiduría popular con tecnología moderna para ayudar a los habitantes del Sahel a compartir sus recursos naturales y desarrollar métodos de agricultura resistente y de gestión hídrica. Sabe que las alarmas climáticas que muchos científicos encendieron hace años se están convirtiendo en una realidad. Y está convencida de que hay que actuar ya.
El Premio Rolex permitirá a Ibrahim ampliar su proyecto de cartografiado a todo el territorio de Chad y a los países vecinos. "Quería ser parte de la familia de los Premios Rolex y trabajar con personas increíbles en favor del planeta -confiesa-. Puedo decir que son los salvadores del planeta. Ser parte de un equipo y no sentirme sola, incluso con la diversidad de nuestras ideas y de nuestro trabajo. Eso es lo que necesitamos, aportar coordinación y coherencia en nuestro trabajo en los distintos ecosistemas. Todos tenemos un papel que desempeñar, todos somos responsables".