Guardiana de los gigantes del mar
Recuerda que tenía muy poca edad cuando fundó el "Club del cuidado de animales". Por eso, cuando la peruana Kerstin Forsberg llegó a la escuela no le extrañó que su materia favorita fuera biología. Durante su último año en la Universidad Nacional Agraria de Lima, emprendió un proyecto de investigación sobre tortugas marinas. En un mes, consiguió 100 voluntarios que se sumaron a su tarea de rescatar y curar a los animales heridos. Su futuro estaba definido: trabajaría para mejorar la situación de los océanos con la ayuda de las comunidades locales.
Casi como si fuera el camino lógico a seguir, en 2009 creó Planeta Océano, una organización no gubernamental comprometida con la preservación del medio ambiente marino y la costa que se basa en la participación de la población local. Y pronto se encontró que tenía varios frentes que atender.
"Perú es por tradición un país pesquero. El norte tiene muchas comunidades de bajos ingresos que dependen de los recursos marinos. Necesitan pescar lo que sea para mantener a sus familias y eso puede incluir especies en peligro de extinción como la mantarraya", observa Forsberg.
Apenas los conoció, quedó maravillada con estos fabulosos animales que pueden llegar a medir 7 metros de ancho de una aleta a otra. "Son increíbles. Grandes y al mismo tiempo elegantes. Se los considera vulnerables, pues su población está disminuyendo mundialmente", detalla. Estos habitantes de los mares templados sufrieron un descenso poblacional del 30 % e incluso del 80 % en algunas zonas del planeta. Están clasificados como especie con un elevado riesgo de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Por eso, Forsberg se dedicó de lleno a cuidar a las mantas gigantes, con las que se sumerge a nadar, ve saltar majestuosamente en el océano y también morir en las redes. Lamentablemente son buscadas por sus branquias, a las que se atribuyen poderes medicinales, y por su carne. "La pesca excesiva ejerce una fortísima presión sobre las poblaciones de mantas, sobre todo porque su ritmo de reproducción es extremadamente lento: las hembras tienen una sola cría cada dos o incluso cada siete años", afirma la bióloga.
Los grandes logros llegaron para Forsberg en 2016. Ese año consiguió que el gobierno de su país prohibiera la captura de estos animales marinos y también obtuvo el Premio Rolex a la Iniciativa. El reconocimiento de la compañía relojera suiza le dio la posibilidad de continuar con su proyecto, que impulsa el ecoturismo como una fuente de ingresos alternativa para los pescadores, ofrece capacitaciones para recopilar datos sobre las mantas gigantes y también crea conciencia entre los más pequeños, con un programa educativo que abarca 50 escuelas.
"Conseguimos la protección de las mantarrayas en Perú. Sin embargo, las siguieron cazando. Lo que pretendemos es convertir la conservación de esta especie en algo arraigado en la comunidad pesquera", asegura la científica.
La mejor estrategia que encontró para modificar la situación fue convencer a la comunidad de que participe en forma activa del cuidado de la fauna marina. Los últimos ocho años los dedicó a trabajar con pescadores, escuelas, comunidades locales e instituciones gubernamentales para cambiar la percepción de las mantas gigantes, no solo desde el punto de vista de su importancia ecológica, sino también mostrar su valor como atracción turística.
En Zorritos, balneario y caleta de pescadores de Tumbes -en el noroeste peruano-, Kerstin pudo concientizar a los pescadores. Antes lo ignoraban todo acerca de estos animales. Pero hoy eso quedó en el pasado. En esta región a orillas del Mar Pacífico Tropical, famosa por sus playas soleadas de arenas blancas, aprendieron a valorar a estos gigantes marinos y ahora los barcos llevan turistas en lugar de redes. El tour incluye avistamiento de mantarrayas. Y observarlas es todo un espectáculo, porque se pasean cerca de las embarcaciones y a veces dan saltos de hasta tres metros fuera del agua. .
El conocimiento recién adquirido de las mantas gigantes abrió fuentes alternativas de ingresos en ecoturismo para las comunidades pobres de la costa. "Los que antes eran 'cazadores de rayas' ahora son los embajadores de rayas", advierte Forsberg.
Además de involucrar en su misión a toda la comunidad pesquera de la zona, el proyecto de la bióloga alcanza a docentes y estudiantes. Inspirada en su propia infancia, la bióloga despliega técnicas de educación innovadoras basadas en juegos para involucrar a los chicos en el aula. Muchos se anotan en los "clubes de manta", participan en limpiezas de playas y se divierten con trivias para mejorar su conocimiento del océano. "Estamos sensibilizando a los niños a través de nuestra enseñanza para que lleven el mensaje a sus hogares", asegura.
Kerstin hizo que la protección del medio ambiente funcionara de una manera completamente nueva. El secreto del éxito es la participación de la población en todos los niveles. Logró hacer de las mantas gigantes en peligro de extinción parte de la identidad de Zorritos -donde son pintadas en murales y hay desfiles de disfraces de estos animales- y un símbolo de los emprendimientos sustentables y ecológicos de los recursos marinos.
La aventura de esta bióloga, a quien la revista Time destacó en 2018 como una de las líderes de la próxima generación tras recibir el Premio Whitley de conservación -el llamado "Oscar verde"- continúa. Con la ayuda del Premio Rolex, Forsberg planea ampliar la participación de la población, aumentar el número de pescadores que trabajan en el proyecto, establecer un monitoreo ecológico in situ de las mantarrayas y ayudar a crear un marco legal seguro para el desarrollo de tours marinos. "Se trata de unir la investigación, el ecoturismo y la educación para beneficiar a las mantas y también respaldar el desarrollo económico de estas comunidades empobrecidas -sostiene-. Pero necesitamos implicar a más gente en su conservación. Hay mucho trabajo por hacer".
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