En lo profundo del cráter
El poder destructor de los volcanes es una de las mayores demostraciones de fuerza de la naturaleza. Un golpe de realidad que, a lo largo de la historia, arrasó con poblaciones. Colosos impredecibles que en cuestión de horas pueden borrar del mapa ciudades enteras, sepultándolas bajo un mar de lava que reduce todo a cenizas. Se calcula que 100 mil personas murieron por erupciones en el siglo XX.
Para el físico escocés Andrew McGonigle los volcanes dan muchas claves sobre cómo entender de qué manera se manifiesta el planeta: “Son fascinantes porque nos ofrecen el ojo de una cerradura que nos permite ver lo que pasa en el centro de la Tierra”, dice con admiración el ganador del premio Rolex a la Iniciativa. Obtuvo el reconocimiento de la compañía suiza de relojes gracias a los avances que logró para predecir la erupción de los cráteres. Su método consiste en medir los gases de las fumarolas con drones y tecnología avanzada.
“Hay muchas ciudades en el planeta situadas peligrosamente cerca de volcanes potencialmente activos. Nuestro objetivo es averiguar cómo funcionan los volcanes, algo que está relacionado con la meta humanitaria de intentar prever las erupciones para avisar con suficiente antelación a la población y evacuarla”, observa el experto.
Al crecer en Edimburgo, el científico jugó, correteó y acampó cerca de los volcanes extintos en las Tierras Altas de Escocia. De ahí la fascinación de este profesor en la Universidad de Sheffield, Inglaterra. Dedicó los últimos 20 años a desarrollar la manera de anticipar riesgos y procesos volcánicos, así como las consecuencias sociales y ambientales. La investigación de McGonigle se centró en gran medida en adaptar y refinar la tecnología que podría reducir los estragos de las explosiones de estos gigantes de la naturaleza.
Hoy viven más de 500 millones de personas dentro del radio destructivo de los volcanes. En promedio, ocurren 50 erupciones al año que provocan muertes, heridos y enormes pérdidas económicas. El problema es que los volcanes son sistemas muy complejos que pueden generar demasiadas señales ambiguas difíciles de interpretar, lo que impide alertar con tiempo frente a un posible estallido.
Un mini helicóptero a control remoto -equipado con GPS, cámara de video y sistemas informáticos- puede convertirse en la solución. Vuela con fluidez a través de las fumarolas. Y lo fantástico es que esta aeronave es capaz de acercarse lo suficiente para medir los gases. Parece de juguete, pero hay que ser un experto para pilotearlo.
Asociado a un software, este invento de McGonigle ofrece la posibilidad de hacer pronósticos fiables de erupciones con semanas e incluso meses de antelación. El costo del aparato es muy inferior al de métodos anteriores y, además evita que los investigadores corran riesgos.
El premio Rolex le sirvió al científico para mejorar el sistema. Destinó el dinero a perfeccionar el dron para lograr mediciones más sofisticadas y precisas y mejorar el software que se encarga de detectar indicios que pueden anunciar con anticipación los estallidos.
El trabajo de campo del físico inició en el sur de Italia, Nicaragua y Papúa Nueva Guinea, que es parte del Anillo de Fuego a lo largo del borde del Océano Pacífico donde se encuentran la mayoría de los volcanes del mundo. El propósito es replicar su sistema en todo el mundo y difundir que los volcanes avisan, la clave es contar con las herramientas adecuadas para poder interpretar sus señales.
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