A la grulla coronada gris siempre se la veneró en los pueblos de África central por ser símbolo de larga vida y prosperidad. Con los años, también se convirtió en un ícono de estatus. Fueron sus características únicas -una manera de caminar erguida y de pasos lentos, su cresta dorada y el detalle rojo que destaca en su cuello largo- las que hicieron que los dueños de empresas, hoteles y clases acomodadas las usaran para decorar sus parques. Esa moda repercutió de tal forma que era prácticamente imposible verlas volar en la naturaleza.
Quien puso la mirada en este problema fue el veterinario ruandés Olivier Nsengimana: "Nací en una zona muy rural y mis amigos y yo nos divertíamos intentando imitar a las grullas. Cuando comencé a trabajar en conservación noté que algo había cambiado. Se había estado cazando a la grulla coronada cuelligris durante los últimos 30 años. Teníamos más grullas cautivas en jardines privados que en estado salvaje".
Con la ayuda que obtuvo al ganar el Premio Rolex a la Iniciativa 2014, este veterinario emprendedor logró revertir la desaparición del majestuoso pájaro. Lo logró gracias a un plan integral que consistió en abolir el comercio ilegal de especies amenazadas, reintroducir grullas cautivas a la naturaleza y sensibilizar a la población sobre las consecuencias de tener estas aves silvestres como animales domésticos.
"La gente que tiene grullas es porque las ama. Pudimos usar eso como un arma. Lanzamos campañas y fuimos a la televisión y les dijimos a todos: '¿Sabías que tus queridas grullas están amenazadas?'. Eso creó un gran movimiento. La gente nos llamaba y armamos una enorme base de datos de esas grullas. Rescatamos gradualmente a las grullas en cautiverio e hicimos controles veterinarios para garantizar que estaban bien antes de ponerlas en libertad. Hoy me complace anunciar que hemos cumplido el objetivo: ya no hay más grullas en cautiverio", anuncia con orgullo.
¡A volar!
Nsegimana asegura que el Premio de Rolex a la Iniciativa lo "empoderó". Así como cuando era chico fabricaba alas para imitar a los pájaros, decidió que con esa ayuda conseguiría vuelo propio. Al año siguiente de ser Laureado, fundó la Asociación para la Conservación de la Vida Silvestre de Ruanda (RWCA).
En un principio, concentró los esfuerzos en rescatar a estas grullas emblemáticas. Su plan comenzó con una campaña de concientización sobre la importancia de preservar a estas aves y evitar su comercio (que está prohibido en su país). Armó una base de datos de las que estaban en cautiverio. Y el paso final consistió en reintroducirlas en la naturaleza.
Los ejemplares rescatados son llevados al Parque Nacional Akagera donde, con el apoyo del gobierno de Ruanda, se diseñó un área de rehabilitación. Ahí, las grullas que vivieron como mascotas cuentan con tiempo y espacio para volver a desarrollar los comportamientos que necesitan para el retorno a su hábitat mientras recuperan las plumas que a muchas les cortaron para evitar que escaparan. Y como el lugar no tiene techo, en cuanto el animal está listo puede volar y disfrutar del parque.
Además, Nsengimana creó una reserva natural cerca de Kigali, la capital del país, que se convirtió en el hogar permanente para las grullas que están demasiado enfermas o discapacitadas para sobrevivir en la naturaleza después de una vida en cautiverio. Esta suerte de santuario le dio al veterinario la oportunidad de difundir información sobre la especie a quienes lo visitan.
Porque la tarea de Nsengimana también consiste en educar a las comunidades locales sobre la importancia de cuidar a la fauna local. Al mismo tiempo que hace de vigía para que la caza furtiva se mantenga bajo control, busca aliados en las comunidades de las aldeas, sobre todo en los más chicos. Su programa apunta a capacitar sobre las necesidades de la grulla y cómo cuidar sus valiosos hábitats de humedales y desalentar la caza furtiva.
Esfuerzo local
Que este proyecto haya sido puesto en marcha por la población de Ruanda es una rareza en África, donde los impulsos de conservación siempre caen en manos de organizaciones extranjeras. "Cuando empecé estaba solo, pero ahora cuento con un gran equipo de 19 personas a tiempo completo y 108 promotores de conservación comunitaria y guardas de humedales. Queremos triplicar esos esfuerzos durante los próximos cinco años", asegura Nsengimana.
Hasta el momento se liberaron 233 grullas que estaban en cautiverio, 160 de las cuales se reintrodujeron a su entorno natural. Pero su población aún sigue en declive. Para frenar la extinción, el nuevo objetivo de Nsengimana es asociarse con grupos conservacionistas en países donde emigra la grulla. Está buscando aliados en sus vecinos de Burundi, Tanzania y Uganda para ampliar el éxito del programa. El trabajo conjunto hace que el ave de la suerte hoy se convierta en un emblema importante para los africanos. "Es una gran fortaleza cuando nos unimos para salvar nuestro planeta. No va a ser una misión de una sola persona salvar nuestra especie, sino de todos", puntualiza.
El joven veterinario, quien se graduó como el mejor de su clase en el Instituto Superior de Agricultura y Ganadería e hizo una maestría en la Universidad de Edimburgo, Escocia, representa las ansias de cuidado de la fauna y recuperación del medioambiente y sintoniza perfecto con la iniciativa Planeta Perpetuo de la compañía suiza.
Su misión comenzó con las grullas, pero ahora decidió expandir su trabajo a otros animales amenazados, como murciélagos, cigüeñas, sitatungas (un tipo de antílope) y loros grises. "El Premio Rolex me empoderó, me ayudó a explorar mi potencial. Hoy siento que puedo hacer cualquier cosa. Ahora hemos pasado a ayudar a otras especies y a recuperar hábitats", enfatiza.
Nsengimana se probó a sí mismo y a su pueblo que tienen fuerza, convicción y coraje para proteger el patrimonio natural de su país. El próximo paso suena ambicioso, pero confía en lograrlo: inspirar a las nuevas generaciones de ruandeses a que cuiden sus entornos naturales y busquen medios de vida que no supongan una amenaza para la fauna. "Siempre creo que tengo que trabajar aún más duro y me siento capaz de romper barreras para lograr lo imposible -confiesa el veterinario-. La naturaleza siempre me motiva y me da fuerzas para seguir".