El plan es recorrer 40.000 kilómetros por ríos africanos, distancia que equivale a dar la vuelta al mundo. Great Spine of Africa se denomina esta hazaña que se hace a bordo de diez canoas de madera (llamadas mekoros) llenas de equipamiento científico. Los exploradores se trasladan a remo y son propulsados con un palo, incluso a veces a pie cuando las piedras impiden navegar con fluidez. Puede sonar heroico, pero el objetivo lo amerita: ver de cerca a los principales ríos del continente que nunca antes fueron estudiados. Lo que descubran ayudará a crear resiliencia ecológica y a proteger las aguas de las que dependen multitud de comunidades y ecosistemas únicos.
El ambicioso recorrido se realizará por partes. Quien lidera esta expedición épica es el ornitólogo sudafricano Steve Boyes, socio clave de la iniciativa Perpetual Planet de Rolex. El proyecto se alinea con el impulso de Rolex, que apoya a individuos y organizaciones que utilizan la ciencia con el fin de proteger la salud y diversidad del planeta para las generaciones futuras.
La serie de expediciones Great Spine of Africa recibe su nombre de una placa tectónica que define las divisiones entre las cuencas fluviales más importantes de la región: Okavango, Zambezi, Congo, Nilo, Chad y Níger. De estos ríos dependen 400 millones de personas y dos tercios de la economía de África.
Muchos de los afluentes que atravesarán los exploradores nunca habían sido investigados científicamente. Boyes y su equipo se sumergen en estas tierras remotas plagados de preguntas y esperan culminar la travesía con alternativas novedosas que permitan atravesar el cambio climático.
RUMBO A LO DESCONOCIDO
La aventura comenzó en Angola. Un equipo multidisciplinario que incluyó científicos, expertos en deportes acuáticos, biólogos y ecologistas se embarcaron en la primera de las expediciones Great Spine of Africa que zarpó en junio de 2022. Durante cinco semanas remaron 900 kilómetros a través del Lungwevunguun, un afluente del río Zambeze poblado por cocodrilos e hipopótamos. Terminaron en la desembocadura, en la frontera con Zambia.
El caudaloso Zambeze es una fuente de vida para la población de seis países (Angola, Zambia, Namibia, Botsuana, Zimbabue y Mozambique). Además, alimenta a una de las maravillas naturales del mundo, las Cataratas de Victoria, y a innumerables especies de plantas y animales. Si bien es uno de los mayores ríos del mundo, buena parte de su recorrido, desde su nacimiento pantanoso hasta las aguas saladas del Océano Índico, aún se desconoce. "Es un viaje de descubrimiento. Todo es nuevo. Ningún recodo de este río se ha fotografiado o documentado. Es exploración del siglo XXI y eso es asombroso", asegura Boyes,
La cercanía del equipo con el territorio fue permanente. Eso fue clave para hacer un trabajo exhaustivo. Durante cinco semanas, se ocuparon de medir la estructura y el flujo del río, y determinar la calidad del agua a lo largo del camino. Sumaron a la recolección de datos la detección de fauna marina, avistamientos de aves y otros animales salvajes que se etiquetaron geográficamente. Además, se tomaron imágenes aéreas con drones.
La aventura fue extrema. A puro remo se abrieron por territorio salvaje. "Durante el día sufrimos constantes picaduras. Y, por la noche, los escarabajos, las hormigas voladoras y las polillas llenan el aire. Es un lugar muy difícil para hacer ciencia, vivir o hacer cualquier cosa", asegura el biólogo conservacionista, presidente de Wild Bird Trust y National Geographic y miembro sénior de TED.
Pero valió la pena. La información que Boyes y su equipo recopilaron resulta fundamental para crear una base de datos completa y detallada de la salud y los ecosistemas del río. Y se proyecta repetir el trabajo en 5, 10 y 15 años. "Es sumamente importante para nosotros ser capaces de medir transformaciones en el tiempo, para poder detectar los límites de cambio aceptables. Se lo llevaremos al gobierno para que revise las políticas", afirma el científico.
UNA LARGA TRAVESÍA
En 2019, Boyes recibió el "Rolex National Geographic Explorer of the Year" por un proyecto en el africano Delta del Okavango. Ahí descubrió 18 lagos, poblaciones de animales vulnerables y más de 140 especies que son nuevas para la ciencia. El reconocimiento le permitió intensificar y expandir su labor. "Trabajar para salvar los ríos representa seguridad a largo plazo de los impactos del calentamiento global. Más de dos tercios de africanos dependen de los servicios ecológicos proporcionados por estos importantes drenajes", detalla.
Uno de los momentos más emocionantes en la vida del conservacionista ocurrió cuando en sus expediciones descubrió enormes turberas que almacenan muchísima agua. Fue un "eureka" alentador. "El cambio climático traerá largos períodos de sequía. Hay mucha agua almacenada en las turberas. Ese es el colchón, el salvavidas. Necesitamos de estos entornos", puntualiza.
Se espera que sus próximas misiones arrojen aún más hallazgos que ayuden a hacerles frente a los cambios meteorológicos. Las siguientes fases del proyecto consisten en navegar los ríos Congo y Nilo y sus principales afluentes. Toda la travesía se concretará con el apoyo de Rolex y su iniciativa Perpetual Planet, que busca contribuir a proteger a la Tierra para las próximas generaciones.
"El agua ofrece seguridad para el futuro de las personas, vida salvaje y ecosistemas. Es de vital importancia. Hay que proteger la fuente", enfatiza Boyes, convencido de que podrá mostrar la riqueza natural aún no estudiada de la región y ayudar así a la protección de ecosistemas africanos que son fundamentales