A primera vista, aparece como una piedra aislada en el medio del Océano Pacífico. Pero, en realidad, la isla de Malpelo, en Colombia, es un santuario de flora y fauna. Hay que embarcarse durante 30 horas (con tormenta se pueden convertir en 36) para llegar a esta formación volcánica a 500 kilómetros del puerto de Buenaventura y ahí descubrir que está habitada por fauna diversa. En tierra se ven piqueros de Nazca -entre otras 60 especies de aves-, geckos, lagartijas y cangrejos. La vida marina es aún más asombrosa: tortugas carey, estrellas de mar, meros gigantes, peces voladores y especies raras de tiburones.
Cuando la buceadora Sandra Bessudo exploró en 1987 estas aguas quedó conquistada por el destino: "Cuando vine por primera vez, me enamoré de la isla. La gente piensa que es solo una roca, pero esta roca volcánica basáltica esconde muchas sorpresas. Fue increíble ver un banco de tiburones martillo. No es habitual encontrarse a todos esos animales. Es un oasis en medio del océano". Que hoy toda esa biodiversidad no sufra el acoso de la pesca y tenga el título de Patrimonio Mundial de la Unesco se debe al trabajo que desde hace 35 años realiza Bessudo, quien cuenta con el apoyo de la iniciativa Perpetual Planet de Rolex y Mission Blue, organización sin fines de lucro dedicada a la protección de océanos de todo el mundo.
Ni bien descubrió el lugar, Bessudo se dio cuenta de que había que actuar rápido para proteger este ecosistema vital para toda una serie de especies marinas en peligro de extinción. Primero, se dedicó a juntar firmas para lograr que el Gobierno la declarara como área protegida. Una vez que consiguió el objetivo, descubrió que faltaban los recursos necesarios para garantizar que se cumplieran las nuevas reglas. La solución que encontró fue crear la Fundación Malpelo para ganar visibilidad y obtener financiamiento. Tan convencida estaba la experta de su misión que enseguida consiguió formar un equipo multidisciplinario de expertos. "Invitamos a científicos que trabajan en diferentes campos: ictioplancton, oceanografía, aves, corales e invertebrados marinos. Y así, año a año, podemos obtener información sobre el estado de los ecosistemas y sobre la población de las diferentes especies. Con estos datos, las instituciones gubernamentales pueden tomar medidas para proteger especies y ecosistemas", aclaró.
Bessudo es imparable. Estableció alianzas con instituciones científicas, gobiernos y organizaciones no gubernamentales, tanto en Colombia como a nivel internacional, para fortalecer los esfuerzos de conservación en la Isla Malpelo. Gracias al trabajo de su fundación, en la actualidad se implementan medidas de protección más rigurosas, como la creación de áreas de exclusión pesquera, y sistemas de vigilancia y control para combatir la explotación marina ilegal.
Compromiso con el mar
A los 4 años se calzó su primer snorkel. Antes de cumplir los 10 ya buceaba en las profundidades. Por eso, hoy cuenta más de 7.000 inmersiones en aguas abiertas. Su relación temprana con el océano hizo que Sandra -hija de Jean Claude Bessudo, dueño del grupo empresario colombiano Aviatur- se convirtiera en una profesional comprometida con la conservación de la biodiversidad marina. Hace más de tres décadas que su trabajo está enfocado en promover la investigación científica, implementar estrategias de conservación y concientizar a la comunidad sobre la importancia de preservar este santuario marino.
El gran salto lo dio a partir de 2016 cuando Isla Malpelo pasó a formar parte de la red de Hope Spots de la ONG Mission Blue. Se trata de áreas oceánicas que necesitan ser protegidas y que, en alianza con la iniciativa Perpetual Planet, reciben apoyo para crear un plan de conservación con poblaciones locales, organizaciones medioambientales y gobiernos. Cada sitio es único, identificado científicamente como vital para la salud de los océanos. Hay más de 150 por todo el mundo, de los que se recopilan datos, descubrimientos y desafíos de conservación.
Armar alianzas con estos socios globales fue clave. "Nos damos cuenta de que no podemos proteger una sola isla, necesitamos que mucha gente trabaje en diferentes lugares del mundo -detalla la buceadora-. Formar parte de Mission Blue con el apoyo de Rolex es muy importante. Trabajando juntos podemos compartir información y, así, sabremos cómo se relacionan y desplazan todas estas especies amenazadas en el Pacífico Tropical oriental".
La protección de la isla de Malpelo ayudó a crecer a muchas poblaciones de peces, pero en sus expediciones Bessudo descubrió que algunos animales marinos, como los tiburones martillo y sedosos, todavía están en peligro. Se trata de especies migratorias que viajan a través de aguas sin protección. "Mientras aumentan algunas especies como la de los meros y los pargos, hay muchos tiburones, como los martillo y los sedosos, cuyo número se reduce", observa Bessudo. Atentos a esto, en 2021, Ecuador, Panamá, Colombia y Costa Rica empezaron a unir aguas protegidas a través de corredores conocidos como "vías de nado". El objetivo es vigilar a estas especies en extinción que se trasladan de una isla a otra.
A pesar de sus enormes logros, Bessudo fue por más y al año siguiente trabajó junto al gobierno local para ampliar el Santuario de Fauna y Flora a 47.000 km2. De esta forma, Colombia se convirtió en el primer país en llegar al objetivo "30x30" propuesto por las Naciones Unidas en el Marco Mundial de la Biodiversidad. Ahí se aclara que, al menos, el 30% de las propias áreas terrestres y oceánicas deben estar efectivamente conservadas y gestionadas para 2030.
Guiada por su pasión por la isla, la buceadora experta logró que Malpelo sea un modelo de éxito en la conservación marina. Llevó la protección de la zona a un siguiente nivel con estrategias innovadoras para controlar la pesca ilegal y promover la recuperación de especies amenazadas y es partícipe activa del trabajo en red de Mission Blue y Rolex para conservar la belleza y la biodiversidad de los mares para las generaciones que vendrán.