Escucho por estos días muchas reflexiones en torno a qué pasará con la economía. Pero nunca termino de encontrar un dimensionamiento apropiado para lo que estamos viviendo, como si la economía y las relaciones humanas fueran por carriles separados. Por eso considero que debemos tomar nota de aquello que el distanciamiento social nos ha explicitado como especie.
La primera cuestión, y quizás la más significativa, es que las personas somos vínculos. Y si las personas somos vínculos, ¿qué son los negocios, el comercio, el intercambio de bienes y servicios, sino otra cosa que lazos vitales? Ergo: la economía postpandemia necesita, como el planeta, que tomemos conciencia de la necesidad de un enfoque humanitario, esencialista, de la vida. Y que, más que nunca, reflexionemos sobre la naturaleza de los vínculos, sobre su importancia vital para nuestra existencia, para el bienestar emocional y para el desarrollo social y económico de nuestras sociedades.
Vivir se escribe en presente, el libro que escribí un año atrás, aborda la problemática de los vínculos humanos, los tematiza, se formula preguntas sobre la temporalidad, sobre la importancia de decir algo en el aquí y ahora a nuestras relaciones esenciales, indaga sobre la finitud de la vida y da vida a una mirada del mundo.
No fue escrito pensando en este momento. Aun así, los temas parecen ser apropiados para reflexionar sobre lo que está pasando a nivel humano con los lazos.
En mi experiencia personal, el distanciamiento social me ha hecho abrazar nuevamente la certeza de que nuestras vidas pueden cambiar en apenas un momento.
Creo que, en estos tiempos extraños, debemos ser más conscientes que nunca de nuestra finitud, de que, si es que somos solo tiempo, ese reloj corre rápido. Sabemos ya que no da lo mismo hacer algo hoy o mañana, decir algo hoy o no decirlo. Es tan simple de comprender como el hecho de que un abrazo con nuestros seres queridos, aquello que parecía tan al alcance de la mano, ahora parece lejano y distante.
En el libro he puesto la mirada sobre las relaciones interpersonales porque creo que en los lazos, en las relaciones afectivas de todos los órdenes, es donde se construye la existencia, el transcurrir, y quizás la temporalidad de la vida. Y me pregunto este tipo de cuestiones. Por ejemplo, cuando algunos de los personajes de mi novela ponen de manifiesto el valor de los afectos y del encuentro con el otro, en una suerte de contra-cara de la era de la alienación, donde las exigencias urbanas y la omnipresencia de la tecnología lo invaden todo. El fondo de la cuestión es el mismo: solos no podemos.
Solos no queremos. Solos no seremos. Otro gran protagonista es el tiempo, siempre presente en nuestra vida. El tiempo nos obliga a tomar decisiones, cada una con una diferente sucesión de consecuencias.
También cobran cierto protagonismo las relaciones entre padres e hijos, relaciones cuyos conflictos permanecen irresueltos.
Vivir se escribe en presente es un viaje hacia la esencia del hombre, entendiéndola como una historia de vínculos, del amor, de la búsqueda del sentido de la vida y de nuestro lugar en el mundo.
Siendo una de las cinco ficciones más leídas durante la pandemia, podría decirse que la obra, en sí misma, está siendo un vehículo de lazos, acompañando con su pregón a quienes más queremos, pero que hoy no podemos ver por cuestiones sanitarias. Muestra la historia y la propia experiencia que el ser humano reacciona siempre en la encrucijada. No tenía previsto escribir una novela, y mucho menos podía dimensionar cómo iba a ser leída, o interpretada, ni el contexto social en el que se leería. Pero, aun así, lo hice.
¿Será esta encrucijada a la que hemos sido expuestos como humanidad un disparador de reacciones positivas? No podemos menos que ser optimistas, y esperar que así sea. Debemos tomar conciencia de que la esperanza de un futuro mejor anida siempre en el presente, y que los lazos vitales son los que nos permiten construir nuestro porvenir.
Creo que debemos prestar más atención a lo importante, a lo esencial. Podemos, si miramos bien, si abrimos los sentidos, asistir a la mágica revelación de lo invisible, descubrir el universo que habita en el hoy. Podemos resignificar las múltiples dimensiones de la finitud y poner en primer plano todo aquello que, pese a que está frente a nosotros, no siempre logramos ver.