La secretaría de Energía aprobó, tras una larga demora, los dos documentos más importantes en materia ambiental para cumplir con los compromisos climáticos del país y de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero: el Plan Nacional de Transición Energética al 2030 y los Lineamientos y Escenarios para la Transición al 2050.
Se trata de un requisito crucial para diseñar criterios de desarrollo económico y planes sectoriales en línea con la meta de mitigación de 359 MtCO2 para el 2030, la que implica un aumento de la ambición del 25,7% respecto a la primera NDC (contribución determinada a nivel nacional) del año 2016.
Los cinco puntos principales son: reducir un 8% el consumo de energía mediante prácticas de eficiencia energética, llegar a abastecer el 30% de la demanda eléctrica con energías renovables en 2030, alcanzar un 2% del mercado automotor con autos eléctricos para la misma fecha, superar los 1.000 MW de generación distribuida y construir 5.000 kilómetros de redes de transmisión eléctrica de alta tensión.
“Falta una hoja de ruta, segmentar por metas cada una de las fuentes, falta desagregar objetivos en generación distribuida, las cadenas de valor para solar y eólica son muy pesimistas y no hay fundamentos. Desde Cader vamos a pedir una explicación de por qué se llegan a esos números. Está muy sesgado el análisis”, sostiene Marcelo Álvarez, desde la cámara de energías renovables.
En cuanto a la generación de renovables, especialistas consultados por este medio cuestionan el poco ambicioso objetivo de generación distribuida y la falta de precisiones de cómo llegar al 30% de renovables cuando todavía no se sabe qué pasará en 2025 cuando venza la ley vigente.
“No incluye un programa y cronograma preciso de actividades. Toda la descripción del plan consiste en enunciar los objetivos generales y algunas de las políticas que deberán desarrollarse para alcanzar tales objetivos, pero no avanza mucho más. Un ejemplo, el incremento de la potencia renovable hacia 2030 deberá ser del orden de unos 7.500 MW. Se describe cuál será el aporte de cada tecnología, pero nada dice acerca de cómo sucederá eso y a través de qué medidas. Recordemos que el actual régimen de la Ley 27.191 expira en 2025, y si se planean nuevas licitaciones en el corto plazo el marco jurídico actualizado debería estar claro lo antes posible”, dice Juan Carlos Villalonga.
Para resolver este problema, desde CADER están trabajando en una ley de Transición Energética que sirva como hoja de ruta para los próximos gobiernos. “La ley de modelo de cuota con incentivos fiscales o debiera proyectarse una curva que la continúe, no con la misma pendiente, si es que se quiere cumplir con una curva de objetivos mínimos que igualmente no estamos cumpliendo ni vamos a cumplir”, indica Álvarez.
El documento al 2050 traza un escenario base, uno optimista y uno ambicioso con diferentes métricas. La penetración de autos eléctricos, por ejemplo, pasa del 1% al 7% en 2040 y 29% en 2050 en el base; salta al 11% y 40% en el optimista y llega al 13% y 66% en el ambicioso.
Los autos híbridos, por su parte, tendrían una participación del 6% en 2040 y del 7% en 2050 en el escenario base, del 9% y el 10% en el optimista; y del 9% y el 1% en el ambicioso donde esta pérdida de participación se explicaría por el crecimiento de los eléctricos.
Esta electrificación de los procesos también se daría en el resto de la matriz energética e industrial, lo que provocaría una disminución del 34% del consumo de gas natural en un escenario optimista y un recorte del 80% en un panorama ambicioso.
No obstante, la producción de gas no se reduciría, sino que se destinaría al mercado externo con exportaciones que contemplan un piso de 20 millones de metros cúbicos día al 2030 (el doble de la capacidad del Gasoducto Néstor Kirchner), un techo de 70 Mm3d para esa misma fecha y una estimación para el 2050 que podría llegar a los 140 Mm3d, lo que representaría un ingreso de divisas entre 137.000 y 281.000 millones de dólares acumulados.