Con la velocidad propia de esta época ya hemos transcurrido medio año desde el inicio del gobierno, y aunque muchas veces los balances siguiendo el calendario son caprichosos, en esta oportunidad coincide con el cierre de una primera etapa de gestión.
Lo que está ocurriendo estas semanas es una reestructuración de las expectativas de cara a los próximos meses, y en este sentido es importante la evaluación de lo ocurrido hasta el momento. Desde el inicio sabíamos que el camino a recorrer no sería fácil y que aparecerían tensiones y dificultades. También éramos conscientes de que el crecimiento debería esperar: la urgencia estaba marcada por las correcciones y la estabilización, condición indispensable para crecer.
En el inicio, el gobierno reveló la táctica para los primeros meses, poniendo especial énfasis en la idea de secuencia y definiendo en qué avanzaba con shock y en qué, medía sus pasos. Un superávit fiscal inmediato y contundente en busca de encausar la trayectoria inflacionaria cuánto antes.
La frazada corta quedó expuesta, las implicancias de un ajuste fiscal de esa magnitud y la prioridad de llevar la inflación a un dígito tuvo la contracara de la recesión, conflictividad social y las dificultades de gobernabilidad. Esta última impactada de lleno por el carácter universal e innegociable del ajuste y por la escasez de tropa propia en los espacios decisores de política.
En este contexto, no hay dudas de que tenemos un saldo satisfactorio. Son conocidos los resultados fiscales y la fuerte desaceleración de la inflación, adicionalmente, se recompusieron reservas, se mantuvo una brecha cambiara reducida, que pese a lo ocurrido las últimas semanas siguen siendo sensiblemente menor a la de 2023.
La mayoría de las mediciones de imagen del gobierno muestran además que el apoyo al presidente sigue siendo mayoritario, a pesar de la baja de actividad, caída del poder de compra y consumo y mayor desempleo. El cambio cultural y de ciclo se observa justamente en este descalce entre una peor situación económica hoy y la esperanza del después.
Por el lado de la gobernabilidad institucional, finalmente el gobierno pudo aprobar la Ley Bases, con lo justo, y sin preguntarnos cómo quedará la versión final, en términos de impacto el logro es irrefutable. Ahora Milei tiene la herramienta que reclamaba para avanzar en la gestión, por lo que las expectativas se centrarán en cómo implementará las reformas que sobrevivieron en el articulado.
¡Ahora el Cepo!
El swap con China, una inflación desacelerada, el desembolso del Fondo y la Ley Bases son buenos hitos para el inicio de esta segunda etapa. Niveles altos de incertidumbre nos seguirán acompañando, en un debate en el que deberán aparecer las precisiones sobre los interrogantes que los distintos agentes económicos se están planteando.
Hoy la pregunta central de nuestros clientes es: ¿cuándo se elimina el cepo? La ansiedad no es caprichosa, el cepo impide el avance con relación a dos condiciones fundamentales: incrementar sensiblemente la tasa de inversión e instaurar un régimen monetario y cambiario sostenible.
En la coyuntura actual, la inversión es clave para apurar la recuperación. Con salarios reales anormalmente bajos, es difícil que el consumo impulse la recuperación. Lo mismo puede decirse de la política fiscal; no podría ser el driver si se va a mantener el superávit en un contexto en que la recaudación es baja por la recesión y se ajustó la obra pública junto con otros gastos como el de jubilaciones y transferencias a las provincias. Un peso que se aprecia por el crawling al 2% tampoco juega a favor de las exportaciones. Ciertos exportadores MOI, como el sector automotriz, están sintiendo los efectos. El cepo representa una piedra en el camino en cualquier plan de crecimiento.
¡Agenda de negocios recalculando!
Es muy difícil hacer una predicción sobre qué sucederá en nuestro país en el futuro. Eso no podría ser más cierto ahora, pero todos desarrollamos escenarios y hacemos diferentes planes.
En 2023, el foco de las firmas estuvo en la cobertura ante la aceleración de la inflación y el cepo, minimizar daños, adoptar estrategias defensivas y el wait and see. La respuesta generalizada fue más stock.
Este año, la protección del share tomó el centro de la escena, lo más preciado es no perder mercado, contar con el mínimo de rotación que minimice las pérdidas. Salir lo mejor parado posible de la crisis. En esta transición, muchos de nuestros clientes adoptaron una agenda defensiva: se enfocaron más en la preparación de la resiliencia, en el balance general y la expansión de los márgenes. Son cautelosos.
Hacia 2025, la agenda será nueva. En un escenario de inflación de un dígito y controlada, la preocupación será cómo crecer con una economía más abierta, donde la clave será competir. Liz Hilton Segel, chief client officer de Mc Kinsey, sostiene que las aguas más agitadas exigen una mayor habilidad y un mayor coraje, y que eso nos brinda la oportunidad de salir adelante. Me gusta la idea de coraje porque creo que eso es lo que las empresas deben tener para delinear una estrategia de largo plazo en climas en los que son pocas las certezas. Es momento para los atrevidos y para preguntarnos qué vamos a cambiar en un país que empieza a ser distinto.
Mariana Camino.
Presidente y CEO de ABECEB.