Prefiero cortarme un brazo antes que subir impuestos, decía Javier Milei durante su campaña. No se precisa demasiada memoria para recordar que la baja de impuestos fue una de las promesas clave de la campaña del actual presidente de Argentina. De hecho, fue una de sus principales banderas desde su irrupción en los medios de comunicación.
Sin embargo, ya se cumplieron más de 100 días desde su asunción, y la realidad parece ser otra. Eufemismos como estamos sustituyendo impuestos, pero no aumentándolos no logran ocultar una realidad que se impone por sí misma: la baja de impuestos quedó para una segunda etapa, que esperemos llegue pronto.
El informe que publicó hace algunos días la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC) revela los cambios que en materia impositiva que se generaron desde el 10 de diciembre y confirma que la idea de bajar los impuestos no pareciera estar entre las prioridades de Milei.
El aumento de la alícuota del impuesto PAIS y el incremento en más de diez puntos porcentuales el peso del gravamen para determinadas importaciones, junto con el aumento del impuesto a los automóviles de lujos y la denominada reversión del impuesto a las ganancias, son algunos ejemplos que muestran que la situación de los pagadores de impuestos en uno de los infiernos fiscales más grandes del mundo, sigue empeorando.
Ante esta realidad, la única salida posible para Argentina es una reforma tributaria integral, seria y viable. Durante décadas, el país incurrió en todos los pecados y malas prácticas fiscales habidas y por haber. Eso, por supuesto, tiene sus consecuencias.
Excesiva voracidad fiscal, falta de competencia fiscal entre las provincias, muchos casos de doble, triple y hasta cuádruple tributación no sancionados por la Justicia, moratorias y amnistías fiscales pésimamente implementadas y demasiado habituales, muchísimos impuestos sobre el patrimonio y las transacciones, y una falta de resolución sobre el impuesto inflacionario, son solo algunas de las prácticas más dañinas, que sucedieron… Y mucho.
Todo eso es innegable, pero hoy es necesario dar vuelta la página y para hacerlo, como dije anteriormente, una adecuada reforma tributaria es la única forma.
Por eso, de forma desinteresada y frente a la evidencia de cuán difícil resulta el diálogo entre el gobierno central y los gobernadores, desde The 1841 Foundation, fundación que presido, presentamos un documento al gobierno con puntos clave para una reforma tributaria 100% posible y totalmente alineada con la dirección del gobierno actual:
- Idealmente, se reducen los impuestos nacionales de 45 a 4 (en caso de que el gobierno prefiera ir menos a fondo, entonces quedarían vigentes unos 8 o 10).
- No se tocan impuestos provinciales ni municipales (básicamente porque las relaciones entre el Estado Nacional y las Provincias no auguran que se pueda llegar a un nuevo Pacto Fiscal y porque la reforma no se puede dilatar en el tiempo).
- El sistema tributario se basa en IVA e Impuesto a las Ganancias, que son los impuestos menos malos. En otras palabras, se eliminan todos los impuestos sobre el patrimonio y las transacciones (Bienes Personales, Impuesto PAIS, impuesto a los débitos y créditos en cuenta corriente, etc.).
- El sistema contempla bajas automáticas de las alícuotas de ambos impuestos n el caso de que aumente la recaudación en términos reales, se mantenga igual o inclusive baje hasta un 5%. El objetivo último es llegar, con el correr del tiempo, a un impuesto a las ganancias del 20% para todos (flat tax) y que el IVA termine volviendo a ser del 15%.
El esquema propuesto, en otras palabras, además de reducir de manera significativa los impuestos a pagar, algo que es fundamental, genera previsibilidad y seguridad jurídica.
La reforma que pensamos, y que estamos convencidos que Argentina necesita, crea a su vez incentivos para que los pagadores de impuestos cumplan con sus obligaciones tributarias, lo cual va a resultar en un aumento en la recaudación pese a la reducción del esfuerzo fiscal. O, mejor dicho, precisamente como consecuencia de ello.
Recordemos que a medida que los impuestos bajan, aumentan el ahorro, la inversión, la actividad económica en general y el consumo, y obviamente se reduce la informalidad, la evasión. No proponemos reinventar la rueda, sino replicar reformas tributarias como las que en su momento realizaron Estados Unidos (tanto bajo Ronald Reagan como bajo Donald Trump), Irlanda, Islandia, Suecia y Canadá, entre otros.
Ante tanta evidencia empírica, y siendo desde siempre el actual presidente un gran defensor de la Curva de Laffer, es inevitable preguntarnos: ¿Qué sucede en Argentina, que nos cuesta tanto bajar los impuestos?