Como suele suceder con los temas relevantes en la Argentina, la inauguración del Gasoducto de Vaca Muerta fue cruzada por la grieta política y terminó cayendo en una serie de exageraciones. Desde que fue una farsa a que consistió en la obra más importante de los últimos 40 años que nos permitirá alcanzar el autoabastecimiento y poder exportar.
Más allá que la mejora en la infraestructura de transporte energético nacional es innegable, es preciso dimensionar estos beneficios con números concretos para no caer en afirmaciones falaces.
Autoabastecimiento y sustitución de importaciones
Uno de los mitos que trascendió fue que el nuevo gasoducto le permitiría al país llegar a autoabastecerse con gas propio y así dejar de importar tanto gas boliviano como GNL. Lo concreto es que Argentina recién podría sustituir el gas de Bolivia cuando se realice la Reversión del Gasoducto Norte -que incluye la construcción de casi 150 kilómetros de caño- y tendrá que sostener parte de las importaciones de GNL incluso cuando se terminen todas las obras que están en carpeta como el segundo tramo del Néstor Kirchner.
Esto se debe a que Argentina consume casi el doble de gas durante el invierno y, por lo tanto, resulta ineficiente montar un sistema de gasoductos que solamente esté lleno durante tres meses al año. Lo más lógico, por el contrario, es importar ese excedente con un combustible flexible como el GNL y tener un saldo exportable considerable para que una eventual suba de precios internacionales te represente un efecto neutro en la balanza comercial.
De acuerdo a los números de Enarsa, el Estado se ahorrará 4.200 millones de dólares anuales a partir del 2024. Sin embargo, consultores privados consultados por Forbes hablan de un número más acotado.
El cálculo del Gobierno es con los precios del 2022. Dados los precios actuales, el ahorro en la canasta de importación da 1.500 millones anuales. De todos modos, es un gol de media cancha y te permite repagar una obra cara como esta en sólo dos años, explica un experto reconocido en el sector que prefirió mantener el off the record.
Para Daniel Dreizzen, de Ecolatina, contemplando el incremento de capacidad del caño a 22 millones de metros cúbicos día cuando estén operativas las dos plantas compresoras a partir de septiembre, la sustitución de importaciones podría llegar a ser de 3.300 millones de dólares en 2024.
Con los primeros 11 Mm3/d vas a reemplazar combustibles líquidos como gasoil y fueloil para que las centrales termoeléctricas funcionen con gas natural propio que es más barato. Ahí tenés unos 2.200 millones menos aproximadamente. Con los otros 11 Mm3/d, el efecto positivo es en torno a la mitad. Serán 1.100 millones de dólares, ya que ahí se van a usar para reemplazar importaciones menos caras como el gas de Bolivia, explica.
Sea cual fuere el número final, desde Enarsa subrayan que también hay que considerar el hecho de que las importaciones se están pagando en dólares de contado, mientras que el gas local se paga en pesos a 100 días de plazo, una clara ventaja financiera más allá del ahorro en la balanza comercial.
¿Vamos a poder exportar?
El segundo gran mito que promueve la publicidad oficial es que el gasoducto habilitará un fuerte ingreso de divisas por el canal exportador, algo que no será posible hasta que se termine la ampliación del sistema de transporte local con varias obras más que están en carpeta.
Aparte de los flujos que ya se estaban enviando a Chile antes de la terminación de este caño, las ventas regionales de gas a Brasil o al norte del país trasandino recién podrían materializarse cuando se concreten las dos etapas de la Reversión del Gasoducto Norte, ya que la primera sólo sería suficiente para abastecer al mercado local de Córdoba y el noroeste.
Reducción de subsidios
Una de las grandes ventajas que traerá aparejada esta obra, curiosamente, no fue difundida con tanto énfasis por el aparato de comunicación del Gobierno. Se trata del impacto que tendrá tanto en el sistema eléctrico como el gasífero, lo que abaratará notablemente la provisión de ambos servicios y redundará en una menor erogación de subsidios.
Esto se genera porque el Estado cubre la diferencia entre el precio promedio del gas o la electricidad que compra, respecto al valor que lo vende. Con una proporción más alta de productos energéticos importados en esa canasta, el valor que tiene que afrontar el Tesoro es mucho mayor. En cambio, la sustitución de importaciones te genera un abaratamiento promedio del sistema que reduce los gastos públicos en esta materia.
Según Dreizzen, los subsidios en gas podrían reducirse en unos 1.500 millones de dólares, mientras que los de electricidad bajarían en un 80%. Oscar Medina, consultor energético independiente, sitúa el valor a reducir en subsidios eléctricos en el orden de 2.000 millones de dólares con el segundo tramo del gasoducto construido. En tanto, fuentes de Cammesa consultadas por Forbes sostienen que, además, se verá un beneficio económico para las industrias al reducir sus costos energéticos.
Los ahorros son del costo total del sistema, si yo tengo combustibles más baratos, que pueden llegar a maquinas más eficientes, lo que va a ocurrir es que el costo de combustible para abastecer la demanda va a ser menor. Eso, en principio, es un ahorro en el costo global del sistema. El 20% de la demanda eléctrica son grandes usuarios del mercado, que ven una reducción directa en su costo de abastecimiento de energía. Respecto a los consumidores residenciales, lo que va a ocurrir es que, como el costo es el mismo, obviamente ese ahorro se va a ver reflejado en una reducción de aportes del Tesoro al fondo de estabilización que administra Cammesa, puntualizan.
Desde la empresa que regula el mercado eléctrico mayorista aseguran que, en un período de tres años, el ahorro para este sector será de 3.582 millones de dólares, con casi 1.000 millones en 2024 y una reducción del costo monómico del mw/h del 10%.