En un martes negro para los activos argentinos, con acciones que perdieron hasta 8% en Wall Street, el riesgo país volvió a romper el techo de los 700 puntos básicos y enciende luces de alerta que estaban apagadas desde hace algunos meses. Con los bonos de la de deuda recuperándose y un nivel de riesgo que llegó a ubicarse apenas por encima de los 550 puntos a principios del mes pasado, las posibilidades de recuperar el acceso a los mercados y refinanciar la deuda con los acreedores privados se tornaba cada vez más accesible, incluso sin la necesidad urgente de cerrar el acuerdo con el FMI.
Pero esa foto ya cambió y la ansiedad por la falta de la firma con el Fondo se hace sentir cuando el contexto internacional no acompaña. Aunque se atribuye parte del cambio de humor del mercado a eventuales errores no forzados del Gobierno, como enredarse en la siempre confusa discusión sobre el atraso cambiario o echar funcionarios intempestivamente, lo cierto es que la suba de aranceles al acero y aluminio (igual que en 2018) está generando un tembladeral.
Se potencian las dudas sobre la capacidad de la economía argentina de absorber el shock con un tipo de cambio rígido basado en el cepo, que a su vez interfiere en la posibilidad de acumular divisas en el Banco Central.
"Acuerdo demorado, las tarifas Trump, la salida del cepo en 2026, son algunas de las explicaciones que se van a ver. Pero lo importante, siempre, son los fundamentals. Si estos no cambiaron, de mediano la cosa va a ir OK", opinó el economista Franco Tealdi. "En el corto mandan los flujos. Y estos por ahí son más inestables y volátiles. Bastante histéricos, por cierto. Y dependen de muchísimos factores", agregó.
Una prueba de ello es que, paradójicamente, el BCRA no para de comprar dólares. Eso a pesar de la estacionalidad que juega en contra, las quejas sobre el "dólar barato" y la vigencia de los controles. Pero poco y nada queda en las arcas del BCRA.
Es que la dinámica de las reservas entró en un círculo vicioso que sólo podría romperse con una inyección extra de dólares, cualquiera sea su origen. A simple vista, con el riesgo país otra vez por encima de los 700 pb, un anuncio de fondos frescos en el marco del dilatado acuerdo con el Fondo luce oportuno. El entendimiento no solo sería una hoja de ruta algo más explícita de los próximos pasos en materia cambiaria y monetaria sino que despejaría dudas tanto sobre la capacidad de pago de la deuda de la Argentina como de la disponibilidad de dólares para hacerlo, más allá del superávit financiero.
Es el punto donde el perro (la Argentina) se muerde la cola.
"No mejoran las reservas netas. Tampoco las brutas. Desde comienzos de diciembre a pesar de que el BCRA compró más de US$ 2.300 millones las reservas brutas cayeron poco más de US$ 1.900 millones", explicaron en Aurum. Lo notable es que esto se explica mayormente por los pagos de la deuda, aquellos por los que precisamente temen los acreedores. En enero, el Gobierno hizo frente a pagos por poco más de US$ 4.600 millones, entre los compromisos con los bonistas extranjeros y el propio FMI. A principios de la semana pasada, desembolsó otros US$ 640 millones, también para cancelar una obligación con el organismo. Esos pagos hicieron mella en las reservas que acusaron el impacto.
Con un efecto algo menor, los dólares que compra el Central también se escurren por la vía de las intervenciones en los mercados de los dólares financieros para contener la brecha cambiaria. Otro círculo vicioso que plantea, ya desde julio, el dilema entre perder reservas para evitar una corrida o arriesgar una corrida con tal de acumular reservas (que a la larga se perderían en el inevitable intento de frenar la escalada).