Con la llegada de Alberto Fernández a la Casa Rosada también arribaron funcionarios del kirchnerismo, del massismo y de su propio riñón. A este último grupo pertenecía Matías Kulfas, al frente de la cartera productiva hasta junio del año pasado, cuando renunció tras un cruce de Cristina Kirchner. Mientras presenta su último libro, donde analiza el pasado del peronismo para realizar propuestas en este contexto, recibió en sus oficinas a Forbes.
- Las discusiones económicas y políticas no parecen muy novedosas en el país. ¿Argentina está discutiendo los mismos problemas desde hace décadas?
- Sí, hay un poco de repetición, porque desde hace 50 años la Argentina está estancada, alternando períodos de crecimiento y crisis. Somos el país que más veces entró en recesión en el mundo en los últimos 50 años. Y estamos encerrados en un péndulo. Por un lado, un modelo liberal financiero que es inviable, porque básicamente deja la mitad de la población afuera del mercado de trabajo y eso genera conflictos sociales. Y la otra punta del péndulo son las políticas distribucionistas, que están asociadas al peronismo, que son políticas que han sido muy potentes para que el país crezca, para distribuir mejor. Pero tienen inconsistencias que hay que resolver. Yo de eso hablo en Un peronismo para el siglo XXI.
- Hay economistas que observan que este será un año difícil para la Argentina, pero que hay motivos para ser optimistas en el mediano y largo plazo. ¿Estás de acuerdo con esta visión?
- Sí, soy muy optimista porque creo que Argentina está incubando un salto productivo exportador que va a despegar. Vamos a terminar con el doble de exportaciones que a principios de la década. ¿Está garantizado? No, podemos arruinarlo.
- No estamos condenados al éxito…
- De ninguna manera, yo rechazo la idea que planteaba el expresidente Duhalde. Pero las condiciones están dadas. La obligación de la política es ordenarse para que eso pueda ser posible. Desde el lugar que me toca, que es el peronismo, tenemos que renovar las ideas. Por un lado, tener un plan productivo que sea acorde al siglo XXI y dejar de seguir pensando en la cabeza del siglo XX. Y, por otro lado, una estabilización. El peronismo tiene que salir de ese diagnóstico equivocado de que la inflación es un problema de la oligopolización de la economía. Si fuera así, ¿qué pasa en Brasil, en España? ¿No hay oligopolios? Tiene que haber un diagnóstico integral, un plan macroeconómico de estabilización, y ahora esto es inexorable. Con dos o tres puntos por mes el gradualismo era una opción, y era la mejor. Con siete, ocho puntos o más por mes la única opción es un plan de estabilización integral y el peronismo tiene experiencia. En mi libro cito el plan del 52 de Perón que bajó la inflación del 50% al 4%. Néstor Kirchner fue un presidente que entendió muy bien la macro y fue muy cuidadoso en lo fiscal y monetario.
- ¿No puede generar cierto temor también la idea de un plan de estabilización, de lo que pueda llegar a sufrir también en el bolsillo de la gente?
- Sí, seguro que una estabilización tiene costos en el corto plazo. Pero justamente me parece que el peronismo es la fuerza política que tiene la capacidad de entender cómo repartir esos costos, que no recaigan solamente sobre los sectores más vulnerables. Y después lo que está demostrado es que las estabilizaciones son reactivantes.
- Dentro de tu optimismo, ¿qué industrias pueden ser clave para los próximos años?
- Por un lado, el complejo metalmecánico y automotriz. En lo que tiene que ver con textil indumentario, hay un conjunto de nichos importantísimos que Argentina tiene que desarrollar con un plan también integral y coherente. No podemos seguir con esto de que un año importamos todo, otro año protegimos todo, hay que buscar un equilibrio. El sector forestal industrial me parece que es un sector que tiene un potencial enorme y se están incubando inversiones. Otro tema clave para discutir es la electromovilidad. Nosotros presentamos un proyecto de ley que no fue tratado y me parece que es clave. Si Argentina no hace una reconversión, es probable que la próxima década se quede sin sector automotriz. Después, obviamente las industrias vinculadas a la minería, petróleo, gas, energías renovables e hidrógeno verde, que va a tener un despegue enorme.
- Mientras ponés el foco en el desarrollo productivo, dentro de tu espacio político hubo críticas vinculadas al cuidado del medioambiente que saboteaban estas actividades.
- Somos los que dimos estas discusiones desde el primer día. Prohibir actividades económicas es absurdo, la buena práctica productiva es encontrar los elementos tecnológicos como para producir cuidando el ambiente. Es lo que se debe hacer y que están haciendo la mayoría de los sectores productivos. La minería tiene un montón de resguardos ambientales, mejoró muchísimo las capacidades de control. El camino es ser cuidadoso con el ambiente produciendo más. En la transición ecológica hablamos de producir autos eléctricos, que van a generar cero contaminación. Bueno, un auto eléctrico demanda cinco veces más cobre que uno convencional, y el litio es un elemento imprescindible para las baterías. Al mismo tiempo, la transición ecológica va a llevar tiempo, algunos dicen 20 años, otros más. En el medio, el gas es el combustible de transición por excelencia, porque es el menos contaminante. Entonces aprovechemos Vaca Muerta y hagamos la transición. Argentina tiene que ser la gran potencia energética de América del Sur y la Patagonia está destinada a ser la Arabia Saudita del hidrógeno verde. No hay ninguna región del mundo que tenga tanta capacidad de generación eléctrica en base a viento.
- Entre exportar litio como materia prima y hacer autos eléctricos, hay bastante en el medio. ¿Cómo se hace para agregar valor, teniendo en cuenta que los principales mercados están lejos y que económicamente tal vez no sea viable exportar baterías o autos a Europa o Asia?
- Por empezar, hay que apostar al mercado sudamericano. Existe un mercado automotriz importante, por lo menos Argentina y Brasil ya tienen esa trayectoria de un régimen automotriz que funciona bien y que se está ampliando. Se pueden sumar Colombia y otros países de la región. ¿Por qué no avanzar lo mismo con la electrificación, que es tendencia mundial? Lo planteamos en 2020, al tiempo lo hizo (Joe) Biden. También China y Europa avanzan en esa dirección. Productivamente, no sé qué tenemos más importante para discutir que un régimen de producción de vehículos eléctricos. Hay que armar una verdadera industria automotriz que avanza hacia la electrificación y radicar inversiones en baterías. Es cierto que del litio a la batería hay un trecho enorme, pero el litio es un imán.
- En tu libro explorás el tema de los distintos peronismos, me detengo sobre el menemismo. ¿Existe una paradoja entre algunos sectores peronistas que se desligan, como si no hubiera sido un gobierno peronista, y a su vez una reivindicación en el último tiempo de sectores de derecha antiperonistas?
- Es cierto, es lo que pasó. Carlos Menem en la década de los 80 era un clásico caudillo peronista ortodoxo del interior, llega a la presidencia con una bandera de salariazo y la revolución productiva, muy afianzada en las tradiciones peronistas. Le estalla la hiperinflación y hace un viraje. Lo prueba por el temor de no poder administrar la crisis y se abraza a lo que el peronismo siempre había rechazado. Por eso genera esta ambigüedad. Fue un gobierno plenamente del Partido Justicialista, no hay ninguna discusión. Estuvo el Grupo de los 8 que se abrió, es cierto. Pero la gran mayoría del peronismo, incluida Cristina Kirchner, que en la constituyente del 94 reivindica la política de estabilización, estaba adentro. Ahora, Argentina hizo una de las reformas neoliberales más fuertes de América Latina. Fue el único país que privatizó prácticamente todo. Hubo una sobreactuación que explica también por qué sectores de derecha hoy reivindican a Carlos Menem. A pesar de que la experiencia terminó mal. No es que vinieron 30 años de crecimiento, en el 98 empezó una recesión, duró cuatro años y estalló de la peor manera.
- ¿Hubo cierta crítica a tu libro y a tu gestión, como si te desmarcaras y no te hicieras cargo de un gobierno del que fuiste parte y que no cumplió las expectativas. ¿Es así?
- Yo no me desmarco, digo lo que dije siempre. Lo que pienso sobre la inflación lo dije siendo ministro: me parece un absurdo plantear que la inflación se combate con control de precios. Mis críticas son las mismas que dije antes y tampoco me estoy desmarcando, estoy planteando lo que dije en su momento. La política energética ya la discutí en mi libro anterior, Los tres kirchnerismos. Hubo una caída sistemática en la producción de petróleo y gas durante los gobiernos de Cristina, en un contexto en el que la demanda de electricidad crecía un 50% y la producción de gas, el principal insumo de electricidad de la generación eléctrica, caía 8% cada año. Entonces, ¿en qué estaban pensando? Porque esto afectó la sostenibilidad de las políticas. Yo muestro dónde están las piedras, y en vez de decir “veamos cómo esquivar la piedra” se enojan con el que la señala. Eso me parece nocivo.
- Desde el gobierno suelen mencionar los problemas externos que tuvieron, como la herencia, la pandemia y la sequía. ¿Los complicó más eso o la falta de acuerdos y las internas del gobierno?
- Los problemas que existieron son gravísimos, a mí me sorprende muchas veces que se analiza como si hubiera transcurrido una situación normal. Fue una catástrofe lo que pasó. Ahora, de todos los flagelos, la interna fue uno de los más graves. Vos podés tener un montón de problemas con un gobierno cohesionado y tiene más capacidad para enfrentarlo. Por ejemplo, la crisis que se gestó el año pasado, entre la salida de Batakis y la llegada de Massa, fue autoinfligida, no había fundamento para eso. Ocurrió por la crisis política, donde Alberto ni avanzó con sus convicciones ni pactó con Cristina. Frente a esa anomia se generó una situación de corrida y después se ordenó con la llegada de Massa, pero el daño ya estaba hecho.
- ¿Qué te hubiera gustado que sucediera? ¿Te hubiera gustado que Alberto rompiera con Cristina?
- Voy a usar una frase de José Natanson, que dice que pareciera que no hay solución kirchnerista para los problemas de Argentina. Yo creo que es así. Cuando Cristina dice hay que hacer un plan, está diciendo que no tiene un plan. Cuando hace críticas, en general hace referencia a 2014, donde el contexto era distinto, había US$ 30.000 millones de reservas. Además, no era una Argentina para destacar especialmente, de hecho ganó Macri al poco tiempo. Claramente Cristina y el cristinismo no tienen una solución a estos problemas, y ahí pienso que Alberto debió haber avanzado más con una política distinta. Sobre todo en lo energético, que es decisivo en este contexto. Fijate lo que pasó con Vaca Muerta: había que dar una regla cambiaria clara, porque está probado que tiene un altísimo potencial. Hubo un proyecto de Nielsen, después otro mío. No prosperaron y empezaron sectores del Patria y de La Cámpora a discutir otro que jamás se pudo tratar en el Congreso. Perdimos un tiempo de oro; por ahí, con una regla cambiaria muy clara, con dos o tres definiciones, hubiésemos tenido mucha más inversión. En lugar de eso tuvimos un sector energético que perdió US$12.000 millones y era un sector que tenía que darte divisas.
- Estas diferencias estaban expuestas casi desde la campaña de 2019, no fueron sorpresivas.
- Estaba estudiado, es un error no haber avanzado. La Secretaría de Energía pertenecía al Ministerio que yo conducía. En agosto de 2020 la interna estaba explotando, me planté, dije que se hacía lo que yo decía o me iba. La solución fue que pasara a Economía. Y a Guzmán le pasó exactamente lo mismo que a mí, porque claramente el problema era la visión equivocada que tiene Cristina y su gente respecto del sector energético. Entonces ese sector no volvió mejor, volvió igual. Igual de mal.
- ¿Qué chances le ves al Frente de Todos estas elecciones?
- El peronismo en general tiene que hacer una renovación y actualización doctrinaria. Es muy difícil que pueda conquistar una mayoría de votos si no discute los temas de fondo, si se insiste en recetas que sabemos que no funcionan. Es importantísimo que haya una PASO donde se puedan discutir estas cosas. Si va a plantear más de lo mismo, la veo difícil.
- Con todo lo que hablamos, con las complicaciones externas e internas que hubo, si tenés que calificar el gobierno de Alberto Fernández, ¿qué nota le ponés?
- Alberto Fernández va a ser recordado con el tiempo mucho mejor de lo que hoy está siendo analizado. Argentina va a salir de esta crisis y cuando veamos que tuvimos una pandemia, Ucrania, la sequía, vamos a decir que bastante bien la llevó Alberto a pesar de todos los flagelos y a pesar de haber tenido un boicot interno muy delicado. Va a llevar tiempo. Hoy me parece que obviamente la gente está enojada, en parte con razón, pero después se va a ver lo positivo que hizo. Fue un presidente honesto; realmente se marcó con claridad que se puede gestionar con honestidad y convicciones. Le faltó eso, dar el paso y avanzar con sus convicciones o negociar con Cristina y lograr una cohesión interna que no tuvo.