El celebrado anuncio oficial de un nuevo acuerdo con el FMI difundido el domingo por la noche, tiene una contracara muy negativa para la economía que el Gobierno debió aceptar con tal de conseguir los tan ansiados desembolsos para las arcas del Banco Central.
Si bien los especialistas sostienen que el “daño colateral” de las medidas consensuadas con el organismo internacional es menor a la alternativa de una devaluación lisa y llana, afectará a dos puntos centrales que suelen ser decisivos en una elección presidencial: la inflación y el nivel de actividad.
“Desde principio de año, producto de la que sequía, sabíamos que el Gobierno iba a tener que tomar la decisión de devaluar o aumentar el cepo. Para bien o para mal, la misma se toma recién llegando a agosto. El encarecimiento de las importaciones vía Impuesto País, busca frenar el nivel de compras al exterior subiendo su precio, al igual que una devaluación tradicional. En este caso, también vamos a ver un alza en la inflación y un menor nivel de actividad”, asegura Claudio Caprarulo, director de la consultora Analytica.
El Palacio de Hacienda tuvo la precaución de segmentar el incremento de alícuotas a las compras externas para dejar exentos a bienes y servicios esenciales para la canasta básica familiar como la salud, la educación, los medicamentos, la energía y los alimentos. No obstante, el grueso del aparato productivo sufrirá una suba de costos por el encarecimiento de diversos insumos que, indefectiblemente, se terminará trasladando a los precios.
“Si bien el impacto es menos generalizado que convalidar un salto del tipo de cambio oficial, la incidencia sobre los precios domésticos no va a ser inocua. Un impuesto a las importaciones, implica aumentar el costo de reposición a los importadores. Significa encarecer bienes o insumos utilizados en procesos productivos”, precisa Santiago Manoukian, de Ecolatina.
En cuanto al efecto sobre la canasta alimentaria, el hecho de haber extendido el dólar diferencial de $340 para exportadores de productos de consumo doméstico como el maíz y el trigo -y ya no la soja-, golpeará de lleno a numerosas cadenas del complejo agroganadero.
“La novedad es incluir al maíz en el dólar agro. Eso te va a impactar en los precios de la carne y los lácteos”, dice Sebastián Menescaldi, de Eco Go, mientras que Manoukian agrega al sector engordador de pollos y de los feedlots, dentro de los perjudicados.
Como explicó Forbes, el objetivo de Massa es mejorar tanto las cuentas externas como las internas. Por un lado, apunta a tranquilizar al mercado y evitar una mayor presión cambiaria al garantizar el ingreso de dólares del FMI, encarecer la compra de divisas a ahorristas, retrasar importaciones y alentar exportaciones del agro retenidas. Por el otro, intenta mejorar los ingresos del fisco con las nuevas alícuotas impositivas, algo que muchos tienen dudas de su resultado final por el correlato que tendrá una menor recaudación por la caída del PBI.
“El interrogante es si será suficiente para restablecer cierta estabilidad en el mercado cambiario y que el Central deje de perder reservas. La recaudación sería 0,33% puntos del PIB por los cinco meses que quedan teniendo en cuenta las medidas vinculadas a encarecer importaciones. El supuesto de 0,8% del PBI que informó el Gobierno podría ser en un año completo”, subrayó Caprarulo.
“Las medidas ofrecen el beneficio de una mayor recaudación vía derechos de exportación e Impuesto País que colaboraría con el esfuerzo fiscal necesario para cumplir con la necesaria reducción del déficit fiscal tras un primer semestre que se mostró muy complejo”, añaden en Ecolatina.
*nota escrita en colaboración con Agustín Maza.