Cien días después de asumir su segundo mandato, el mundo gira en torno a Donald Trump. En Europa, los países se apuran a abastecerse de armas con la esperanza de defender a Ucrania o, tal vez, a sí mismos. En Asia, los fabricantes eligen dónde trasladar sus líneas de producción, sin conocer las nuevas reglas. En Latinoamérica, las masas cansadas, pobres y hacinadas se quedan en casa, percibiendo que las cosas cambiaron en la tierra de la libertad. En Estados Unidos también lo sienten, con la incertidumbre colándose en las instituciones más poderosas: bancos de Wall Street, oficinas del Capitolio, sedes de agencias federales y campus universitarios privados.
Al mismo tiempo, Trump parece más contento que nunca, de regreso en el trono. "Está más tranquilo", afirma Andrew Weiss, quien trabajó en la Organización Trump de 1981 a 2017, "y cuenta con más gente leal". Casi todos quieren elogiarlo. "En sus primeros 100 días, el presidente Trump cumplió cientos de promesas y ya logró sus dos objetivos de campaña más importantes: la seguridad fronteriza y el fin de la inflación", declara la secretaria de prensa, Karoline Leavitt, en un comunicado, exagerando los logros del mandatario en materia de precios.
La realidad muestra que nadie debería sorprenderse por este arranque veloz. Las prioridades de Trump quedaron claras ya en las décadas de 1980 y 1990, cuando el promotor inmobiliario opinaba sobre los temas que más le interesaban. Un ejemplo es el comercio internacional. "No es libre comercio", se burló Trump en 1988. "Si alguna vez van a Japón ahora mismo e intentan vender algo, olvídense". Usó un tono similar cuando habló sobre el gasto en defensa. "Haría que nuestros aliados paguen lo que les corresponde", dijo. También insinuó sus ideas sobre inmigración. Le comentó a un socio que Estados Unidos no se convertiría en una nación con mayoría de minorías. "Nunca sucederá", aseguró. "No vamos a convertirnos en Sudáfrica", enfatizó.
Con Trump de nuevo en la Casa Blanca, los temas que durante tanto tiempo impulsó ahora dominan la agenda nacional. "Son cosas fundamentales en las que cree y ha creído durante tres o cuatro décadas", sostiene Gordon Sondland, exembajador ante la Unión Europea durante el primer mandato de Trump, quien se muestra sorprendido por el ritmo de este segundo arranque. Todo parecería desconcertante si Trump no hubiera sido tan coherente durante tanto tiempo. Si uno descifra los instintos básicos del presidente, sus primeros 100 días se entienden mejor, y los 1362 que restan también.
Lo primero que hace cualquier presidente es rodearse de su gente, y Trump siempre mostró debilidad por otros magnates. "Le encanta relacionarse con gente rica", dice Alan Marcus, consultor de comunicaciones que trabajó con Trump en los '90. "Cree que ser rico significa ser bueno. Rico significa: 'Bueno, es rico, así que tiene razón'". Durante su primer mandato, Trump intentó sumar a Carl Icahn, nombrándolo asesor especial y deslizando que no era necesario que vendiera sus activos. La firma de Icahn terminó siendo investigada por el Departamento de Justicia.
Ahora, Trump eligió otro camino. Nombró a Elon Musk, su mayor donante y el hombre más rico del mundo, como empleado especial del gobierno, un cargo temporal que, en general, permite conservar los activos. Musk integra el selecto grupo de 10 multimillonarios que forman parte de la administración, una cifra inédita. No todos, sin embargo, ocupan cargos para los cuales parecen capacitados. Aunque el cofundador de Tesla se muestra omnipresente, conviene recordar que el presidente lo presentó inicialmente como el encargado de recortar drásticamente el gasto público.
Quienes conocen a Trump de toda la vida dudan de que el presidente realmente quiera pagar los billones de dólares en deudas del país. "Sé cómo ve la deuda: tiene el dinero, ¿para qué voy a pagarla?", afirma Nicholas Ribis, exdirector ejecutivo del imperio de casinos de Trump, conocido por sus quiebras. "No creo que le preocupe tanto el déficit como parece preocuparle a otros".
En cambio, el Departamento de Eficiencia Gubernamental parece listo para enfrentarse a la burocracia. Fiel a su estilo, Trump, irritado desde siempre por las voces independientes, aprovechó su primer viernes en el cargo para limpiar de inspectores generales a varias agencias, cuerpos encargados de controlar el despilfarro, el fraude y el abuso. También recortó la USAID, que destinaba fondos a países pobres. El futuro del Departamento de Educación, por su parte, todavía es incierto. Linda McMahon, esposa del empresario de la WWE Vince McMahon, describió su tarea allí como su "misión final".
Tras reorganizar la administración, Trump miró hacia el escenario internacional. En febrero recibió a Volodymyr Zelenskyy en la Casa Blanca. "O llegan a un acuerdo, o nos vamos", le dijo Trump, mientras las cámaras de televisión transmitían la ruptura de una alianza en plena guerra.
El acuerdo, en este caso, parecía incluir una sociedad para explotar el sector de tierras raras a cambio de apoyo militar. No es la primera vez que Trump plantea un intercambio similar. Durante su primer mandato, intentó condicionar el envío de ayuda militar a Ucrania a cambio de que Zelenskyy anunciara una investigación contra la familia de Joe Biden, lo que derivó en su primer juicio político. Trump lo rechazó. Hoy, más seguro de sí mismo, ofrece otro quid pro quo —tierras raras por asistencia militar— a plena vista, y casi nadie reacciona.
"El típico Trump queriendo marcar la pauta otra vez", comenta Sondland, exembajador ante la Unión Europea. Sondland conoció a Trump en 1988, en la Convención Nacional Republicana, mientras esperaba el ascensor. Se presentó, y Trump lo ignoró. Esa misma noche se volvieron a cruzar en el bar del hotel, donde Sondland estaba acompañado por el gobernador de New Hampshire. "Se sentó y fue muy amable conmigo porque estaba con alguien importante", recuerda.
Así entiende Trump el mundo: hay personas que importan y personas que no. "Es muy transaccional", explica Sondland. "Cuando se trata de otros estados, la primera prioridad siempre es '¿Son una potencia nuclear?'". ¿Por qué rescatar a un país como Ucrania, sin armas nucleares, si eso puede enfrentar a Estados Unidos con una potencia como Rusia? "Eso siempre es prioritario", sostiene Sondland. "Por eso se trata con tanta cautela a Corea del Norte. Por eso le gustaría hacer algo con Irán antes de que adquiera esa capacidad".
En marzo, Trump desató una guerra comercial global. Una vez más, las lecciones de su primer mandato resultaron clave. Al principio, Trump no tenía claro hasta qué punto podía imponer aranceles, dado que el Congreso había manejado durante mucho tiempo los acuerdos comerciales, cuenta el exsecretario de Comercio Wilbur Ross. Para avanzar, el gobierno argumentó razones de seguridad nacional y logró que la Casa Blanca se impusiera en los tribunales.
Así, Trump terminó manejando en solitario una guerra comercial de gran alcance durante su segundo mandato, sembrando inestabilidad en los mercados globales. Para justificar los nuevos aranceles, el presidente apeló a su estrategia de venta, llamándolos "recíprocos". Sin embargo, los aranceles no coinciden con los que otros países imponen a Estados Unidos, sino que reflejan el déficit comercial bilateral. "Me parece que la fórmula en particular", comenta Ross, "no mide realmente lo que creen que mide".
Trump, que nunca se destacó por los matices, avanza a paso firme, sacudiendo los mercados por billones de dólares. Así es la vida en el nuevo Estados Unidos de Trump, donde cada día se abre una nueva batalla en la Casa Blanca. "El mejor vendedor del mundo", resume Ribis, el exejecutivo de casinos. Sin embargo, la verdadera prueba para Trump será lo que viene. ¿Puede un hombre que construyó su carrera política sobre los agravios, convencido de que el mundo entero estafa a Estados Unidos, pasar a construir soluciones? Por ahora, el mercado muestra dudas. "La razón por la que los mercados están tan nerviosos ahora mismo es que no está claro si hay un final", señala Ross. "Y si lo hay, ¿cuál será? ¿Cómo se verá el mundo?", se pregunta.
*Con información de Forbes US.