Las reglas del contagio: en qué se parecen la crisis de 2008 y la de 2020
Fragmento de 'Las reglas del contagio', el libro del epidemiólogo Adam Kucharski que compara la crisis de 2008 con las de 2020. Cómo se viraliza el pánico. Y cómo frenarlo.

Un sábado a la mañana en marzo de 2003, un grupo de expertos se reunió en la sede de la OMS en Ginebra para hablar sobre una infección que se había detectado recientemente en Asia. La OMS estaba por anunciarle la amenaza al mundo, pero primero tenía que ponerle un nombre. Se decidieron por “Síndrome respiratorio agudo severo” (SARS, por sus siglas en inglés).

La epidemia de SARS dejaría más de 8.000 casos y cientos de muertos en varios continentes. Pese a quedar bajo control en junio de 2003, se calcula que causó US$ 40.000 millones en daños en todo el mundo, no solo por el costo directo de tratar los casos, sino también por el impacto económico del cierre de locales de trabajo, el vaciamiento de hoteles y la paralización del comercio.

Para Andy Harlane, hoy economista jefe del Banco de Inglaterra, los efectos de la epidemia de SARS se pueden comparar con los de la crisis financiera de 2008. “Las semejanzas llaman la atención”, afirmó en un discurso que dio en 2009. “Surge un evento externo. El sistema queda tomado por el miedo. Los daños colaterales resultantes son amplios y profundos”.

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Haldane sugirió que la gente suele reaccionar a un brote de dos formas: huyendo o escondiéndose. En el caso de una enfermedad contagiosa, huir significa irse de una zona afectada con la esperanza de evitar el contagio. Esa reacción también se puede dar en las finanzas: ante un colapso, los inversores pueden recortar sus pérdidas y liquidar activos, lo que baja todavía más los precios.

Ante un brote, mucha gente también se “esconde”: evita situaciones donde podría contagiarse. En las finanzas, los bancos pueden esconderse juntando plata en vez de arriesgarse a prestársela a otras instituciones. En el caso de la gente, esconderse tiene un costo pero suele ayudar a frenar el contagio; en cambio, cuando los bancos juntan plata, pueden agravar los problemas, como pasó con la escasez de crédito que golpeó a las economías antes de la crisis de 2008. 

Esa crisis no fue la primera vez en la que Haldane pensó sobre el contagio en los sistemas financieros. “Me acuerdo de que en 2004 y 2005 estaba escribiendo una nota en la que afirmaba que habíamos llegado a la era del 'riesgo supersistémico' por ese tipo de infecciones”. En la nota, Haldane sugería que la red financiera podría ser sólida en ciertas situaciones y fragilísima en otras. Es una idea muy consolidada en la ecología: la estructura de una red puede volverla resistente a shocks menores, pero esa misma estructura puede exponerla a un colapso total si queda bajo suficiente tensión. “La idea era que toda la integración reducía la probabilidad de minicolapsos”, afirmó Haldane, “pero aumentaba la probabilidad de uno grande”.

Tras la quiebra de Lehman Brothers, la industria bancaria comenzó a pensar la situación como si fuera una epidemia. Según Haldane, era la única forma de explicar lo que había pasado. “No se podía explicar por qué Lehman había hecho colapsar el sistema financiero sin hablar de un contagio”.

Un banco grande como Lehman Brothers podía propagar el contagio rápidamente; cuando quebró, tenía relaciones comerciales con más de un millón de contrapartes. “Estaba metido en una maraña de exposiciones ?derivados y caja? y nadie tenía ni idea de quién le debía qué a quién”, declaró Haldane. La red financiera internacional había acercado al mundo durante las décadas del noventa y la primera del siglo XXI; para 2008, cada país estaba a uno o dos pasos de la crisis de otro.

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El epidemiólogo matemático Nim Arinaminpathy señaló que las redes de crédito eran tan solo uno de varios problemas que había en 2008. “Es casi como el VIH”, afirmó. “Hay transmisión por contactos sexuales, por intercambio de agujas o transfusiones de sangre. Hay varias formas de transmisión”. En las finanzas, el contagio también se puede dar desde varias fuentes. “No solo por relaciones crediticias, sino también por activos compartidos y otras exposiciones”.

Una idea vigente hace tiempo en las finanzas es que los bancos pueden diversificarse para reducir su riesgo. Tener muchas inversiones distintas hace que los riesgos se anulen entre sí, lo que aumenta la estabilidad del banco. En los meses previos a 2008, la mayoría de los bancos pensaba sus inversiones de esa manera. También pensaban igual: buscaban los mismos tipos de activos e inversiones. Aunque cada uno había diversificado sus inversiones, en conjunto no presentaban mucha variedad.

¿Por qué hacían eso? Durante la Gran Depresión, el economista John Maynard Keynes observó que había un incentivo muy fuerte a imitar a la multitud. “Lamentablemente, un banquero sensato no es el que anticipa y evita el peligro”, escribió Keynes, “sino el que, cuando queda arruinado, lo hace de forma convencional junto a sus colegas, para que nadie pueda echarle la culpa”. Cuando muchos bancos invierten en el mismo activo, se crea una posible vía de contagio entre ellos. Si estalla una crisis y un banco comienza a liquidar sus activos, afectará a todas las demás empresas que hayan invertido en ellos. Cuanto más diversifiquen sus inversiones los grandes bancos, más oportunidades de contagio compartido surgen.

En febrero de 2009, el inversor Warren Buffett usó su carta anual a los accionistas para advertirles acerca de la “red temible de codependencia” entre los grandes bancos. “Los participantes que quieran evitar problemas enfrentan el mismo problema que los que quieren evitar una enfermedad venérea”, escribió Buffett. “No se trata de solo de con quién uno se acuesta, sino también de con quién se acuesta esa persona”. Buffett sugirió que además de poner en peligro a instituciones supuestamente cautelosas, la estructura de red también podía incentivar la mala conducta. Si el Gobierno tenía que intervenir y ayudar en una crisis, las primeras empresas que recibirían ayuda serían las capaces de contagiar a muchas. “Siguiendo con nuestra metáfora, acostarse con cualquiera puede ser útil para los grandes operadores de derivados porque les garantiza que el Gobierno los ayude si surgen problemas”.

Autor: Adam Kucharksi y Forbes Digital Covers

Traducción: Santiago Farrell

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