1. Te aburrís muchísimo
Uno de los síntomas que mejor reflejan que tu trabajo es demasiado simple para vos es el aburrimiento constante que te acompaña desde que entrás por la puerta de tu empresa y comenzás a hacer tu trabajo.
Que te aburras no quiere decir que no hagas nada y estés de brazos cruzados, podés aburrirte de hacer cada día lo mismo, cosas tan sencillas y básicas que te aburren demasiado.
2. Hacés tu trabajo de forma mecánica
Llegás a tu puesto cada mañana y realizás tus tareas de una forma instintiva y mecánica, sin pensar siquiera en lo que estás haciendo. Ni siquiera te das cuenta de lo monótono que es todo hasta que lo ves con un poco de perspectiva.
3. Notás que no tenés retos ni motivaciones
No te plantean nuevos proyectos, ni retos, ni nada. Y si lo hacen, para vos son nimiedades que resolvés en un abrir y cerrar de ojos. Podrías aspirar a muchísimo más, todos necesitamos retos que superar y metas a las que llegar para sentirnos valorados y útiles.
4. Te mantenés estático con los años
Pasan los meses, los años? y te mantenés igual. No te dejan asumir responsabilidades, no ascendés y además tu sueldo está congelado.
5. No tenés ganas de ir a trabajar
Esto no es más que una consecuencia de los cuatro puntos anteriores juntos. Perdiste la ilusión (o nunca la tuviste) y cada día que te levantás para ir a tu trabajo es un suplicio. Lo que está claro es que no estás en un lugar adaptado a todo lo que valés y a todas las capacidades que tenés, así que luchá por mejorar y optar a un puesto mejor.
*Nota publicada en Forbes España