Hay un sector que suele quedar olvidado cuando se menciona el potencial de desarrollar Vaca Muerta y, curiosamente, es el que mayor valor puede aportar. Esta industria puede llegar a multiplicar hasta por seis el precio del gas, atraer inversiones por 10.000 millones de dólares y generar exportaciones por 4.000 millones anuales.
“Si haces urea y metanol, multiplicás por tres el valor del gas. Si lo exportás como plástico, lo vendés seis veces más caro. Y ya si vendés el lateral de un auto, lo multiplicás por 12”, afirma Jorge de Zavaleta, Director Ejecutivo de la Cámara de la Industria Química y Petroquímica, en diálogo con Forbes.
Considerada como “la madre de industrias” por el desarrollo de una amplia cadena productiva con mano de obra altamente calificada, la petroquímica argentina tiene todo para meterse en la mesa de los grandes jugadores globales en un mundo que demanda estos productos y busca diversificar sus proveedores bajo el concepto de friendshoring, luego de los riesgos que puso de manifiesto la guerra en Ucrania.
El ejemplo de Estados Unidos es notable. Desde que desarrolló el shale gas hace poco más de 10 años, el mismo tipo que tiene Argentina con Vaca Muerta, su industria petroquímica atravesó un boom inédito con inversiones por más de 200.000 millones de dólares.
“En Estados Unidos, la petroquímica estaba de remate antes del shale por el alto costo de gas que tenían que pagar. Cuando lo lograron poner en valor, entre 2010 y 2018, se lanzaron 266 proyectos, generaron un superávit de 30.000 de dólares en la balanza petroquímica y crearon 780.000 nuevos puestos de trabajo”, explica Zavaleta.
Lógicamente, en Argentina el crecimiento sería más acotado, pero tiene una buena cuota de mercado por conquistar. Sólo pensando en el mercado local, Argentina consume 2 millones de toneladas de urea y produce 1,3 millones. Es decir, importa el resto. Brasil consume 7 millones de toneladas y no tiene producción. Y la tasa de demanda de productos petroquímicos crece muy por encima de la economía mundial.
“Estados Unidos está llegando a un máximo de producción. Argentina tiene su lugar como jugador de segunda línea. Sólo con 3 o 4 proyectos claves, podemos exportar 4.000 millones de dólares al 2030. Y eso se puede duplicar hacia el futuro porque el mundo va a seguir necesitando de productos petroquímicos. No tienen reemplazo en este contexto de transición energética”, dice el referente de la cámara sectorial.
¿Cuáles son los principales productos a exportar?
Actualmente, el 50% de la comida que se produce en el mundo utiliza fertilizantes minerales. De ahí que la urea granulada, que se produce en base al metano, es de los productos con mayor demanda. De hecho, cuando se construye la planta de Profértil en Bahía Blanca hace más de 20 años, no sólo fue una de las más grandes a nivel mundial, sino que desde el principio dejó un espacio reservado para una ampliación que nunca se pudo concretar por los problemas económicos del país.
“El proyecto de urea no hace falta pensarlo, hay que ejecutarlo. Nos sobra materia prima, la ampliación de nuestra planta necesita apenas 2,5 millones de m3 día de gas, cuando cada uno de los tres trenes de exportación de GNL del proyecto YPF-Petronas va a mandar 25 millones. Y tenemos precios muy competitivos similares a los de Estados Unidos y Canadá”, indica Marcos Sabelli, CEO de Profértil.
Otro de los vectores con gran potencial son el propano y el butano, líquidos que se usan para el GLP de las garrafas y podrían exportarse a toda la región, donde la gran mayoría de los países se abastece de gas de esta manera y no por gas de redes como en Argentina.
El mismo tiempo, sería una solución para la propia industria del Oil & Gas, que no sabe qué hacer cuando separa “la parte húmeda” del gas. “Hay una cantidad de líquidos que tienen economía de escala para industrializarlos, pero necesitan infraestructura para transportarlos. En Mega tenemos 38 a 40 millones de metros cúbicos. Le sacamos el 18% de los líquidos, lo devolvemos a los caños troncales y nos quedamos con esos líquidos. Lo lógico sería hacer un poliducto y poner una planta de fraccionamiento en algún lugar exportable”, sostiene Andrés Scarone, CEO de Compañía Mega.
El tercer gran player de la industria petroquímica nacional es Dow, que se especializa en la producción de etano, insumo principal para uno de los plásticos más consumidos en el mundo: el polietileno.
“La expansión de Bahía Blanca siempre estuvo en carpeta. El mercado de polietileno crece entre 1,2% y 1,4% todos los años. Tenemos demanda. La estrategia es descarbonizar y crecer. Estamos haciendo una inversión de 7.000 millones de dólares en Canadá que queremos replicar acá. Vamos a tener que esperar a que Canadá empiece a operar, pero soy muy optimista hacia adelante”, manifestó Matías Campodónico, CEO de la empresa.
¿Qué falta para que se concreten?
Como siempre, la respuesta a la pregunta de por qué la Argentina no concreta las posibilidades productivas que tiene, está en la macroeconomía. Los proyectos petroquímicos, al requerir mucho capital, necesitan de una tasa de financiamiento competitiva. Al mismo tiempo, las inversiones suelen venir de firmas internacionales que pretenden, como mínimo, poder retirar sus utilidades.
“Con el cepo es imposible cualquier proyecto. Necesitamos una macro ordenada, reglas claras, un precio de gas competitivo y una baja huella de carbono. Lo primero lo podemos encontrar con el RIGI. Lo segundo, cuanto más desarrollemos Vaca Muerta, mejores costos vamos a tener. Por eso el proyecto de GNL nos ayuda, nos da escala. Y en lo último estamos trabajando para lograr esa sostenibilidad que pide el mundo. Lo que nos dicen los inversores es: 'la plata está, pero ustedes tienen que hacer los deberes'”, dice Zavaleta.