Juan Germano es politólogo y uno de los socios fundadores de Isonomía Consultores, una de las más reconocidas del país en su rubro. Lidia día a día con los problemas propios del rubro, por los que suelen recibir críticas los encuestadores. ¿Por qué es tan difícil hoy entender lo que piensa y siente la gente? El profesor universitario recibió en sus oficinas a Forbes y analizó la actual coyuntura del país de cara a las elecciones.
- Pasó más de un 80% del mandato de Alberto Fernández. ¿Qué balance hacés?
- Fue muy eficaz para ganar una elección, con decisiones políticas interesantes y arriesgadas. Pero nunca logró resolver las diferencias conceptuales e ideológicas que tuvo la coalición. Es innegable que hubo una pandemia y tenés que poner las consecuencias de la guerra. De todas formas, fue un gobierno que terminó dejando disconformes a buena parte de sus votantes duros y blandos, y que confirmó las dudas que podían tener buena parte de los votantes opositores. También dio como resultado el surgimiento de terceras fuerzas como Javier Milei.
- De lo que sucede en la Argentina, ¿qué cuestiones son particulares del país y cuáles se ven en otros lugares?
- Con matices, veo una matriz común que es desencanto, apatía, alejamiento o baja de consumo de medios. Hay ciudadanos a los que nada de lo que pasa en la arena pública les influye en su metro cuadrado. Hay una disociación de “me duele mi país, pero me mostrás lo que pasa y no me cambia, entonces me cuido”. Ahí arranca un proceso súper interesante. Antes decíamos que se informaban por redes sociales. Pero ahora las redes muestran lo que a vos te gusta, se da una retroalimentación peligrosa: no me gusta la política, entonces me muestran a Messi, perros y gatos. Se da una desconexión. Yo lo llamo el votante plataforma, que se fue a ver Netflix. Le duele el país, tiene una desilusión gigantesca, pero va a ir a votar. Es un proceso global, pero está potenciado en Argentina.
- ¿Es más difícil llegar con las encuestas a este perfil?
- El gran problema del mundo con las investigaciones no es tanto que la gente rechaza más la encuesta , sino que se parecen menos a los que contestan. Entonces, la política y los analistas estamos observando por ahí al 80% de los argentinos. Y hay un 20% que está al menos invisibilizado, borroso. No sabemos para dónde va, qué le pasa, qué le duele, cómo reacciona.
- ¿Es una cuestión de clases o es transversal?
- Es transversal. Si fuese de clases sería más fácil de resolver. Hay algo de etario, tiene que ver con los jóvenes. Pero tenés muchísimos de más de 50 años que se cansaron de Argentina. Estoy obsesionado con intentar entenderlos. No es fácil. Estamos haciendo un montón de procesos de investigación para poder identificar a ese votante plataforma. Parte se resuelve con metodología, con más trabajos presenciales, que son más caros y lentos. O con incentivos económicos para que respondan. Pero no pasa solo en Argentina, le pasa al mundo.
- ¿Cómo convive el votante plataforma con la grieta?
- La gran duda es cómo se sienten con la grieta. Hay ciertos liderazgos que se potenciaron, que llamo nítidos. Casi que no tenés ni que preguntarle qué piensa sobre un tema y sabés dónde está ubicada esa persona. Los Patricia Bullrich, Javier Milei, Cristina Kirchner, Mauricio Macri. Después hay otro tipo de liderazgos más abarcadores: Massa, Alberto, Rodríguez Larreta, el Macri de 2015. Esos votantes plataforma no sé si prefieren liderazgos más tranquilos o buscan nitidez. En 2015, Massa, Scioli y Macri eran estos tipos de liderazgos más catch all. Se parecían un montón, cada uno en su lugar. Hoy no es tan claro cuál es el tipo de liderazgo que demanda la ciudadanía. Pareciese que hay más demanda por liderazgos nítidos. Así como hay minorías intensas muy ruidosas, también hay una minoría muy silenciosa.
- En mayo de 2019, Cristina Kirchner anunció la candidatura de Alberto Fernández y cambió el escenario. ¿Estamos a tiempo de un cisne negro?
- Hay una duda sobre si las dos grandes coaliciones logran sortear sus diferencias internas y mantenerse. Lo que podría cambiar el escenario es que se rompa alguna de las dos coaliciones y tal vez genere que se rompa la otra. Todas tienen incentivo para mantenerse. No pareciese que haya demasiado espacio para grandes sorpresas. La sorpresa ya ocurrió: hay tres espacios políticos en Argentina. Eso no existía hace cuatro o dos años. No digo que sean tres tercios idénticos, pero Milei antes no estaba. Va a generar una elección menos polarizada, más parecido a 2015.
- ¿Qué efectos ya produjo la irrupción de Milei?
- Yo digo, mitad en broma, mitad en serio, que un Milei de 5 puntos era como de consumo irónico. Un Milei de 10 o 12 puntos era un problema para Juntos por el Cambio. Un Milei de 15 o 18 puntos es un problema para todos. Hay un corrimiento a la derecha, entre comillas, de la ciudadanía. Puede ser por el cansancio y por la falta de resultados. No es un corrimiento lo suficientemente masivo como para que los fundamentos del liberalismo sean un atractivo electoral per sé. Milei encarna un cansancio y un enojo que tiene buena parte de la ciudadanía.
- ¿Hay más gente que se autodenomina “de derecha” que antes, por más que no haya cambiado sus ideas?
- Sí. Hay más libertad para clasificarte de derecha. Hace 10 años era impensable, todos eran de centro. Milei sigue estando a la derecha del promedio nacional, el corrimiento no fue tan grande. Es más, el votante de Juntos por el Cambio, en la autopercepción, está a la derecha del votante de Milei. Porque el votante de Milei ha mutado. Primero eran menores de 25 años de grandes centros urbanos en hogares profesionales. Ahora cayó ahí y creció en periferias, en hogares típicamente medios bajos. Ese votante, cuando preguntás cómo se autopercibe, es más de centroizquierda, quiere un Estado presente. Sin embargo, está eligiendo a Milei.
- ¿Cuáles pueden ser las ventajas y desventajas de ir a PASO competitivas? ¿Existe un riesgo de una tensión grande?
- En general, cuando tenés una primaria real y competitiva, el espacio se ve beneficiado. Pero está la probabilidad de que la disputa política empiece a ir al fleje. Lo vimos con Aníbal Fernández y Julián Domínguez en la provincia de Buenos Aires en 2015. También tenés una primaria competitiva como Santilli y Manes en 2021, que después terminó muy ordenada. Conceptualmente las primarias te amplían, pero pueden ser peligrosas. Tanto en el peronismo como en Juntos por el Cambio se ven claras diferencias entre los potenciales candidatos. Ahora, las diferencias públicas entre los líderes no son todavía tan profundas entre los votantes. La diferencia de formas entre Larreta y Bullrich no es tan abismal en sus simpatizantes. Y cuando vas a tus equipos técnicos tampoco. Claro, en sus equipos técnicos encontrás mucho consenso. Es una tensión que tendrán que manejar, el problema es cuando te volvés dicotómico. Cuando es de suma cero: para que suba mi candidato tiene que bajar el otro dentro de la interna.
- ¿Está perdido este año para la Argentina?
- No perdido, pero sí este y el que viene van a ser muy difíciles. Económica y socialmente. Estás en un proceso de finalización de un periodo que lleva acumulados muchos años de frustración, con inflación creciente, con la imposibilidad de crear empleo privado formal. Hay un proceso novedoso en la Argentina: ser empleado formal no te inhabilita para ser pobre. Y cualquiera sea el que gane, con las decisiones políticas que se tomen, 2024 va a ser un año con conflictividad social y descontento popular. La luna de miel va a ser muy corta. Cualquiera que gane, con cualquier plan, tendrá legitimidad baja.
- ¿Podrá existir alguna dinámica de cooperación entre las fuerzas políticas?
- Soy optimista. Estamos llegando a un lugar en el que no podés pedir plata afuera, tenés una inflación que no resolvés, hay un déficit fiscal inmanejable. Eso pone el sistema contra la pared y abre la posibilidad de cierta negociación. Por supuesto que dependerá mucho de quien gane. Si llega a ganar Juntos por el Cambio va a tener un plafón político en el Congreso único en la democracia. Ese peso legislativo es lo que te permite avanzar con más velocidad en ciertas reformas.