Una vez que hayas establecido la combinación adecuada de asignación de activos para tu tolerancia al riesgo, horizonte temporal y necesidades y objetivos de inversión, el siguiente paso es la implementación: elegir tus inversiones.
Al seleccionar inversiones para tu cartera, una de las primeras decisiones que tomarás como inversionista es decidir entre estrategias de inversión activas o pasivas. Comprender las posibles ventajas y desventajas de ambos estilos de inversión, así como la importancia de tener una cartera diversificada, puede ayudarte a determinar si implementar un enfoque de inversión activo o pasivo, y cuándo hacerlo.
Inversión activa
El objetivo de la inversión activa es "ganarle al mercado" o superar un punto de referencia dado. Las decisiones de inversión activa a menudo se basan en una investigación y un análisis rigurosos de un activo. Otros factores que pueden influir en la decisión de un inversionista activo de comprar o vender una inversión en particular incluyen las tendencias del mercado, la economía y el clima político.
A diferencia de un fondo indexado, que está diseñado para reflejar la composición y los rendimientos de un índice, un fondo mutuo administrado activamente buscará generar rendimientos que sean diferentes a los del índice de referencia.
Con la inversión activa, los administradores de cartera y los inversores no están obligados a tener ciertas acciones y bonos, lo que significa que no solo tienen un conjunto de oportunidades más amplio para elegir, sino que también pueden beneficiarse de oportunidades comerciales a corto plazo.
A su vez, a diferencia de las estrategias pasivas, que van y vienen con un mercado, los inversores activos pueden gestionar su exposición al riesgo evitando o vendiendo determinadas participaciones y segmentos del mercado. Además, algunos administradores activos pueden usar ventas cortas, opciones de venta y otras estrategias para protegerse contra el riesgo.
Las estrategias gestionadas activamente se pueden adaptar a las necesidades particulares de los inversores, como la eficiencia fiscal. Por ejemplo, una cartera gestionada activamente puede generar pérdidas fiscales mediante la venta de inversiones de bajo rendimiento para compensar el impuesto sobre las ganancias de capital de las de rendimiento superior.
Las carteras administradas activamente generalmente tienen tarifas más altas que las carteras pasivas. Esto se debe a que estás pagando por la experiencia de un administrador de dinero profesional para seleccionar inversiones y monitorear tu cartera.
Sin embargo, incluso las tarifas pequeñas pueden reducir los rendimientos y tener un gran impacto. Esto hace que sea más difícil para los fondos administrados activamente superar constantemente sus puntos de referencia: no es suficiente que un administrador activo simplemente supere el índice, el fondo también debe tener un rendimiento superior por un margen lo suficientemente amplio como para cubrir los gastos.
Una diferencia importante entre la inversión activa y la pasiva es que, con estrategias activas, los inversores tienen una gama más amplia de rendimientos potenciales. Como inversionista activo, si tomás buenas decisiones de inversión, podrías ver un rendimiento mucho mayor que el que obtendrías con una inversión pasiva. Por otro lado, si tus inversiones funcionan mal, también podrías perder más dinero.
La gestión activa realmente puede brillar en tiempos de volatilidad y en ciertos nichos de mercado, como las acciones de mercados emergentes y de pequeñas empresas, donde la información es limitada y los activos no son líquidos.
Inversión pasiva
El objetivo de la inversión pasiva es igualar el rendimiento de un índice o punto de referencia, en lugar de superarlo. La inversión pasiva es más un enfoque de comprar y mantener con una rotación limitada, lo que mantiene los costos bajos.
Una de las formas más comunes de invertir pasivamente es comprar fondos indexados, que están diseñados para seguir el desempeño de un índice en particular. Los administradores pasivos simplemente buscan poseer todos los activos subyacentes en un índice de mercado dado, en proporción al índice.
Las estrategias pasivas han ganado popularidad en los últimos años, ya que la investigación muestra que una estrategia comparativa pasiva puede generar rendimientos sólidos, pero con tarifas más bajas y menos esfuerzo que un enfoque administrado activamente.
Las tarifas son generalmente más bajas para los fondos administrados pasivamente porque hay menos gastos generales. Nadie está eligiendo inversiones activamente, y no hay necesidad de analizar las posiciones de referencia. A su vez, los inversores suelen saber qué acciones o bonos se mantienen en una inversión indexada.
En tanto, la mayoría de los fondos indexados no generan un gran impuesto anual sobre las ganancias de capital porque no se negocian con frecuencia.
Sin embargo, uno de los principales inconvenientes de las carteras gestionadas pasivamente es que tenés menos control sobre tus inversiones, porque normalmente invertís en una selección predeterminada de valores. Esto significa que no podrás hacer ajustes si ciertos sectores o empresas se vuelven demasiado riesgosos o tienen un desempeño deficiente.
Con la inversión pasiva, ganás lo que gana el mercado, según el punto de referencia que elijas. Esto significa que participás plenamente en una recuperación del mercado, pero también participás plenamente en las pérdidas cuando el mercado baja.
Las estrategias pasivas generalmente se recomiendan si tenés un horizonte de tiempo más prolongado o te encontrás en una situación en la que deseás minimizar las tarifas.
Ni las estrategias de inversión activas ni las pasivas se excluyen mutuamente, por lo que podés tener una combinación de cada una en tu cartera total.
*Nota publicada en Forbes US