Mientras el total de la economía argentina cayó un 3,2% interanual en febrero, la industria manufacturera lo hizo en un 9,9% y se derrumbó un 21,2% en marzo, en uno de sus peores comienzos de año de las últimas décadas.
Entre el temor de una apertura importadora que agudice este escenario y la ilusión de poder subirse al éxito de Vaca Muerta, el campo y la minería como proveedor de insumos, el sector más importante de la actividad económica nacional se debate cómo reconfigurarse en la era Milei.
Los más optimistas aseguran que en abril se empezó a observar un rebote en algunos rubros y ponen como ejemplo los datos publicados por la industria automotriz que marcan un incremento de patentamientos del 26,7% en relación a marzo.
"Estamos dejando atrás meses difíciles. Se empiezan a observar mejores indicadores que esperemos se consoliden. Nos estamos juntando con los bancos y también con el Gobierno para recuperar el financiamiento. También hay factores claves como el aumento de salarios, la baja de la inflación y medidas de estímulo por parte del Estado, como la eliminación del CETA, para usados, y de aranceles para 0Km, que nos indican que vamos a un mercado de crecimiento. De esta coyuntura no se sale de golpe, será gradual y el sector ya empezó a transitar esa recuperación", afirmó el presidente de ACARA, Sebastián Beato.
Del mismo modo, en diálogo con Forbes, empresas fabricantes coincidieron que “abril fue el piso” y que “ya se está viendo un crecimiento”, aunque reconocen que el 2024 terminará con una caída interanual de entre el 15% y el 20%. “Con la baja de tasas y reducciones de precios debería empezar a moverse y generar más actividad”, subrayaron.
Dentro del mundo pyme, si bien hay esperanza en el mediano plazo, persiste el temor por cómo sobrellevar este contexto recesivo y piden medidas concretas al Gobierno. “Ya adelantamos vacaciones, se hicieron paradas técnicas, recompuso stock, pero todo eso tiene un límite, más no se puede hacer. Dependemos de la reactivación del mercado interno y eso está en veremos. La baja de la inflación sola no reactiva la economía, creemos que faltan algunas medidas complementarias para salir adelante”, manifestaron desde la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).
El incremento del crédito para el consumo y la baja de la carga tributaria son dos de las cuestiones más reclamadas por las entidades fabriles. El primero para incentivar rápidamente las ventas a corto plazo y el segundo para poder competir contra el ingreso de productos importados.
“Será clave la sintonía fina de bajar el costo argentino para que soporte exitosamente la competencia externa. Somos competitivos a medida que nos saquen una mano de encima. Entonces, el horizonte a mediano y largo plazo es bueno. Se supone que si los cambios estructurales funcionan debería haber una inversión importante en la Argentina y eso tendría que traccionar a toda la industria. La gran disyuntiva son los próximos seis meses, cómo transitar este desierto”, dice Pedro Cascales, presidente de CEGLA y secretario de CARMAHE (Cámara Argentina de la Máquina Herramienta y Tecnología para la Producción).
La incertidumbre retrotrae el debate del repunte en forma de V, U o L, donde ya cada vez menos economistas hablan del primer gráfico y se vuelcan más a las otras dos letras. “No hay razones para pensar que el consumo vaya a recuperarse dado que los salarios perdieron mucho y a eso se sumará el riesgo del desempleo que ya lo estamos midiendo. Se está viendo una caída hasta en industrias proveedoras de sectores pujantes como el campo. La maquinaria agrícola, por ejemplo, cayó muchísimo (48,7% interanual en marzo) porque hay mucha incertidumbre”, subrayó Martín Kalos, director de Epyca Consultores.
Para este economista, sólo habrá algunos casos puntuales de éxito en aquellos proveedores mineros, de hidrocarburos, de energías renovables y de sectores de nicho de alto poder adquisitivo, donde incluso la mejora podría llegar a verse en el corto plazo.
En cambio, para el director de Planificación Productiva de Fundar, Daniel Schteingart, el arrastre de estos sectores dinámicos puede ser muy potente para el arco manufacturero en general si se logra una correcta articulación.
“Si tenés un boom en energía y minería, lográs asociar a la industria y si encima bajás carga tributaria con un mercado interno más o menos pujante, podemos hablar de un sendero más auspicioso. El problema es que, como está hoy en el Senado, el RIGI (Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones) tiene un desincentivo a la contratación de proveedores locales y no van a traccionar sobre el aparato productivo local”, sostuvo ante la consulta de Forbes.
“En definitiva, el escenario es heterogéneo. Puede haber industrias muy golpeadas como las dependientes del mercado interno y la protección (textil, indumentaria, calzado o electrónica) y otras con mejores perspectivas como las que tienen salida exportadora”, agregó.