La economía de Estados Unidos atraviesa una etapa inestable. El pánico de corto plazo roza niveles históricos, pero debajo de los titulares sensacionalistas diarios se esconde algo más profundo y preocupante. Para quienes invierten, este momento ofrece oportunidades tácticas, aunque nunca resultó tan importante una postura defensiva clara.
En apenas una semana, los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 años subieron 0,5%, el dólar cayó 3% y el índice S&P 500 retrocedió 7%. Es una combinación poco común: ventas sincronizadas de bonos, dólares y acciones. Algo que solo ocurrió en los peores episodios de tensión financiera de los últimos 25 años, como la crisis de Lehman Brothers en 2008. Aunque los titulares señalan a los algoritmos y a las operaciones de base como responsables, el trasfondo es más grave: el dinero real ya está saliendo. Inversores japoneses y europeos reducen su exposición a Estados Unidos, preocupados por el rumbo político en Washington y por la duda persistente sobre si el estatus de reserva del dólar seguirá siendo intocable.
El oro sube frente a las principales monedas, pero la caída del dólar es el dato más elocuente. No se trata solo de una búsqueda global de refugio. Es un voto de desconfianza hacia los activos estadounidenses. Los inversores no escapan solamente del riesgo. Están escapando del riesgo estadounidense.
Sin embargo, la historia nos recuerda que los mercados suelen rebotar con más fuerza cuando el miedo parece más justificado. El Índice de Sentimiento Bajista AAII registró un crecimiento superior al 50% durante ocho semanas consecutivas, algo sin precedentes en los últimos 35 años. En 10 de los últimos 11 casos de este sentimiento, el S&P 500 subió más del 20% durante el año siguiente. El posicionamiento está desvanecido y los indicadores técnicos están muy sobrevendidos. Un repunte reflejo podría estar a la vuelta de la esquina. Pero no confunda un rebote con un mínimo.
Al ampliar la perspectiva, el panorama macroeconómico se deteriora rápidamente. Los déficits gemelos de Estados Unidos, el fiscal y el de cuenta corriente, están cerca de máximos históricos. Datos recientes sitúan la cifra combinada en torno al 9% del producto interior bruto. No se trata de un error de redondeo. Es un territorio argentino para un país que emite la moneda de reserva mundial. Los tenedores extranjeros de bonos del Tesoro están cada vez más nerviosos. Las expectativas de inflación se disparan. La escasez de mano de obra y los costos de relocalización persisten. Las tasas de participación se niegan a recuperarse. El riesgo de estanflación es real y no desaparecerá sin más.
El oro ya lo está detectando. Rompió definitivamente su línea de tendencia ajustada a la inflación de 45 años. Las entradas globales de ETF son las más fuertes en años. China se está expandiendo a medida que aumentan las tensiones comerciales. ¿La cartera tradicional 60/40? Bajó un 12% desde sus máximos. Para los inversores criados con la idea de que las acciones y los bonos siempre se compensan mutuamente, estas son aguas desconocidas.
Al otro lado del Atlántico, Europa se perfila discretamente como un puerto seguro. Los bonos alemanes bons rinden un punto menos que los bonos del Tesoro. La integración del mercado de capitales avanza, y la eurozona podría ofrecer pronto deuda soberana con calificación AAA. Los responsables políticos europeos están cortejando abiertamente al capital global, y el papel del euro como moneda de reserva está a punto de expandirse si estas reformas continúan. Pero no nos adelantemos; el crecimiento sigue siendo modesto, y las reformas llevan tiempo. Por ahora, Europa es un puerto seguro, no un bote salvavidas; pero el rumbo está claro. El mundo ya no funciona en piloto automático cuando se trata de la supremacía financiera estadounidense.

La Reserva Federal está acorralada. Su presidente, Jerome Powell, lo dejó claro: la estabilidad de precios no es negociable, incluso si eso implica mantener las tasas altas durante más tiempo y arriesgarse a una reacción política negativa. La Fed se enfrenta a una disyuntiva clásica: recortar las tasas para impulsar el crecimiento y arriesgarse a una mayor fuga de capitales, o subir las tasas para defender el dólar y arriesgarse a profundizar la desaceleración. Esta es la estrategia de los mercados emergentes, que ahora se está aplicando en la mayor economía del mundo.
Entonces, ¿dónde deja esto a los inversores? Máxima defensa, ataque táctico:
- Mantenga la exposición a la renta variable cerca del mínimo.
- Maximice la exposición al oro.
- Mantenga el resto en bonos soberanos de alta calidad y duración de corto a intermedio.
- Añadir selectivamente acciones y bonos gubernamentales extranjeros, especialmente de la eurozona y otros países acreedores, cuando el pánico estadounidense ofrece la oportunidad.
A corto plazo, todo apunta a un repunte de alivio. El mercado está profundamente sobrevendido y la confianza se encuentra en extremos. Pero el panorama a largo plazo se define por la inflación persistente, la escasez estructural de mano de obra, el aumento de los riesgos de estanflación y la erosión de los privilegios financieros estadounidenses. El equilibrio estadounidense continúa. Hay que lidiar con el pánico, pero protegerse ante un nuevo paradigma.
*Con información de Forbes US.