Para el mercado, la agenda macro del próximo gobierno parece estar marcada de antemano: atacar el déficit fiscal, estabilizar el tipo de cambio y desindexar la economía para afrontar el gran problema central de reducir la tasa de inflación. Pero, como si la Argentina estuviera en medio de un río torrentoso, el 2024 asoma en la otra orilla con indicios de que la nueva administración que asuma en diciembre tendrá un clima más auspicioso para la estabilización. Con más de 25 años de experiencia en el análisis, consultoría y asesoramiento a empresas locales e internacionales en temas de macroeconomía, Fernando Marengo, economista jefe de BlackToro Global Investments, plantea que Argentina puede contar una mejor historia a partir del próximo año, pero que ese viento de cola también deberá pasar con éxito el tamiz de la política para ser aprovechado.
- ¿Qué tanto le debe esta economía que parece en la cornisa a los efectos de la sequía?
- El shock que Argentina sufrió fuerte este año por la sequía le costó en términos de valor de cosecha US$ 20.000 millones. Ese menor volumen tiene impacto en el sector productivo, pero también en el transporte, en recaudación de impuestos, en la industrialización, en distintos aspectos. Cuando uno compara esta sequía con una de un poco de menor magnitud, como la de 2008-2009, se ve que el impacto es sobre el sector agropecuario, pero que después tiene un derrame y caen también el comercio, la construcción, la industria. Al año siguiente, cuando pasó la sequía, hay fuertes tasas de recuperación, y esto genera dos problemas. El primero es la caída de actividad económica que, si bien está parcialmente compensada por las ansias de los tenedores de pesos de desprenderse de ellos, cuando empecemos a conocer los datos de los próximos meses vamos a empezar a ver una fuerte caída. El otro problema es el de las reservas. Es una economía donde la unidad de cuenta es el dólar, y cuando hay volatilidad, incertidumbre, el refugio es el dólar, consecuencia de la historia de 70 años de estafas y de inflación, pero también de corralito, corralón, pesificación y todo eso. Y sin reservas es todo un desafío, porque si bien la economía ya está con restricciones cambiarias fuertes, control de capitales y limitaciones en la importación de bienes, los dólares no son suficientes. Hoy la gran pregunta es si esto aguanta o no aguanta.
- ¿Y qué escenarios observás para que la macro aguante este segundo semestre?
- Básicamente se abren tres. Uno es que no consigas dólares para intervenir el mercado de cambio, lo cual sería muy desafiante para Argentina. En el otro extremo, que consigas dólares o yuanes de libre disponibilidad que permitan seguir con la actual política cambiaria, y el problema lo tendría el próximo gobierno de ver cómo hace para levantar las restricciones y unificar el mercado de cambios. Y en el medio hay un tercer escenario que es conseguir divisas con condicionalidades: un FMI que te da dólares, pero antes pide mover el tipo de cambio, donde el riesgo es básicamente cómo hacer para, una vez que moviste el tipo de cambio y tenés que ajustar las tarifas porque en términos de dólares se te van a retrasar, aguantar la demanda de recomposición de ingresos de los otros sectores de la economía partiendo de que este es un año electoral. Así que, de corto, claramente desafiante, dependiendo de la oferta de dólares que consigas y cuál es la condicionalidad de esa oferta.
- ¿Entonces la prioridad es resolver la oferta de divisas?
- El gran desafío del próximo gobierno es cómo bajar la inflación y eso en Argentina está directamente relacionado con la política cambiaria. Suele plantearse que cuando hay problemas se mueve el tipo de cambio y así se resuelven los déficits de cuenta corriente. Pero no es que mejora la competitividad, sino que es bajar el poder de compra de la gente que implica hacer caer el consumo y con eso caen las importaciones. El ajuste siempre es vía importaciones. En cuanto a las exportaciones, la competitividad va mucho más allá del tipo de cambio y no se lo suele reconocer. Competitividad es el tipo de cambio, pero también el acceso al mercado de capitales, tasas de interés, presión tributaria, eficiencia del gasto, marco de la inversión, tener puertos, tener infraestructura. En ese contexto está el impacto de la sequía, que deja menos volúmenes para exportar, y suben las importaciones porque en Argentina tenemos una industria aceitera muy importante, con capacidad instalada para molienda, pero ahora no tenemos granos de soja. Entonces se hacen importaciones transitorias desde Paraguay e incluso Brasil. Y lo segundo que se ve de forma más atenuada son los famosos dólares soja que ofreció incentivos a liquidar antes. Hay gente que incluso adelantó exportaciones y eso ya se exportó.
“El gran desafío del próximo gobierno es cómo bajar la inflación y eso en la Argentina está directamente relacionado con la política cambiaria”, afirma a Forbes Fernando Marengo.
- Con este panorama para el segundo semestre, ¿cuáles son las primeras políticas que debe encarar el nuevo gobierno?
- El éxito del próximo gobierno, y por ahí mucho más allá de lo económico o político, es si logra bajar la tasa de inflación o no. Si uno ve los últimos 70 años de Argentina, tuvo 12 años de inflación de un dígito y todo el resto por lo menos dos dígitos y algunas veces cuatro. Lo que se puede aprender es que, primero, no se puede tener déficit fiscal. Uno diría no hay que emitir y es cierto, pero emitir y luego tener déficit fiscal genera una crisis de deuda, que es como terminó de alguna forma la convertibilidad. Segundo, como en Argentina la unidad de cuenta es el dólar, cuando se mueve el tipo de cambio todos tratamos de recomponer nuestro ingreso en términos de dólares. Hay que tener estabilidad de tipo de cambio. Un salto cambiario inmediatamente pasa a precio. No podés o no deberías recurrir a saltos cambiarios con el argumento de la competitividad para bajar los salarios en dólares, y cuando tenés un choque externo tenés que tener flexibilidad de precio a la baja y evitar recurrir a la ilusión monetaria de devaluar, que genera flujos de capital y una transferencia de riqueza fenomenal entre sectores con patrimonios positivos y negativos en términos de dólares. Lo último es desindexar la economía porque con las expectativas lanzadas y contratos, más allá de que legalmente no se puede, está todo de alguna forma indexado, imposible bajar la tasa de inflación. Eso hay que hacerlo en el corto plazo, porque pensar que la inflación se puede ir reduciendo de a poco nunca funciona en el país.
- ¿Y cuando baje la inflación nos encontraremos con los históricos problemas estructurales?
- La inflación disimula un montón de ineficiencias que tiene la economía. Cuando la bajemos, nos vamos a tener que volver productivos e invertir. Todos queremos una macro más estable, bueno, ojalá estemos alineados, tanto en el sector público como en el privado, porque en los dos lados la inflación disimula un montón de cosas.
- ¿No hay margen para elegir entre gradualismo o shock?
- El que asuma a partir del 10 de diciembre va a tener el gran problema –o la gran bendición– de que no va a tener financiamiento externo o estará muy restringido. Como no tiene financiamiento, rápidamente tendrá que hacer las reformas que apunten a la reducción del déficit –esto debería ayudar a bajar la tasa de inflación con un programa creíble– y a bajar la tasa de interés. Si uno piensa en 2024, Argentina no tiene un gran déficit externo, porque el déficit en cuenta corriente es menos de un punto del PBI, lo que quiere decir que como país no gastamos mucho más de lo que le vendemos al resto. Esa es una buena noticia, porque implica que no se necesita un gran ajuste macro agregado de la economía. Lo que sí necesita es un ajuste fiscal porque tiene un déficit que la economía, sin acceso al mercado de capitales, no puede financiar y lo paga con tasas de inflación. Y como el sector privado argentino vive en superávit, es decir que en la medida en que puede sus excedentes los ahorra en activos externos, el gran fondo que tiene Argentina son más de US$ 300.000 millones en el mundo. Esto es importante porque cualquier cambio de expectativa genera un pequeño ingreso de capital de los mismos argentinos que ven posibilidades de lograr buenos rendimientos. El primero que entra (y sale) en Argentina es el argentino. El argentino cuando está todo bien profundiza la expansión, y cuando ve que las cosas están mal profundiza la crisis.
- ¿Cómo potenciar los grandes drivers que pueden empujar una estabilización?
- Pensemos en un año de no sequía donde recuperaríamos los US$ 20.000 millones que se están perdiendo este año. Y a eso sumale una dinámica energética en la que el gran problema del sector es superar los cuellos de botella y cuya recuperación tendrá un impacto pleno en 2024 con el gasoducto Néstor Kirchner, la rehabilitación del oleoducto a Chile, la ampliación de Oldelval que permite importar menos GNL y gas de Bolivia (que son los caros), permite importar menos gasoil y fueloil para producir energía eléctrica porque hay gas, y permite exportar petróleo a Chile y al Pacífico con el gasoducto e incluso salir por el Atlántico. Todo esto generaría el mayor superávit comercial ex-ante, es decir, antes de que se haga política que pueda llevar a una expansión del consumo y un incremento de las importaciones, que al final ese superávit se termine perdiendo financiando importaciones. Con precios recontra deprimidos, si uno combina poco desequilibrio en cuenta corriente, ajuste fiscal, mucha cantidad de activos externos, años de no sequía, dinámica energética y precio de los activos por el piso, el año que viene Argentina tiene una buena historia para contar que claramente después habrá que pasar por el tamiz de la política.
“La inflación disimula un montón de ineficiencias que tiene la economía. En el momento en el que la bajemos, nos vamos a tener que volver productivos”, sostuvo el economista jefe de BlackToro Global Investments.
- ¿Qué tanto puede aportar un nuevo acuerdo con el FMI?
- Argentina no tiene un problema de solvencia de deuda, sino de liquidez, fundamentalmente la deuda indexada, cuyos vencimientos se amontonaron este año. Y si bien el gobierno va tratando de refinanciar lo que es intrasector público e institucional, todavía quedan los vencimientos del sector privado que tiene su capital de trabajo en deuda (indexada). Argentina tiene una relación deuda-PBI de 60 puntos del producto, de los cuales en manos de privados hay 20 puntos del producto. Cuando uno ve el perfil de vencimiento de la deuda, en pesos indexada tenés vencimientos importantes en el mercado doméstico que se deberían poder rolear. Pero con organismos internacionales, en letras y bonos, Argentina tiene pocos vencimientos. ¿Cuál es el problema? Que, con la historia de default que tiene, el ejercicio que hace el mercado es preguntarse si el país le puede pagar todos los vencimientos este año, el año que viene y el otro.
- ¿Y qué hacer entonces con la deuda en pesos?
- Los vencimientos abultados son de la deuda en pesos indexada, que es la que se tiene que lograr rolear. El hecho de que esté indexada genera miedo, porque no se puede licuar moviendo el tipo de cambio vía inflación. Pero, si se hacen las cosas bien, tenés un programa antiinflacionario serio, se logra desindexar la economía y empieza la expectativa de que baje la tasa de inflación y la tasa de depreciación, el tenedor de esa deuda va a querer cambiarla por otra cosa y tendrá un fuerte incentivo a canjearla por bono a tasa fija. Pero volvemos a debatir el escenario donde Argentina sigue castigada con justa razón por su historia de default, devaluaciones, confiscaciones, reestructuraciones y lo que sabemos. Se requiere un programa antiinflacionario en serio.
- ¿Este escenario de posible salida a la encrucijada macro lo ve el inversor externo?
- Insisto, Argentina tiene una historia para contar en 2024, pero primero hay que transitar la segunda parte del año y los primeros meses del próximo gobierno –del partido gobernante o de oposición–, ver qué proponen, cuál es la velocidad de los ajustes, cómo piensan atacarlos, qué tan graduales o qué tan de shock son, el apoyo que tienen y el soporte político para implementarlo. De todos modos, Argentina es una apuesta que se está haciendo porque están los fundamentos de poco déficit en cuenta corriente, necesidad de ajuste fiscal, mucho ahorro externo de los argentinos, un año de no sequía, un año en que vas resolviendo los problemas de transporte del sector energético. Eso sienta una buena base para empezar un programa de estabilización. Hablamos de un horizonte de por lo menos un año y suponiendo que el próximo gobierno sepa aprovechar los vientos a favor.