Una de las estrategias de inversión más populares y efectivas simplemente consiste en comprar algún fondo cotizado que replique el comportamiento del S&P 500 y esperar a que se revalorice en el largo plazo. No obstante, muchos inversores, en especial los más principiantes, cometen el grave error de malinterpretar el horizonte temporal.
El S&P 500 es un índice compuesto por las 500 compañías más grandes del mercado estadounidense ponderadas por capitalización bursátil, lo que significa que las más grandes serán más influyentes. Hoy en día, el promedio es liderado por Apple, Microsoft, Alphabet, Nvidia, Amazon y el resto de gigantes que ya todos conocen. Pero hace algunas décadas, los principales componentes del índice eran ExxonMobil, General Electric, General Motors, Coca-Cola, etc.
Al evolucionar constantemente, el S&P 500 tiende a gozar de una sólida tendencia alcista, ya que el mayor peso siempre corresponderá a las corporaciones más grandes que mejor desempeño tienen. En cambio, las más débiles irán perdiendo lugares dentro del índice, como sucedió con Intel Corporation, que supo estar en el top 10 y hoy no está ni entre los 30 primeros.
Sin embargo, estos cambios favorables que garantizan la estabilidad y un crecimiento sostenido principal sólo es visible a largo plazo, porque en el corto los precios pueden y suelen fluctuar de manera frenética sin reflejar el verdadero potencial financiero y bursátil de una compañía.
Ahora bien, miles de inversores, que normalmente son principiantes y jóvenes, creen que “largo plazo” significa menos de un lustro. De hecho, hay gente para la que el largo plazo es sinónimo de unos pocos meses. Pero en la bolsa, invertir a largo plazo quiere decir dejar el capital estacionado por muchos años: 10, 12, 15, 20, 25, 30, 40, 50… Cuantos más años, o décadas, esté “trabajando” una buena inversión, como un fondo del S&P 500, mayores serán sus rendimientos y menor su volatilidad.
Por ejemplo, en los últimos 30 años, el SPY, el principal fondo cotizado del S&P 500, se revalorizó un 1.128% en dólares, lo que da un promedio anual nominal de casi el 38%. Y contemplando los dividendos, el retorno superó el 2.000%. Al descontar los efectos de la inflación, la ganancia real promedio fue del 30% al año.
Pero en el medio hubo dos gigantescas caídas de más del 50%, causadas por la burbuja puntocom de los 2000 y la crisis subprime del 2008; un gran recorte del 30% por la pandemia de coronavirus del 2020, y numerosas tomas de ganancias de entre el 5% y el 10%, siempre sumándoles los efectos de la inflación.
Quien cometió el error de abandonar la inversión a los pocos años, ya sea por miedo o ignorancia, no sólo gozó de menores rendimientos, sino que también pudo haber sufrido de grandes pérdidas si al momento de vender había una gran crisis.