El oro no deja de caer. Desde los máximos históricos alcanzados en marzo de este año, el metal precioso acumula una baja nominal de casi el 17%. Si la cifra se ajusta por inflación, la pérdida de valor se aproxima al 26%, lo que hace que la cotización se encuentre en niveles no vistos desde marzo de 2020, cuando el coronavirus recién comenzaba a expandirse por todo el mundo.
Lo preocupante del comportamiento bajista del oro es que actualmente el mundo está atravesando una violenta etapa inflacionaria, por lo que la materia prima debería brilla debido a que, históricamente, ha sido considerada como el refugio de valor definitivo, incluso más que otros metales como la plata.
Lo que sucede hoy en día es que la Reserva Federal de los Estados Unidos, para hacerle frente a la inflación, que en mayo llegó al 8,6% interanual, está subiendo las tasas de interés de referencia: en marzo, un 0,25%; en mayo, un 0,50%; más recientemente, en junio, un 0,75%.
Como consecuencia, el dólar se fortalece y se convierte en el primer objetivo de los ahorristas e inversores, quienes poco a poco se desprenden del oro. La huida masiva hacia el dólar (por parte de los inversores) y la anticipación de que las tasas de interés suban, ya que la inflación es mucho más rígida, está presionando al oro, explicó Daniel Pavilonis, de RJO Futures.
Además, este miércoles se dará a conocer el dato de inflación de junio, que se cree que superará las expectativas de Wall Street. De ser así, la Fed seguirá aumentando las tasas de interés, lo que volverá a golpear al oro.
De esta forma, el metal precioso se bate entre dos fuerzas opuestas, ya que debería aumentar por el incremento de la inflación, tal como lo ha hecho a lo largo de la historia, pero se ve frenado por las políticas monetarias restrictivas y sus consecuencias.