En los últimos diez días el mundo financiero global fue testigo de dos hechos inéditos por décadas y en ambos casos, protagonizado por los bancos centrales de dos potencias económicas y su política monetaria, o lo que también podría denominarse como el costo del dinero a través del manejo de las tasas de interés.
Por un lado, la decisión del Banco Central de Japón de subir los tipos de interés para atacar la apreciación del yen, en lo que fue la segunda suba desde marzo, pero además un cambio de tendencia en las tasas de interés literalmente “planchadas” en cero, que el país asiático tiene desde hace años.
Esto quebró la estrategia de carry trade que aprovechaban numerosas empresas globales, tomando crédito a tasa cero en Tokio para invertir luego en activos más rentables en otras plazas financieras.
Con la suba de las tasas las empresas se apresuraron a desarmar posiciones para cancelar sus préstamos en yenes, lo que llevó a un derrumbe superior al 12% del índice Nikkei 225 el pasado lunes y la “mancha venenosa” se extendió a todos los mercados del mundo.
El juego de la Fed
Por otro lado, inversores de todo el globo y también los gobiernos -especialmente de países que tienen abultada deuda externa- observan cada paso y cada declaración de funcionarios de la Reserva Federal de Estados Unidos, para saber si finalmente se viene un recorte de la tasa de interés de referencia, que es la del bono del Tesoro a 10 años.
Pese a los intensos debates en torno al momento en que la Fed aplicará un recorte del tipo de interés, hasta la última reunión del Comité de Política Monetaria de la Reserva Federal el 31 de julio, se decidió mantener la tasa sin cambios en 5,50% anual. El argumento, como siempre, es que aún no hay certezas de que la inflación esté cediendo en forma consistente.
Pero en el medio, el expresidente de Estados Unidos Donald Trump, y a la vez candidato republicano en la contienda que tendrá lugar el 5 de noviembre para un nuevo turno presidencial, declaró este jueves en una conferencia de prensa en su mansión de Mar-a-Lago (Palm Beach), que los presidentes “deberían tener voz” en la fijación de las tasas de interés.
Y en referencia a que en su vida ha ganado mucha plata, Trump señaló: “Creo que tengo un mejor instinto que, en muchos casos, la gente que estaría en la Reserva Federal o el presidente”.
La declaración generó inquietud acerca de una actitud más intervencionista de Trump en el trabajo de la Reserva Federal, si accediera nuevamente a la Casa Blanca. Pero además rompe con toda una tradición en ese país sobre la independencia del Banco Central (Fed) de mover las tasas sólo de acuerdo a criterios estrictamente técnicos.
La suba de tasas busca ser un dique de contención frente al incremento de los precios, mientras que una baja contribuye a expandir el crédito y el consumo, lo que termina teniendo efectos positivos a nivel de actividad. En el medio, también juega el desempeño en el mercado de trabajo, otro factor tenido en cuenta en la determinación de las tasas.
De hecho, este jueves también se conocieron datos de empleo en ese país, marcando que el desempleo subió al 4,3%, el nivel más elevado desde 2021.
Pero en un mundo globalizado al extremo, tanto la suba de tasas de Japón, como la expectativa baja de tasas en Estados Unidos, esta semana fueron el centro de atención de todo el mundo.
Qué pasa en Argentina
Argentina, claramente, ve el partido desde la tribuna, pero espera con ansiedad que la Reserva Federal, que conduce desde 2017 Jerome Powell -designado por el entonces presidente Trump-, finalmente empiece un sendero descendente, porque eso baja la deuda pública en términos de los intereses que deben pagarse.
El riesgo país cerró el viernes en 1557 puntos básicos (15,57% anual). Es el sobrecosto de financiamiento que Argentina debe tomar para deuda en dólares, por sobre la tasa de interés de Estados Unidos (5,5%). Por lo tanto, que baje la tasa de Estados Unidos es importante para el país.
Además, una baja consistente de los tipos de interés, genera en los mercados emergentes una suerte de reversión del fly to quality (vuelo hacia la calidad). En momentos de turbulencias los capitales salen de los mercados emergentes, por definición más riesgosos, y van hacia los países más seguros y estables en términos financieros, mucho más si éstos tienen tasas de interés altas como hoy Estados Unidos.
Por el contrario, una baja de las tasas en los países industrializados favorece la llegada de capitales al resto de los países, como los latinoamericanos y otros emergentes, con riesgo mayor pero también mejores retornos.
Manejo de los tiempos
Pero ante el escenario incierto que viven las principales economías del mundo, los titulares de los bancos centrales están bajo el escrutinio implacable de los analistas y los mercados.
Desde marzo de 2022, cuando la Fed empezó a subir la tasa de referencia por el recalentamiento de la inflación, luego de tenerla en 0,25% por tres años, ya aplicó 11 subas consecutivas. Pero la tasa se mantiene sin cambios desde julio de 2023. Desde entonces las especulaciones sobre una reducción de tasas se suceden mes a mes.
Esta semana distintos analistas cuestionaron a Powell y a la Fed por falta de timming, al no bajar la tasa en la reunión del Comité de Política Monetaria del 31 de julio y a los pocos días conocerse el dato de suba de desempleo, que ameritaría una reducción de las tasas para mover la economía y generar puestos de trabajo. Todo indica que la baja llegará el 17 y 18 de septiembre cuando se reúna y sería de 25 puntos básicos (0,25%), aunque el mercado reclama al menos 50 puntos.
La misma falta de timming, pero en sentido contrario, se le endilgó al presidente del Banco Central de Japón, Kazuo Ueda. Luego de liderar las opiniones para que la autoridad monetaria subiera la tasa de interés –incluso sugerir que Japón necesitaba subir la tasa varias veces, si pudiera- los mercados reaccionaron con un desplome de más del 12% el lunes.
Y al bueno de Ueda le cuestionaron que “no había necesidad de apresurarse”, siendo que la inflación está bajo control. Mientras tanto, Argentina intenta estabilizar la economía, pero sufre los coletazos de los centros financieros internacionales.