La filosofía antigua de varios pensadores como Sócrates, Séneca o Aristóteles se refiere a la felicidad como algo que no es posible lograr si no podemos limitar nuestros deseos y nuestras necesidades.
Eso hoy pareciera un contrasentido en una cultura que cotidianamente se rige por la prisa y el consumo. Las aspiraciones de consumo se han incrementado en la sociedad moderna, entre otras razones porque se ha extendido la idea de que hay una relación entre consumo y felicidad.
Por ello, para quienes trabajamos en el sistema financiero, ya sea desde el sector público o privado, la filosofía citada al inicio encierra una enorme cantidad de sabiduría, aunque pareciera un esquema contracultural o un sinsentido. Pero no lo es.
En todo esquema financiero, ya sea público o privado, especialmente en este último, el orden de las necesidades, la moderación, el control de los impulsos, establecer con claridad nuestros objetivos, metas y sueños, y poder encuadrar todo esto dentro de un programa de tiempo es fundamental.
La felicidad vinculada al tema del dinero pareciera un tema muy controversial, pero no lo es tanto si el abordaje del asunto se vincula directamente con una idea que va más allá de dicho concepto. La felicidad, dicen los conocedores, puede ser un estado circunstancial, temporal o una mera aspiración, pero hay algo que sí puede ser más concreto, más fácilmente realizable y, sobre todo, se puede ubicar con mayor precisión y medirse.
Estoy hablando en concreto de una vida plena, de la posibilidad de vivir de la manera más estable posible en medio de esta azarosa incertidumbre que nos ha golpeado en los últimos dos años de pandemia. Y la forma de lograr esa estabilidad pasa por poner orden en nuestras finanzas personales.
De acuerdo con el Informe Mundial de la Felicidad 2022 que elabora la ONU, los principales retos que se han enfrentado en los últimos tiempos son la inseguridad económica, el estrés, además de distintos desafíos en la salud física y mental.
En ese sentido, una de las claves más importantes para una vida plena, que no es la única, por supuesto, pero sí una de las más significativas, es tener un orden riguroso en las finanzas personales. No podrá haber libertad personal y desarrollo humano si no se cuenta con los medios suficientes para subsistir, para sobrevivir, para tener una casa-habitación que reúna las características mínimas de bienestar.
Tampoco es posible lograrla si no contamos con los medios adecuados que nos lleven a tener espacios suficientes para la realización laboral, la construcción de una vida personal o en pareja o, por supuesto, la vida en familia y lo necesario para la recreación, la diversión, la autorrealización y la previsión.
El escritor español Luis Pita, experto en finanzas personales, se refiere al concepto de libertad financiera basado en que el dinero en sí no es la felicidad, sino la seguridad de tenerlo en caso de necesitarlo: la felicidad es poder contar con un colchón financiero que salvaguarde tu economía en caso de imprevistos.
De esta manera se plantea cómo, por ejemplo, ahorro y felicidad están íntimamente ligados, así como gastar únicamente en aquello que realmente se necesita, es decir, prescindir de los gastos innecesarios. Y no menos importante, poner a trabajar nuestro dinero, es decir, invertirlo.
Luego entonces, cuanto mayor sea el orden financiero y menor la incertidumbre, se gana en tranquilidad, la libertad financiera aumenta y, por lo tanto, somos más felices.
*Nota publicada en Forbes México