El calentamiento global nos involucra a todos. Cada uno, desde su lugar, puede hacer su aporte: los gases de efecto invernadero son los principales causantes de daño al planeta, pero para muchas personas esto es algo que solo responsabiliza a las grandes empresas y que no guarda relación con las acciones cotidianas.
Sin embargo, mucho de lo que las personas hacen durante cada día de su vida deja como registro una huella de carbono, lo que significa una gran cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, y estos gases no solo pueden medirse, sino también que es posible reducir su emisión.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) alertó que los promedios mundiales de dióxido de CO2, CH4 y N20 alcanzaron nuevos niveles máximos en 2020. La crisis de la COVID-19 solo ha desencadenado la disminución a corto plazo de las emisiones mundiales y no supondrá una contribución de peso a la reducción de las emisiones para el 2030 a menos que los países aspiren a una recuperación económica que incluya una descarbonización enérgica.
El 51% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero se concentran en 126 países, los que lideran el ranking de mayores emisores de gases son Estados Unidos, China, Rusia, Brasil e Indonesia.
Desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se prevé que la población mundial supere los 8.500 millones de personas en 2030. Todas estas personas seguirán estando amenazadas, si la relación que tenemos con la naturaleza no empieza a cambiar.
Cada una de las acciones y comportamientos de los seres humanos no es gratuita, tiene un efecto, directa o indirectamente, sobre el planeta. Según los expertos, alrededor de dos tercios de las emisiones globales están vinculadas a los hogares particulares.
“De esta forma, es importante que las personas puedan tomar consciencia sobre las emisiones que genera su estilo de vida y definir en qué áreas pueden hacer mejoras para reducir el impacto ambiental. En este sentido, por ejemplo, podemos pensar qué productos o qué servicios compramos, cómo movernos, qué ropa usamos, qué tipo de comida consumimos, o qué hacemos con aquellos que ya no utilizamos y acumulamos”, señala Livia Armani, fundadora de Space Guru.
Según la ONU, el segmento de la población con más ingresos tiene la mayor responsabilidad de los causantes del cambio climático: las emisiones del 1% más rico de la población mundial representan más del doble que las del 50% más pobre. Respecto a la medición, vale destacar que el impacto se mide en toneladas o kilos de dióxido de carbono que equivalen a gases de efecto invernadero.
“Toda actividad genera algún tipo de impacto, pero ocurre que hay algunas que generan una menor huella de carbono. En este sentido, resulta fundamental tener en claro qué acciones se pueden implementar en el hogar para ser promotores del cambio positivo”, agrega Livia Armani.
Las acciones para reducir el impacto negativo sobre el medio ambiente pueden encararse desde lo personal, por ejemplo, apagando las luces al desocupar espacios, optando por productos amigables con el medio ambiente, no acumulando objetos que se pueden reutilizar, entre otras.
También se pueden realizar acciones comunitarias, como, por ejemplo, instalar paneles solares, comprar productos locales, hacer circular aquellos objetos que no se usan y que pueden ser de utilidad para otras personas, etc.
La tendencia a reutilizar, evitar almacenar objetos que no utilizamos y reciclar está cada vez más en aumento. El mundo necesita parar con la compra compulsiva y la acumulación desmedida, y pasar a la acción de compartir más, es decir, que las cosas circulen entre más personas para aprovechar al máximo su vida útil.
La economía lineal está disminuyendo y el planeta lo necesita. Cada vez hay más personas, una sobreproducción de objetos y menos espacio. Y la economía circular es la solución sustentable que el mundo necesita.