El Gobierno profundizaría la política de atrasar el precio de las naftas para mejorar los números inflacionarios. El 1 de agosto se aplicaría el menor aumento en lo que va del año, pero no precisamente producto de una reducción de costos sino a costa de una menor recaudación tributaria.
Fuentes oficiales adelantaron a Forbes que la suba rondaría entre el 2% y el 3%, cuando debería ser del 16% para cumplir con la ley que marca la actualización de impuestos en línea con el IPC (Índice de Precios al Consumidor).
La diferencia implica una pérdida de ingresos para el Estado de unos 250 millones de dólares al mes, pero se va incrementando con el correr del año ya que cada mes el atraso es más grande.
Si bien este sendero no es nuevo y ya se venía ejecutando, las pautas de ajustes mensuales fueron bajando considerablemente y amenazan con generar un problema fiscal.
Petroleras consultadas por este medio indicaron que el precio de surtidor no está muy lejos de los valores de export parity, con lo cual no tienen necesidad de un fuerte incremente. Sobre todo, teniendo en cuenta el desplome de las ventas de combustible que no encuentra piso.
Los datos de junio mostraron una caída interanual del 12% que incluso superó a la contracción de mayo (8%) y se manifestó tanto en los productos premium como en los de grado 2 más económicos.
Dado ese escenario, una alternativa que se baraja es suspender el aumento del 2% mensual que se les venía reconociendo a las refinadoras para acompañar el ritmo de devaluación oficial, algo que no sería visto de la mejor manera.
No tanto por el impacto concreto de un mes en particular, sino por el temor de convertirse en regla y acumular una pérdida significativa cuando vayan pasando los meses y se vayan incrementando los costos en dólares sin poder trasladarse a surtidor.
En principio, los precios del litro de nafta súper en la Ciudad de Buenos Aires pasarían de $941 a $970 en las estaciones de servicio más económicas.