Cuando el pasado 12 de diciembre el ministro de Economía Luis “Toto” Caputo anunció la fuerte devaluación del peso, llevando la cotización del tipo de cambio mayorista de $350 a $800, en paralelo, dejó en claro cuál sería la hoja de ruta de ahí en más y determinó, en la práctica, la vigencia del crawling peg.
Los legos deberán saber que este concepto no es otra cosa que un deslizamiento gradual y controlado del tipo de cambio y se adopta para evitar saltos abruptos e ir acompañando las subas de precios, en este caso, en una economía inflacionaria como la argentina.
Sin embargo, lo que sorprendió a propios y extraños fue que en la estrategia del Gobierno ese ajuste del tipo de cambio oficial se estableció en 2% mensual, cuando la inflación entonces se llegaba a 10 puntos porcentuales más.
Las primeras señales del mercado fueron de incredulidad, dado que la Argentina ya venía con una inflación del 12/13% mensual, se acaba de devaluar el peso en 54%, fogoneando una disparada de la inflación. Además había represión inflacionaria por tarifas que estaban y aún están atrasadas, precios de bienes y que no podían aumentarse por los controles del Gobierno y servicios regulados en la misma situación.
Mirada desconfiada
Entre los analistas crecen las dudas sobre la viabilidad de mantener el actual ritmo de devaluación del peso. Tras asegurar que no ven una recuperación de la economía en V, como sostiene el Gobierno, ni una baja de la inflación a niveles del 2 o 3% mensual hacia fin de año, desde Equilibra fueron categóricos respecto de las implicancias del atraso cambiario.
“Mantenemos nuestra evaluación sobre la inconsistencia de la estrategia cambiaria y monetaria elegida por el Gobierno”, destaca Martín Rapetti, director Ejecutivo de la consultora.
Y agrega que “sostener el ritmo de depreciación cambiaria al 2% mensual llevará a la economía a una situación de atraso cambiario, que no creemos se pueda mantener, si se pretende relajar las restricciones cambiarias de modo significativo durante lo que resta de 2024”.
Para Ricardo Delgado, presidente de Analytica, “ésta es una economía un tanto swinger, que hace nueve meses era barata en dólares y ahora se convirtió en una economía cara en dólares”.
En su visión esto se advierte, por ejemplo, en la escasez de pasajes para viajar a los países limítrofes u otros, o en cómo han subido los precios en dólares en los últimos tres meses en Argentina, lo que claramente indica que “hay un problema de atraso cambiario”.
Consultado sobre el impacto que eso tiene en la economía, Delgado asegura que “los procesos de atraso cambiario son preocupantes, en tanto y en cuanto exigen un acomodamiento muy rápido de la productividad de los sectores transables, fundamentalmente los más competitivos como el campo, y mucho más obviamente, en el sector industrial y en la industria pyme”. Y recordó que esto “ya lo vivimos en los 90”.
Rapetti analizó que con el dólar estable en los niveles actuales y tarifas de servicios públicos y bienes en general que seguirán metiendo presión a la inflación de abril y los meses sucesivos, “la inflación acumulada durante el segundo trimestre estaría entre el 25% y el 30%, mientras que el tipo de cambio oficial aumentaría sólo 6%”.
Así, en términos reales el tipo de cambio “se situaría al finalizar junio alrededor de un 17% por debajo del nivel de fines de marzo, equivalente a un dólar de $727 a precios de hoy”, calcula Rapetti.
Y dio un dato preocupante, dado que sería “un nivel incluso más bajo del de mayor apreciación durante la administración de Mauricio Macri”, que fue en diciembre de 2017, cuando la economía acumulaba un déficit de cuenta corriente del 5,2% del PIB y “se encaminaba a una severa crisis cambiaria”, remató.
La situación actual
A cuatro meses de la devaluación, el dólar oficial mayorista pasó de $800 a $867, un 8,67% desde diciembre a la fecha, el dólar paralelo que arrancó la era Milei en $1020 y llegó a $1255 a fines de enero, con una brecha cambiaria de 55%, a partir de ahí comenzó a “desinflarse” hasta llegar hoy a niveles del 15,9%.
Para el consenso de los analistas el peso se está atrasando y en algún momento debería haber una devaluación o “un ajuste discreto del tipo de cambio”, un tecnicismo que esconde un salto de la cotización, que de discreto no tiene nada, más bien lo contrario, sería bastante notorio.
Tanto el presidente Javier Milei como el ministro Caputo insisten que no piensan devaluar, pero el mercado es cauto. El argentino de a pie ya aprendió que cuando el valor del dólar le parece barato o conviene más veranear en el exterior que en el país, hay un problema de atraso cambiario.
El Gobierno se niega a acelerar el ritmo de devaluación a la espera de que la inflación se modere. El dato de marzo, que el Indec difundió este viernes marcó 11%, una baja de más de dos puntos porcentuales respecto del mes anterior, y la tercera caída consecutiva después del salto al 25,5% en diciembre.
Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional observa la situación y se maneja con cautela. Los técnicos del Fondo saben que con el peso sobrevaluado es difícil mantener el superávit comercial y acumular reservar para poder honrar las deudas. Pero quiere evitar que la situación se desmadre. De allí la cautela en los reclamos al Gobierno para ajustar más rápido el tipo de cambio.