Elon Musk: cómo llegó a ser el más rico del mundo
Florencia Radici Forbes Staff
Florencia Radici Forbes Staff
“Elon Musk no es un lunático”, aclaró y tituló Forbes en mayo de 2003. Aunque había vendido Paypal, fundado SpaceX y aún le faltaban cinco años para su primer Tesla, el empresario sudafricano repetía como un profeta: “Podemos extinguirnos como los dinosaurios o padecer una guerra nuclear mundial. El riesgo es real, debemos entender cómo es el universo, por si necesitamos dejar el planeta Tierra”.
Dieciocho años más tarde, Musk envió astronautas a la Estación Espacial Internacional, fabricó 500.000 vehículos eléctricos, creó empresas de paneles solares, inteligencia artificial, interfaces implantables en el cerebro, perforación de túneles, y hasta promueve un nuevo sistema de transporte ultrarrápido.
También se convirtió en el ser humano más rico del mundo según las estimaciones de Forbes, aunque las cotizaciones cambian a diario y puede alternar el podio con Jeff Bezos.
El paso del tiempo no le hizo perder la línea: la promesa de colonizar Marte es uno de sus tópicos preferidos en Twitter, donde tiene más de 42 millones de seguidores. Y cada una de sus frases sacude los medios, las redes y, por supuesto, sus activos. Su historial incluye grandes promesas y aventuras que a veces se cumplen, otras no, y en algunos casos se retrasan: pasó 2020 y no hubo millones de vehículos autónomos en las calles. De lo que nadie duda es de su impacto, sobre todo en industrias como la espacial y la automotriz, que no veían desde hace décadas un auténtico game changer capaz de repensar las reglas, de aportar otra mirada. Su ascenso a la cima de los más ricos del mundo es una anécdota que merece ser contada para luego profundizar cómo Musk está transformando distintas industrias.
El viernes 8 de enero las acciones de Tesla -que en diciembre había ingresado al S&P 500- subieron más de un 8%, lo que elevó la fortuna de Musk a US$ 189.700 millones. Ahí se convirtió oficialmente en la persona más rica del mundo, por encima de Bezos, el fundador de Amazon. El ascenso de Musk lo llevó a sobrepasar, primero, a Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, quien ocupaba la cuarta posición. En noviembre lo pasó a Bill Gates, cofundador de Microsoft, y un mes después a Bernard Arnault, el magnate francés del lujo.
Desde marzo de 2020, Musk sumó US$ 165.000 millones a su fortuna; la mayoría, gracias al precio de la acción de Tesla, que creció más de 720% en un año signado por una pandemia y una elección presidencial en Estados Unidos. Y, a tono con sus compañeros del podio, también se mudó de California a Texas, donde se presupone va a pagar menos impuestos.
Con los vaivenes que ve Wall Street, se alternará con Bezos entre el primer y el segundo puesto, al menos hasta que se confirmen en los documentos oficiales las nuevas opciones sobre acciones que le otorgará la junta de directores de la automotriz y que seguramente le permitirán disfrutar de su primer lugar en el podio ya no tan atado a la cotización del día.
Desde Twitter, Musk aprovecha para hablar y opinar de muchos de los temas de actualidad, desde la pandemia del COVID-19 hasta el ataque al Congreso. Pero uno de los issues que ocuparon su agenda de las últimas semanas fue el bitcoin y su impresionante rally: de hecho, declaró que nunca rechazaría recibir un pago en la criptomoneda. Ben Mezrich, autor de la película Red social y del libro Multimillonarios de bitcoin, tuiteó: “Nunca más voy a rechazar que me paguen en bitcoin”, a lo que Musk replicó: “Yo tampoco”.
Reconocido fan de la criptomoneda, a Musk le gusta tuitear sobre el bitcoin, aunque a veces lo hace con memes en los que no se termina de adivinar su intención. En diciembre, despertó la especulación de que Tesla podría sumar bitcoin a su balance, también a partir de un intercambio en Twitter. Le respondió al CEO de MicroStrategy, una empresa de business intelligence que atrajo la atención en los últimos meses por comprar el equivalente a US$ 1.000 millones en bitcoin, preguntándole si era posible convertir miles de millones de dólares de Tesla a bitcoin. Una semana después, tuiteó que una futura economía en Marte podría estar basada en las criptomonedas. Para Musk, las misiones tripuladas a Marte no son una posibilidad lejana, sino una meta a corto plazo y algo sobre lo que habla desde hace muchos años. De hecho, declaró estar “muy confiado” de que SpaceX aterrizará humanos en el planeta rojo para 2026: “Si tenemos suerte, quizá en cuatro años. Queremos enviar un vehículo no tripulado hacia allá en dos años”. La colonización de Marte es algo que la humanidad necesita para asegurar “la continuación de la conciencia tal como la conocemos”.
Tesla cerró 2020 con un empuje de producción que ayudó a la compañía de vehículos eléctricos a llegar a las 500.000 unidades entregadas entre autos y crossovers a clientes globales. Según información pública, la automotriz entregó 180.570 vehículos en el trimestre que terminó el 31 de diciembre de 2020, un 61% más que el año anterior. La producción del año sumó 509.737 unidades, un número al que Musk apunta desde que en 2010 le compró una planta de ensamblado a Toyota en Fremont, California. “¡Muy orgulloso del equipo de Tesla por lograr este hito! Al comienzo de Tesla, pensé (siendo optimista) que teníamos el 10% de chances de sobrevivir”, fue el tuit de festejo del multimillonario. Una de las estrategias que se calcula ayudaron a llegar a este número: ofreció una prueba gratuita de tres meses de su opción Full Self-Driving, por la que suele cobrar US$ 10.000.
Para la automotriz, uno de los dos caballitos de batalla de Musk junto a SpaceX, fue clave la apertura de una planta en Shanghai, que desde enero de 2020 fabrica el sedán Model 3, aunque la firma no revela cuántos vehículos se produjeron en China y cuántos en los Estados Unidos. En los próximos años la producción debería aumentar todavía más, ya que planea la expansión de la fábrica de Shanghai, además de una nueva en Berlín, Alemania (la primera en Europa) y otra en Austin, Texas, ambas en proceso de construcción. Este año llegará el crossover Model Y a China, por lo que también se esperan mayores ventas. Los resultados financieros del tercer trimestre, anunciados en octubre, mostraron una ganancia operativa de US$ 809 millones, sobre una facturación de US$ 8.771 millones.
El año pasado, antes de que Tesla se sumara al índice S&P 500, JPMorgan advirtió a los inversores que no agregaran el papel de la automotriz a sus portfolios porque “las acciones están dramáticamente sobrevaluadas”. El analista Ryan Brinkman sugirió que, si bien las acciones de Tesla habían subido más de 800% en los últimos dos años, las expectativas de ganancias hasta 2024 se habían frenado. “El múltiplo de ganancias es muy alto en términos nominales para cualquier empresa de cualquier industria en cualquier momento de la historia”, era la conclusión. El mercado no lo escuchó tanto, lo que explica su crecimiento y el alza de la fortuna de Musk, que es dueño de alrededor del 21%.
En julio, Tesla se convirtió en la principal automotriz del mundo por valor de mercado. Según un análisis de la consultora Frost & Sullivan, el core de su plan maestro tiene siete estrategias: conectividad, electrificación, autonomía, sustentabilidad de las baterías, modelo de datos, nueva movilidad y estructura organizacional. Parte de la ventaja de Tesla se explica a partir de su sistema operativo propietario, que le permite ser más ágil, generar más innovación y proteger mejor a los vehículos de las amenazas de ciberseguridad. Esta estrategia, común entre las tecnológicas, le dio una ventaja competitiva de más de 6 años frente a otras automotrices. Lo mismo se aplica en los chips, clave para el poder de procesamiento necesario para impulsar la conducción autónoma. Así, en el pronóstico de la consultora, el “plan maestro” de Musk es crear un gigante -una Tesla que reúna a Tesla Energy, Tesla Mobility y Tesla Motors- que genere un crecimiento exponencial sobre la base de energía sustentable más que sobre el transporte sustentable. El vehículo es apenas la puerta de entrada para construir una industria nueva de energía conectada.
La historia de Musk es conocida, pero repasar los hitos de su camino permite comprender mejor su presente. Dejó su Sudáfrica natal a los 17 años, con una valija y US$ 2.000 en el bolsillo. Gracias a la nacionalidad de su madre llegó a estudiar a Canadá, pero su verdadera meta era Estados Unidos. Lo logró cuando, a través de una beca, pidió el pase a la Universidad de Pensilvania. Su primer proyecto fue Zip2, que se enfocaba en ayudar a los medios de comunicación a armar su canal online, aunque luego se especializó en brindarles un software para construir directorios y mapas. Fue su primer éxito comercial: a los cuatro años la adquirió la tecnológica Compaq por más de US$ 300 millones; Musk se quedó con unos US$ 22 millones.
Ahí comenzó con una táctica que repetiría por el resto de su carrera: reinvertir las ganancias en proyectos nuevos. Puso US$ 12 millones para fundar el banco online X.com, pero por la explosión de la burbuja de las puntocom viró el negocio hacia los pagos vía correo electrónico. Al año se fusionó con la empresa de software Confinity y dio origen a PayPal. A pesar de que él quería conservarla, no logró imponerse a sus otros socios y en 2002 fue adquirida por eBay por US$ 1.500 millones, de los cuales Musk embolsó casi US$ 200 millones.
Ese fue el origen de sus dos proyectos más grandes: SpaceX y Tesla. Pocos recuerdan que Musk no es, en realidad, el fundador de la automotriz, sino que primero se sumó como inversor, con un desembolso de US$ 7,5 millones, y a los cinco años sí se convirtió en su número uno y la hizo propia. La que sí construyó de cero fue Space Exploration Technologies, o SpaceX, a partir de su visión de que los costos para fabricar cohetes y naves espaciales eran demasiado altos y se podían reducir para hacer más “masivo” el negocio. Invirtió más de US$ 100 millones propios pero los lanzamientos no tenían la performance esperada, hasta que la suerte cambió en 2008, cuando el Falcon 1 se convirtió en el primero en llegar a la órbita y logró que la NASA le otorgara un contrato de US$ 1.600 millones para llevar suministros a la Estación Espacial Internacional.
Las buenas noticias de 2020 no fueron solo para Tesla, sino que SpaceX también terminó de consagrarse. Con su misión de “hacer multiplanetaria a la humanidad”, uno de sus hitos más importantes fue en mayo, cuando transportó con éxito a astronautas a la Estación Espacial Internacional. Una de las subdivisiones más interesantes de SpaceX es Starlink, que apunta a aumentar la conectividad global. Su misión es usar una red global de satélites de órbita baja para “entregar internet de alta velocidad a locaciones donde el acceso es costoso, poco confiable o inexistente”. Si lo logra, será uno de los actores clave del rompecabezas que busca conectar a todas las comunidades, algo que se volvió aún más imprescindible luego de este año virtual.
En diciembre, Starlink obtuvo US$ 885,5 millones en subsidios de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) para proveer de internet de alta velocidad a zonas rurales de los Estados Unidos. Según la FCC, con este desembolso Starlink proyecta llegar a 35 estados y 642.925 locaciones. El gobierno se convirtió, entonces, en su primer gran cliente público, además de la alianza que ya tiene con Microsoft para proveer sus servicios de cloud computing Azure en la red. Si bien Starlink cobró fama recientemente y su red tiene casi 900 satélites, el plan es llegar a 42.000.
Para esto, Musk aplica siempre la misma estrategia: explotar economías de escala y aprender. Cada lanzamiento es más barato que el anterior, mejora las tecnologías de reutilización de los componentes y permite compartir los costos entre los proyectos. Lo mismo que hizo con SpaceX y sus lanzamientos. “Somos el primer sistema de vuelo espacial competitivo, comercial y emprendedor en la historia en ser certificado por la NASA. Es un gran honor que nos da confianza en nuestra meta de volver a la luna, viajar a Marte y ayudar a la humanidad a volverse multiplanetaria”, declaró. El Crew Dragon de SpaceX se convirtió en el primer cohete espacial certificado por la NASA para vuelos regulares con astronautas desde hace 40 años.
Si bien SpaceX es privada, Morgan Stanley calcula una valuación de más de US$ 100.000 millones gracias a los hitos de este año y su última ronda de inversión, que le sumó US$ 1.900 millones en fondos. Chad Anderson, managing partner de Space Capital y CEO de Space Angels (inversor en SpaceX a través de su fondo), explica que Musk tiene un rasgo que lo hace atractivo para los jugadores tanto del espacio público como el privado: “Su habilidad de ejecutar. Nadie la cuestiona. Nadie nunca ganó plata apostando contra Musk. La gente lo intenta todo el tiempo, pero siguen perdiendo”. En diciembre, empezó en Texas las pruebas de su prototipo Starship para Marte que, aunque terminó explotando al aterrizar, igual generó optimismo en Musk: “¡¡Marte, allá vamos!!”, tuiteó.
Sus otros proyectos, si bien más pequeños en escala, igual generan repercusiones, porque parecen salidos de novelas de ciencia ficción. Uno de ellos es el Hyperloop, anclado en su sueño de transportar a las personas a velocidades supersónicas a través de túneles sellados al vacío. El concepto fue “abierto” por Musk y SpaceX para que otros puedan tomarlo y desarrollarlo. Así, se formaron varias compañías, entre ellas Virgin Hyperloop, que el año pasado realizó la primera prueba humana a una velocidad de 172 km/h en Las Vegas, Nevada.
Cuando se lance, se espera que el pod del Hyperloop traslade hasta 23 pasajeros y realice el viaje entre San Francisco y Los Ángeles en solo 35 minutos. Para esto, utiliza levitación magnética y bombas de vacío que impulsan a los pasajeros a través de un tubo prácticamente sin aire. Además, no produce emisiones. En julio, el Departamento de Transporte de los Estados Unidos emitió un documento guía que establece regulaciones para el Hyperloop. Los ejecutivos de Virgin Hyperloop están construyendo una pista de prueba a escala completa en West Virginia y calculan conseguir una certificación para 2025 y desarrollar la primera ruta comercial a finales de la década.
El portfolio de Musk también incluye a The Boring Company, una firma de servicios de construcción de túneles e infraestructura, que se supone en el futuro construirá los túneles que se necesitarán para el Hyperloop. De hecho, ya completó uno para pruebas en Los Ángeles y tiene otro en construcción en Las Vegas, además de dos pendientes para conectar Washington D.C. con Baltimore, y al estadio de los Dodgers con el resto de Los Ángeles. Si bien al principio era una subsidiaria de SpaceX, se escindió en 2018, al revés de lo que sucedió con Solar City, su desarrolladora de paneles y techos solares, que en 2016 se fusionó con Tesla.
Uno de los últimos anuncios de Musk parece todavía más de ciencia ficción que los anteriores. En 2016 fundó Neuralink, una compañía de interfaz cerebro-computadora. En sus palabras, el aparato implantable que está desarrollando es “como un Fitbit pero en el cráneo”. Compuesto por hilos superfinos que tienen electrodos, su tecnología apunta a facilitar la comunicación con computadoras externas y, potencialmente, “links” secundarios puestos en otras partes del cuerpo. Con más de 100 empleados y un desembolso de US$ 100 millones del bolsillo de Musk, además de los procesos regulatorios en marcha, atrajo la atención del público ya que la primera ronda de pruebas clínicas se enfocará en pacientes con heridas de la médula espinal.
De alguna forma, es la síntesis de la ambición transhumana de Musk de mantener el dominio por sobre las máquinas superinteligentes y la inteligencia artificial. ¿Podrá lograrlo? ¿Cuándo? Es un misterio. Musk viaja en el tiempo, vuela, y nos invita a su nave para vislumbrar el futuro como muy pocos pueden imaginarlo.