La ciudad de Buenos Aires anunció a principios de este mes que su Índice de Precios al Consumidor subió un 7,3% durante enero, luego del 5,8% registrado en diciembre, lo que configura una variación interanual del 99,4%. Los datos nacionales, que provee el INDEC, todavía no están disponibles en el momento en el que se escribe este artículo, pero es improbable que sean demasiado distintos si se tiene en cuenta que ambos datos suelen ser similares en el último tiempo. La inflación se acelera.
Lejos parece haber quedado el momento en el que el gobierno, numerosos analistas financieros y no pocos periodistas festejaban la gestión del superministro Sergio Massa. A fines del año pasado, se consideraba una buena noticia que un dato de alrededor de 4 puntos después de la estabilización de la crisis cambiaria de julio, que había terminado en la salida de Martín Guzmán. Pero hoy también Massa parece entrar en crisis porque no hay aumentos puntuales a los que pueda achacar la aceleración inflacionaria, como podría haber sido en su momento la invasión de Rusia a Ucrania. Aunque los medios oficialistas busquen culpables en sectores específicos, como suele suceder, la realidad es que las alzas son generalizadas y no parece que vayan a detenerse.
Y es que la estabilización que trajo Massa no vino aparejada de un plan económico consistente: las distintas señales que el ministro quiso dar a los mercados financieros, con el nombramiento del economista otrora opositor Gabriel Rubinstein o con medidas como la recompra de deuda, rápidamente fueron tomadas por espejismos o por promesas irrealizables. Es verdad que Massa ha comenzado un ajuste en el Estado, pero lo hace de una forma tan lenta que el financimiento monetario del déficit sigue inflando la bola de nieve de pasivos remunerados. A nadie escapa que la proporción de deuda a corto plazo del BCRA respecto de la base monetaria está alcanzando niveles de 1989.
Mientras tanto, la respuesta de Massa sigue siendo la escenificación de anuncios efectistas pero irrelevantes. En los últimos días, el ministro convocó a un gran número de empresarios con el único e insólito objetivo de continuar el programa Precios justos, que lleva el mismo nombre que el control de precios de la dictadura venezolana, y anunció fiscalizaciones electrónicas en lugar de presenciales para no molestar a los comerciantes.
A esta altura, lo que realmente piense Massa es irrelevante: de un Ministro de Economía solo importan sus acciones, no sus deseos. Ya sea por omisión o desconocimiento, Massa en ese acto estuvo lejos de admitir que su programa es estéril para detener la inflación mientras el Estado continúe gastando por encima de lo que recauda.
Las expectativas de los agentes económicos parecen indicar que la inflación se acelerará en 2023 respecto de 2022, y en ese sentido la incertidumbre sobre lo que ocurrirá con ella es cada vez más alta porque no queda claro cómo este gobierno o el próximo van a pagar una deuda del erario público que crece a cada minuto. En este sentido, y aunque ha pasado más bien desapercibido entre los temas de discusión en la opinión pública, un dato altamente relevante es que la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio ha comenzado a dar indicios de que el ritmo de acumulación de deuda no es sostenible en el corto plazo. Durante mucho tiempo, hacia el interior de la oposición, se discutió sobre si este ritmo de acumulación de Leliqs podía pagarse o no y, en el último caso, quién debería anunciarlo: no es lo mismo que el mercado financiero se desprenda masivamente de la deuda del gobierno hoy que dentro de un año.
La política argentina entrará dentro de pocos meses en la campaña electoral para elegir a la persona que suceda a Alberto Fernández en la presidencia. El mejor escenario para el Frente de Todos, aunque suene increíble, es que la inflación se mantenga estable en el orden del 100% anual o incluso que baje levemente; pero si JxC señaliza que la deuda a corto plazo no se puede pagar y los agentes económicos huyen de las Leliq, la inflación podría dispararse hacia un nivel todavía más alto. Hasta ahora, los equipos económicos de JxC parecen tener más cohesión que la propia dirigencia, y esto debería ser tenido en cuenta: si ganan la elección, la política económica será en definitiva implementada por ellos.
Si la inflación se acelera y Massa entra en crisis, ¿qué le queda al gobierno? Es difícil pensar en quién podría reemplazar a la última bala de un gobierno que, en el mejor de los casos, no ha tenido un rumbo claro, y que en el peor ha vuelto a la dinámica de subir impuestos, aumentar el gasto público, controlar más la actividad económica y abrazar teorías acerca del origen de la inflación que no resisten el menor análisis teórico o empírico. Massa, que pocos meses después de haber asumido comienza a mostrar sus serias limitaciones políticas, ideológicas y quizás hasta cognitivas, es lo mejor que puede ofrecer el Frente de Todos. Nadie quiere saber nada con Alberto Fernández, por un lado, y por el otro una mayoría de la población desprecia a la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner.
Hoy, en febrero de 2023, no podemos estimar cuál será la inflación de este año, cómo evolucionará la política económica ni quiénes serán siquiera candidatos a convertirse en el próximo presidente en Argentina. Cada incertidumbre nutre a las demás, y todo indica que habrá que esperar unas cuantas semanas para resolverlas.