Tres nombres, un ganador. Martín Guzmán, Silvina Batakis y el actual ministro Sergio Massa fueron quienes ocuparon la conducción del Ministerio de Economía.
Guzmán, el discípulo del premio Nobel Joseph Stiglitz, fue designado ministro de Economía ni bien Alberto Fernández asumió la presidencia. Sin embargo, rápidamente se ubicó en la mira de la vicepresidenta Cristina Fernández y fue apuntado una y otra vez como un funcionario que no funciona, hasta que finalmente renunció. Lo hizo por la red social Twitter el sábado 3 de julio mientras su acusadora era la principal oradora de un acto en Ensenada. Como síntesis de su trabajo, Guzmán dejó una deuda con privados reestructurada en 2021 y un acuerdo cerrado con el FMI por el crédito stand by tomado por el presidente Mauricio Macri. Eso, podría sintetizarse, fue lo único que dejó ordenado. El resto de las variables quedaron descarriladas, en especial las relacionadas con las políticas de precios, aspecto que recién ahora y bajo un fuerte corset parecen comenzar a ordenarse, aunque aún muy lejos de un indicador que pueda ser óptimo.
¿Cómo nos reconciliamos con nuestra imagen?
Silvina Batakis fue su sucesora, designada más de 24 horas después de la renuncia de Guzmán. Sí: por más de un día el país estuvo sin ministro de Economía y con la sensación de que nadie quería agarrar la brasa caliente que dejaba el hombre designado por Alberto. Duró un mes. Al regreso de una gira por los Estados Unidos fue reemplazada por el actual ministro (superministro para algunos) Sergio Massa, quien desde un comienzo sonaba para suceder a Guzmán pero no quiso aceptar el desafío hasta conseguir el control absoluto de todas las áreas vinculadas con el manejo de la economía. Se le puede reconocer a Batakis una tarea: el comienzo de la búsqueda de un ordenamiento fiscal que tomó con más firmeza Massa.
Bajo la gestión del tigrense, los ministerios de Agricultura y el de Desarrollo Productivo quedaron relegados a secretarías, todo bajo el paraguas de Economía. Massa desembarcó en el Ministerio con un abanico de medidas que buscaron desde el minuto cero acondicionar las principales variables de la economía. Anunció e implementó la segmentación tarifaria y comenzó la titánica tarea de alinear las acciones para cumplir con las metas del acuerdo con el FMI.
Una de las principales tareas fue la de frenar el drenaje de dólares de las arcas del BCRA y establecer un cambio diferencial para los liquidadores de exportadores de soja y derivados para nutrir las escuálidas reservas de ese organismo. Así, en septiembre estableció la primera edición del dólar soja que permitió el ingreso de US$ 8.123 millones de exportaciones. En diciembre, ávido de retomar el sendero, fijó la reapertura del dólar soja pero con una meta más modesta: US$ 3.000 millones.
Después del anuncio de septiembre, Massa viajó a EE.UU. por primera vez con el traje de ministro de Economía y cosechó la aprobación de las metas del segundo trimestre, anuncios de desembolsos de créditos del BID por US$ 3.000 millones de los cuales US$ 1.200 millones irían a engrosar reservas, y el aval político y empresario para fortalecerse en el cargo.
Además, consiguió el respaldo para un acuerdo de información fiscal automático entre Argentina y EE.UU. que fue rubricado a comienzos de diciembre. El intercambio estará disponible desde el 1° de enero hasta el 30 de septiembre de 2023 e irá acompañado por una Ley de Blanqueo. Otro más.
Desde su llegada, Massa y equipo se pusieron a trabajar en el otro frente abierto: la renegociación de la deuda con el Club de París, donde se logró una reprogramación por un monto de capital de US$ 1.972 millones, con una reducción en la tasa de interés y una extensión en los plazos de pago.
En el orden interno, en los primeros 4 meses el equipo económico lanzó dos canjes de deuda en pesos con el objetivo de descomprimir los desembolsos de este año y patearlos para el 2023. La meta fue lograda, pero con un alto costo en materia de tasas.
ALERTA DÓLARES
El cuidado de los dólares se convirtió casi en una obsesión y las importaciones llegaron a un punto de estrés que aún no logró disiparse. Los dólares se redireccionan a aquellos que producen y no estarán disponibles para quien quiere un producto importado, reza Massa a diario. En ese marco se estableció un nuevo esquema de importaciones, el SIRA en lugar de las SIMI. El cambio relajó un poco las tensiones, pero solo en algunos sectores; la mayoría de los rubros tienen dificultades para importar insumos. El tema llevó a una situación de tensión con los referentes industriales que le advirtieron respecto de la situación límite. La situación persiste más allá del cambio de sistema.
Otro de los puntos clave que Massa intenta encauzar es el de los precios, o mejor dicho la inflación, un fenómeno mundial producto de la emisión monetaria en la pandemia pero que en la Argentina alcanza un estado crónico al proyectarse un índice de tres dígitos para finales de año.
Con indicadores que no se registraban desde hacía 30 años, Massa apuntó a los acuerdos de precios, una herramienta que ya estaba en marcha pero que no había dado los resultados esperados. Un mega acuerdo que quedó plasmado en el Programa Precios Justos con congelamiento de precios de casi dos mil productos y otros 35 mil que prevén una actualización que no podrá superar el 4% comienza a ponerles un freno a resultados que impactaban en salarios y por ende en los niveles de pobreza e indigencia. La estrategia se completa con una fuerte advertencia de multas para las empresas que incumplan el pacto.
La escalada inflacionaria se alimentó en buena parte del 2022, y persiste en muchas cabezas como opción para el año próximo la posibilidad de una devaluación. En promedio, el tipo de cambio avanzó hasta comienzos de diciembre un 65%, es decir que cerrará el año fácilmente con unos 30 puntos de distancia respecto del IPC. El establecimiento de un dólar soja en la reapertura del plan en $ 230 indica, según los operadores de la plaza, que hoy el dólar tiene un problema de precios.
Mayoritariamente, los economistas le acertamos en el diagnóstico pero no en el timing -dijo un economista de un banco de primera línea en una reunión de fin de año-. Habrá que ver si la devaluación la hace este Gobierno o se la deja al próximo, pero seguro debe hacerse.
Un ajuste en el tipo de cambio impactará en precios y consecuentemente en salarios. El Gobierno prometió que los salarios deben correr al lado de la inflación y no perder poder de compra. Esto obligó a los gremios a reunirse en más de una oportunidad para actualizar paritarias, activando las cláusulas gatillo.
Además, muchos sectores acordaron un bono de fin de año para compensar la pérdida salarial. El punto se trasladó a otro dato doloroso de la realidad argentina: el nivel de pobreza y de indigencia. Cerca de 17 millones de argentinos son pobres y 8,5 millones son indigentes, según el último informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).
El trabajo indicó que la tasa de pobreza trepó al 43,1% al tercer trimestre de este año, mientras que la de indigencia llegó a 8,1%, y destacó que en los últimos 10 años la pobreza ha crecido 15 puntos porcentuales.
El trabajo describió que los nuevos pobres son clases trabajadoras de sectores medios y populares, vulnerables a las crisis, a la falta de trabajo y a la inflación. Mientras tanto, los pobres estructurales logran protegerse reproduciendo una economía informal de subsistencia, que no los saca de la pobreza, pero al menos la alivia.
El trabajo de la UCA indicó además que en caso de no existir las asistencias sociales que dispone el Estado la pobreza afectaría al 50% de la población y la indigencia llegaría al 20%. Y precisó que el 40% de los hogares donde vive el 50% de la población fue asistida por algún programa oficial o complementario.
El escenario económico del 2022 se completó con una tensa relación con los sectores del campo. Comenzó cuando el 1° de enero se conoció por el Boletín Oficial la nueva Ley de Carne Bovina, dejando limitadas las exportaciones de algunos cortes. La situación de alerta quedó instalada desde el primer minuto del año y se complejizó con los incendios en distintas regiones del país, con la sequía producto de La Niña y una relación que no logra sanarse pese a tratarse del primer rubro generador de divisas. Los desafíos que deja el 2022 son muchos y habrá que ver cómo se sostienen en un año electoral como es el 2023.