La escasez de reservas impactó de lleno en el sistema productivo argentino pese a que desde la Unión Industrial Argentina subrayan que el PBI industrial per cápita se haya recuperado en los últimos dos años –pospandemia–. Las restricciones a las importaciones de bienes, para cuidar los pocos dólares del Banco Central, han sido una constante que ha ido afectando a diversos sectores a lo largo del año.
Tan importante es el problema que el tridente Tombolini-Castagneto-Michel (Matías-Carlos-Guillermo o Comercio Interior-AFIP-Aduana), siempre bajo la supervisión del superministro de Economía Sergio Massa, lanzó un nuevo sistema para las importaciones: SIRA.
Pero para entender la situación hay que empezar desde el principio: la ausencia de dólares. Las reservas totales internacionales del BCRA comenzaron el año en US$ 39.596 millones y para mediados de noviembre estaban en cerca de los US$ 37.000 millones. Podría decirse que se perdieron unos US$ 2.500 millones, pero no: el número trepa a poco más de US$ 16.000 millones cuando se observa el recorrido del año.
Ingresos por desembolsos del FMI, Derechos Especiales de Giro, desembolsos de organismos internacionales (principalmente el BID) e ingresos especiales producto del dólar soja generaron picos y bajas constantes por pagos de compromisos e intervenciones constantes del BCRA en el mercado de cambios, casi siempre vendiendo, con excepción de septiembre, cuando por el dólar soja fue comprador nato.
Así, el nivel de reservas del BCRA exhibió tres picos a lo largo del año en los que superó los US$ 40.000 millones, principalmente en marzo, efecto del primer desembolso del FMI producto del acuerdo de aplacamiento de los pagos del préstamo obtenido durante el Gobierno de Mauricio Macri. Pero esos ingresos no traccionaron la rueda de la producción: fueron a pagos de compromisos externos, a abastecer el Mercado Único y Libre de Cambios e incluso, hasta la llegada de Massa, a financiar al Tesoro.
Cambio de sistema y reclamos
La llegada del equipo económico de Massa en agosto tomó el tema de las importaciones como uno de los principales frentes de gestión. Por eso, eliminó el SIMI, acompañado por centenares de cautelares, y creó el SIRA: Sistema de Importaciones de la República Argentina. Sin embargo, para la mayoría de los productores que requieren insumos importados, la situación está al borde de la crisis. El tema quedó planteado en el encuentro anual de la UIA y la preocupación se palpó en cada segundo de ese encuentro, junto a la inflación y los bonos para los trabajadores.
La queja llegó a Massa por parte del secretario de la UIA, Miguel Ángel Rodríguez, en el mano a mano que hicieron durante el encuentro. “Desde la UIA venimos bregando para que los dólares se apliquen a mantener las industrias abiertas y seguir produciendo. Hoy la realidad nos está demostrando dos cosas: que hay atrasos en aprobaciones que están afectando a la cadena productiva y hay empresas que han tenido problemas, y a su vez que, cuando esta SIRA es autorizada, tiene por un lado la virtud de que sale con una fecha de pago, pero esa fecha para el 99% de las empresas no es adecuada a los valores de mercados que puede conseguir”, espetó Rodríguez.
Y siguió: “Cuando nos damos vuelta no hay nadie atrás y cuando les hablamos a los proveedores nos dicen que ese no es el plazo de mercado. Plazos de mercados mayores de 180 días no existen. Plazos de mercados normales es lo que vamos a necesitar para poder trabajar con nuestros insumos importados, o no vamos a tener ningún insumo. Vamos a necesitar que se activen más los mecanismos de SIRA porque hay muchas empresas que ya están entrando en una situación crítica de los stocks o ya tienen quiebres”.
Según Aduana, en las primeras tres semanas desde la puesta en marcha del SIRA, el sistema procesó 80.000 presentaciones por más de US$ 9.000 millones a valor FOB y más del 50% alcanzó el estado de salida que anticipa una fecha de acceso al MULC.
Al reclamo industrial, Massa respondió: “Queremos que los dólares que tenemos en las reservas se utilicen para el trabajo y la producción, no para la especulación ni para bienes terminados que no se necesitan y que muchas veces terminan siendo parte del sistema de abuso que reina en el sector de comercio argentino”. Además, atacó al sistema de cautelares que se impulsó en el período de las SIMI: “Vamos a tener que charlar como sociedad si está bien que un juez decida que es más importante que el BCRA destine sus dólares a un Maserati, a tela para 129 años o a máquinas tragamonedas que a los insumos de la producción”. Se estimó que el nivel de dólares de esas cautelares representaba unos US$ 2.560 millones.
Sin apuntar directamente a Mercedes Marcó del Pont -una albertista pura hoy refugiada en la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la Nación, luego de su desplazamiento de la titularidad de la AFIP-, aunque en clara alusión a su gestión, desde el principio el equipo de Massa observó y se enfocó en administrar los pocos dólares disponibles que se corporizaron en el cambio de SIMI a SIRA.
“Sentimos que teníamos la responsabilidad de cambiar el sistema de SIMI por dos razones. Primero, porque había reiterados pedidos de muchas empresas que tenían que ver con la falta de posibilidad de tener un sistema con trazabilidad. Hoy, desde que comienza hasta que termina, el sistema está monitoreado por todos los sectores que intervienen: Comercio, Aduana y BCRA”, explicó.
Pero principalmente se justificó desde lo económico: “Cuando mirábamos la demanda hasta fin de año aparecían pendientes o pedidos por US$ 39.800 millones de importaciones en septiembre-diciembre y todos los que son parte del sector productivo de la Argentina saben que ese no es el número que necesita la producción para trabajar, para desarrollarse. Tenía que ver con pedidos acumulados reiterados, con medidas cautelares”.
Y aseguró: “Entendemos que, en la medida en que generemos incentivos, cuidemos nuestros recursos y pongamos los dólares para fortalecer la producción -y no para que algunos vivos cambien el avión durante un año-, vamos a poder darle a la Argentina un escenario de competitividad y productividad más apropiado”.
En ese sentido, Economía anunció la necesidad de sentar a la mesa de seguimiento del Gobierno a un hombre fuerte de la UIA: un técnico, el director ejecutivo y economista jefe de la entidad, Diego Coatz. Será él quien llevará a la mesa de discusión nacional las realidades concretas de cada sector productivo, para ubicarlo en ese semáforo de riesgo y que no se llegue al rojo o se salga de la zona de peligro lo más rápidamente posible.
Pero la SIRA no promete ser la solución del problema en tanto y en cuanto no se recompongan las reservas, escenario difícil de pronosticar con una “Niña” haciendo estragos en el campo por tercer año consecutivo. Según un informe del consultor agropecuario Pablo Andreani, el ingreso de divisas para el sector agropecuario para 2023 se reducirá en US$ 11.372 millones con relación a 2022, lo que complica el escenario de reservas del BCRA.
Hoy las dificultades para ingresar insumos se mantienen, la preocupación de los empresarios de todos los sectores se acrecienta y el alivio está lejos de divisarse.