Desde la presidencia del Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL), el think tank de la Fundación Mediterránea, Carlos Melconian diseña un programa económico para el próximo Gobierno, aunque no sabe quién será la persona que lo lidere ni tampoco si acordará con sus ideas. En diálogo con Forbes Argentina, el economista y ex presidente del Banco Nación asegura que el populismo perdió la virginidad, en referencia a la suba de las tarifas, la auditoría de los planes sociales, y los ajustes presupuestarios en los ministerios.
Fanático de Racing, no duda al proclamar que su equipo atraviesa un gran momento futbolístico. Y no rehúye a la pregunta que compara ese momento con el contexto macroeconómico de la Argentina.
—¿Qué es más difícil: que Racing salga campeón o bajar una inflación anual del 100%?
—Bajar una inflación anual del 100%. Les aclaro que Racing no es más el previo a 2001 de Mostaza Merlo. Racing está en la discusión de todos los títulos y juega varias copas. Este Racing es el primero en la suma de puntos anual. No va más esa pregunta porque está muy bien Racing.
—¿Y bajar la inflación es muy difícil en este contexto?
—Sí, bajar la inflación es muy difícil porque hay una estadística que muestra que en 80 años tuvimos estabilidad en diez, durante los 90; y en el resto, el promedio de 70 años, excluyendo 1989 y 1990 porque desvirtúan la muestra con 5000% al año de inflación) da 67% anual. Entonces, 67% anual en 70 años en un mundo donde hasta hace un año y medio la inflación no existía claramente muestra que es una enfermedad difícil de sacarse de encima. Bajar la inflación no es ni fácil ni rápido.
—En una reciente entrevista dijiste que programas como la Convertibilidad y el Plan Austral son populares porque cuando bajan la inflación el salario empieza a rendir. Sin embargo, Juan Carlos Torre escribió lo contrario en su libro Diario de una temporada en el Quinto Piso. Él sostuvo: La inflación tenía la virtud de acostumbrar a la gente a las prácticas constantes de indexación de los bienes y servicios y con esa gimnasia se tenía hasta hace poco la sensación de estar en carrera, con el pasaje a una mayor estabilidad todo el mundo tiene ahora una consciencia más aguda y menos engañosa del lugar que le ha tocado en la puja económica. ¿Por qué divergís de su mirada?
—Tendríamos que leerlo despacito. Y también leer despacito lo que yo dije, porque dije: Hay programas de estabilidad y hubo programas de pseudoestabilidad. No quise subestimar al Plan Austral, pero no es comparable con la Convertibilidad: uno fue 100% exitoso, el otro fue muy bueno para su período histórico; uno duró 10 años, el otro un año y medio; uno llegó al 0% de inflación, otro lo bajó en su mejor momento a 50 anualizado. No son lo mismo. Coincido con Torre en que la indexación daba determinado plafón para esconder la tierra debajo de la alfombra y con esa indexación oculta hacer negocios y ganar plata. Lo que falta decir es que yo me refería al trabajador de ingresos fijos, mientras que en la frase que me leés no queda claro. Lo que dice Torre parece más destinado al empresario. En la estabilidad tenés que salir a vender, a competir, mirar cómo está el de enfrente. La licuación no te salva más. Entonces, coincido con la segunda parte de lo que me leés de Torre siempre y cuando diga: Al que hacía negocio con eso. Pero el trabajador de ingresos fijos no hacía negocios con eso. Y cuando Torre dice: Todo el mundo indexaba, ¿a quién se refiere? El que tiene un sueldo fijo no indexa. Ratifico lo que dije respecto al derrumbe de la inflación: en los programas de estabilidad y de pseudoestabilidad es popular bajar la inflación fundamentalmente para el que más la sufre.
—¿Cómo proponés, en el programa que estás trabajando en IERAL, bajar la inflación en este contexto?
—Bajar la inflación tiene que ser el embudo de una política económica a la cual agregamos cambio organizacional y desobstrucción al sector privado. La tasa de inflación habitualmente es una variable consecuencia. No apretás un botón, no llamás a un secretario de Comercio mágico o, heterodoxamente hablando, no vas a un congelamiento Gelbardiano de prepo. Puede existir algún acompañamiento heterodoxo a un plan de estabilidad, pero siempre en forma transitoria. Lo que necesitás para bajar la inflación, suponiendo que lo hacés bien y tenés éxito, es un programa integral. No hay una medida. Este período histórico tiene la bendición de Dios de mostrar que el populismo pierde la virginidad. ¿Por qué? Porque tiene que empezar a hacer un montón de cosas, subir las tarifas, auditar los planes, hacer ajustes en los ministerios, que si hubiera habido un cambio de gobierno hubieran dicho: Volvé, Alberto, te perdonamos. No, es Alberto el que está ahí con Sergio Massa y con Cristina Fernández. Y no es una opinión política, yo tengo prohibido hablar de política porque estoy haciendo un diseño apartidario, pero papers sobre los populismos hay escritos desde que mi abuela era soltera. Cuando los populismos se quedan sin nafta es difícil reivindicar los 2000.
—¿Tuviste alguna reunión en los últimos meses con Sergio Massa?
—Sí. Reunión, teléfono y chat, de todo tuve. No en los últimos meses, sino en los últimos 15 o 18 años.
—Desde que él asumió como ministro de Economía, ¿tomó alguna medida que coincide con el programa que elaborás en IERAL?
—No, son cosas diametralmente opuestas. Yo lo estoy pensando para un contexto diferente al de él. No tiene nada que ver lo que él hace con lo que estamos pensando nosotros. Tenemos en lo más profundo la idea de un cambio de régimen, de un cambio organizacional, de un antes y un después. Tenemos que hacer un programa que vuelva a generar la inversión en la Argentina; un programa para que el que se fue, vuelva; un programa donde el joven quiera quedarse. Nuestro programa parte de un mandamiento ineludible que es el respeto a la propiedad privada y el respeto a la ley. Es un programa capitalista occidental y progresista. Esos son elementos que no aparecen ni van a aparecer porque mi impresión es que este no es un Gobierno que lleve en la sangre generar clima de negocios.
—¿Qué va a pasar en octubre sin el dólar soja?
—Habrá que estar atento el cuarto trimestre a que el Banco Central pueda vender dólares de nuevo. Este es un tema de oferta y demanda y de precio implícito con súper cepo y donde el glamour de los precios internacionales ya pasó. Si vos quisiste traer US$ 6.000 millones de los próximos tres meses a hoy, los próximos tres meses tenés US$ 6.000 millones menos. Entonces me tenés que decir qué querés hacer con la demanda y ahí está el dólar Qatar, el turismo, el exceso de SIMIs, la cuotificación de la importación.
—¿Qué es más dañino en este contexto: seguir desdoblando el tipo de cambio o una devaluación?
—Ninguna de las dos son buenas. Me estás ofreciendo un trago amargo en cualquiera de los dos casos. Esta no termina nunca de ser una segmentación o bifurcación formal, es un bicho raro. ¿Qué dejó la bifurcación? Adelantó 6 mil palos. Para devaluar está el temor y la pregunta. Primero, el temor de que si la devaluación no está bien hecha no es la última. Segundo, derrama en precios. Y tercero, si no cambia nada, ¿para qué? Para restringir y encarecer demanda porque en un contexto donde el resto no cambia, es darle rentabilidad al exportador, bienvenido, pero… inventame más soja, inventame más trigo. El exportador de otra cosa, el de la industria de conocimiento, ¿qué hace?, ¿un shot de inversión porque devaluaste 20%? No, hace clink caja. Devaluar a secas no es una solución. Devaluar en un programa acomodando precios relativos es otra cosa.
—El año que viene hay elecciones presidenciales. ¿Qué expectativas se generarán si la oposición, Juntos por el Cambio, obtiene más votos que el oficialismo en las PASO?
—Primero estamos en el medio de un candombe donde se tienen que ratificar las PASO. Segundo, si se ratificaran las PASO el ambiente es que la oposición tiene un penal sin arquero. El penal se ha empiojado por dos temas. Uno, porque no sabemos si hay PASO, entonces antes que eso se debiera trabajar institucionalmente no solo para que haya, sino para que haya mejor PASO, a la uruguaya. La segunda cuestión para el penal sin arquero es que tenemos que lograr que no lo patee Benedetto, porque si el penal lo patea Benedetto por más que no haya arquero va a la segunda bandeja.
—¿Benedetto es el ex presidente Macri?
—No, no. Benedetto es cualquiera que lo ponga en la segunda bandeja. Yo hablo y me llevo muy bien no solo con el ex presidente, sino con todos los candidatos. Si es occidental, capitalista y progresista, este es un programa y está hecho para todo el mundo. Ha llegado un momento en donde hay que explicarle a la sociedad argentina antes, no después. Porque otra cosa que se termina es: Si le digo lo que voy a hacer, no me vota. Hace veinte años sirvió, ahora no, porque la gente está cansada justamente de eso. ¿Qué le voy a decir a la gente? Lo que voy a hacer. ¿Queremos bajar la inflación? Sí. Seamos consistentes. ¿Queremos deuda en dólares para pagar gasto corriente en pesos? No, si lo probamos en 2016 y 2017. Los Messi de la deuda traían deuda y les decíamos: ¿Esto para qué?, ¿para gasto corriente en pesos? Y terminó mal por enésima vez. Segundo: los cráneos descubrieron la deuda en pesos. Los mercados locales de capitales son buenísimos, pero tampoco para pagar gastos corriente en pesos porque un día salen corriendo. ¿Y salieron corriendo? Sí, en junio no hubo roll over y tuvo que emitir el Banco Central. Tercero: con la excusa de la pandemia, emitamos moneda, si los americanos emiten y no tienen inflación. Allá no hay repudio a su moneda, acá sí. Se repudia a la moneda por una emisión indebida que da inflación. Entonces, la pregunta moderna a la sociedad argentina: si agujero con deuda en dólares no, si agujero con deuda en pesos no, y si emisión no porque me demandan estabilidad, entonces, ¿qué uso? Usá no tener déficit fiscal. Estos ingresos no alcanzan para estos gastos.
—¿Un programa de estabilización de ese tipo es recesivo en el corto plazo?
—No necesariamente. Está todo el cambio de expectativas, el respeto a la propiedad privada, gente que vino con un cambio organizacional, la drástica caída de las tasas de inflación, la recuperación del poder adquisitivo, el redireccionamiento vía creación de empleo. Vengo con un mensaje consistente hace años, que puede o no gustar. Está de moda ahora el shock. Me siento hecho un poroto ahora yo, porque resulta que en 2015 era el shockeador ortodoxo, ahora se pasaron todos para el otro lado. No hay ningún programa ni en cien horas, ni en una hora, ni en una semana. El crédito se construye desde ahora. Yo quiero quedar esclavo de mis palabras desde ahora, porque si falta confianza en la Argentina, falta credibilidad y falta decencia, la tenés que poner arriba de la mesa.
—¿Tenés ganas de volver a la función pública?
—Sí, por supuesto. El próximo paso de la Mediterránea es la función pública. Y tiene que ser la función pública a partir del servicio a la gente. El único tema es que esto no es como el sector privado donde soy el dueño de esto y todos lo que están alrededor aprendieron que si yo hago goles ellos ganan también. El sector público y la política ponen trabas, hay adversarios, patadas de atrás. Siempre están los que te quieren joder. Además, hay intereses pero yo no tengo problemas con los intereses, los tiene que administrar la autoridad de la manera más equitativa.
—Para cerrar el reportaje, ¿qué aprendiste en la zapatería familiar que te sirve hoy para analizar la macroeconomía argentina?
—Un montón. La única manera en que el negocio esté abierto es si vende y gana plata. Vos en una zapatería tenés que abrir más zapaterías, pero no abrís más países, sino que multiplicás el negocio, que es el empleo, el crecimiento, la rentabilidad. Aprendés mucho de la competencia, de la zapatería de la otra cuadra. Aprendés que el Estado no te tiene que joder. Mi viejo te diría: Aprendé que tiene que entrar gente al negocio. Esa cuestión de ajuste, de ortodoxia liberal… el ajuste por el ajuste mismo no va. ¿Me transformé en un keynesiano heterodoxo? No, sólo en un normal zapatero de Valentín Alsina. Si no estás ahí para ganar guita, ¿para qué estás? Los países son así.