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Vinos de Chubut: la heroica aventura vitivinícola en la Patagonia Argentina

Andrea Albertano

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Esta provincia del sur argentino, se está ganando un lugar en el mapa mundial del vino. Con un clima desafiante y un paisaje majestuoso, los viticultores patagónicos han emprendido una odisea para producir vinos de calidad excepcional, considerados auténticas joyas de la enología heroica.

7 Julio de 2024 15.30

La provincia de Chubut, ubicada en el corazón de la Patagonia argentina, se ha convertido en el escenario de una epopeya moderna: la producción de vinos en condiciones extremas.

A pesar de los desafíos impuestos por su latitud austral, con vientos fuertes, temperaturas bajas y un suelo poco convencional, un grupo de viticultores valientes ha decidido apostar por esta tierra inhóspita para crear vinos únicos y de alta calidad. 

Son varios los pioneros que vienen transformando las adversidades en oportunidades, demostrando que, con pasión e innovación, se pueden superar cualquier obstáculo. Así, los vinos de Chubut no solo destacan por su sabor sino también por la historia de esfuerzo y dedicación que encierran en cada botella. Reunimos algunos testimonios de los que se aventuraron y de los que defienden esta región como una puerta a vinos de excelencia. 
 

La voz de la experiencia

Andrés Rosberg es especialista en vinos. Fue presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers y de la Association de la Sommellerie Internationale, el único latinoamericano en alcanzar ese puesto en los 55 años de historia de esa institución.

En la actualidad es Embajador de Marca País Argentina y sommelier ejecutivo en Hornero, el restaurante de La Morada Lodge, Valle de Uco. Él tiene una particular devoción por la Patagonia: considera que hacer vino en Chubut es un acto de amor y superación. 

“Los desafíos de la vitivinicultura en Chubut son siderales: viajar cientos de kilómetros en rutas no siempre aptas para conseguir plantas, postes o alambres; enseñar a podar a lugareños que nunca vieron una vid; invertir en sistemas de aspersión para protegerse del clima gélido, luego en equipos electrógenos para prevenir los cortes de energía y asegurar que esos equipos funcionen con temperaturas bajo cero, alambrar el viñedo para proteger de las liebres”, detalla a Forbes

Y a todo eso –enfatiza-hay que sumarle los desafíos propios de la actividad, “como hacer un buen vino, venderlo y sobrevivir a la siempre compleja realidad económica argentina”.

Aun a pesar de todos estos inconvenientes, Rosberg coincide con otros expertos en que la producción de vino en Chubut “está en su mejor momento.

De hecho, en la última década, la provincia pasó de tener tres viñedos a tener hoy más de 40; de producir menos de 2.000 kilos de uva a más de medio millón; de no figurar en el mapa a presumir tres nuevas indicaciones geográficas en zonas bien diversas entre sí como son Trevelin, El Hoyo y Sarmiento

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El Hoyo.

“El sector está enfocado en la calidad, en la producción orgánica, en variedades de alta gama como Chardonnay y Pinot Noir, en la promoción del enoturismo”, resume. Y se pregunta ¿por qué se habla del vino de esta provincia que produce menos del 0,1% del vino argentino? “Es muy simple –revela-: en la Patagonia andina, en el Valle del Río Chubut, en las orillas del Atlántico y a la vera del lago Muster se están elaborando hoy vinos nunca antes vistos en la Argentina”.

Sueños de sur

Camilo de Bernardi tiene una chacra en El Bolsón, en provincia de Río Negro, donde elabora vinos de excelencia que ha merecido incluso los elogios de Tim Atkin, considerando a su Pinot Noir como uno de los mejores del país. 

Más allá de que su proyecto se desarrolla en la provincia rionegrina, lo cierto es que Camilo es nacido en Esquel y uno de los principales motivadores de la vitivinicultura austral. En charla con Forbes, aseguró que “cree firmemente que la vitivinicultura en Chubut posee un potencial inmenso. Esta región, aún nueva en el mapa vitivinícola mundial, alberga una promesa enorme”.

También coincide con Rosberg: cultivar uvas en estas latitudes no es tarea fácil. “No es un emprendimiento para cualquiera, requiere un compromiso y conciencia sobre el esfuerzo que implica plantar un viñedo aquí. Un fracaso en un proyecto nos afecta a todos como productores”, resume”.

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Chacra De Bernardi.

Y se ufana: “Hasta el momento, el 90% de los proyectos que realmente están funcionando lo hacen porque nosotros, los dueños, estamos detrás del viñedo, trabajando día tras día. También debemos ser conscientes de que la producción en sí misma no es rentable a menos que tengamos como mínimo 10 hectáreas, algo muy difícil en la zona debido a la cantidad de agua y energía necesarias para controlar las heladas, que son la mayor amenaza que enfrentamos hoy en día. Esta realidad nos obliga a buscar sinergias con el turismo”, revela.

Camilo es un apasionado y sostiene que actualmente están involucrados en varios proyectos de plantaciones en Chubut y en diferentes regiones, que representan el desafío de cada día. “Cada paso que damos, cada vid que plantamos, es un acto de fe en el futuro, un testimonio de nuestra determinación para superar los desafíos y hacer realidad el potencial de nuestra región”.
 

Con IG

Ubicada al Noroeste de Chubut, sobre Ruta Nacional N°40 y a 10 km al Sur del Paralelo 42°, El Hoyo se encuentra en uno de los valles del Corredor de los Andes. Actualmente cuenta con tres bodegas que elaboran vinos tranquilos y espumosos, otras tres de vinos artesanales y numerosos viñedos en formación. Desde hace algunos años, cuenta con una herramienta sumamente interesante que es la indicación geográfica (IG) El Hoyo.

Darío González Maldonado, enólogo y uno de los referentes de la región relata que la localidad obtuvo la Indicación Geográfica, algo que ayuda notablemente a la producción. “Nos posiciona en el mapa vitícola mundial y da identidad a nuestros vinos”. 

“Los viñedos de esta región fueron plantados en 1999/2000. Hay una primera etapa de formación de planta que dura 5 años; durante los siguientes siete años, la planta se afianza a nivel radicular. Ahora que ya pasaron 20 años y es cuando se muestra el potencial de varietales”, revela Darío a Forbes.
 

Un tropezón no es caída

Rance Rathie y Travis Smith son amigos de jóvenes y llegaron a la Patagonia hace muchos años motivados por su pasión por la pesca con mosca. Llevan la mitad de sus vidas desarrollando Patagonia River Guides en Trevelin, una de las mejores experiencias de esta disciplina de pesca del mundo. Y hoy son quienes comandan la bodega Contracorriente

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Contracorriente.

Con el afán de aventurarse en la vitivinicultura, en 2013, decidieron plantar una hectárea de viñedo en la propiedad del lodge de pesca. “El terroir extremo y la falta de asesoría técnica seria hizo que la primera plantación no prosperara. Luego hubo una replantación en 2014-2015 con las 3 hectáreas en producción que tenemos hoy en día de la variedades Chardonnay (1.5 ha), Gewürztraminer (0,5) y Pinot Noir (1 ha)”, relata Sofía Elena, la enóloga desde 2019 de este emprendimiento en charla con Forbes.

Paralelamente invirtieron en la instalación de un sistema antihelada suprarbóreo que protege a las plantas hasta -5/-7 grados, indispensable para la viticultura en la región. “Estas heladas no solo son frecuentes sino que son muy intensas por lo que otro sistema como el calor (velas, ventiladores, turbinas) no es efectivo. También invirtieron en sistema de riego por goteo, ya que los veranos son muy secos y no es conveniente la aspersión para regar”, detalla Elena.

La primera cosecha formal fue en 2018. “A partir de la temporada 2018-2019, me sumo al proyecto como enóloga y encargada de viñedo. Venía ya con 10 años de experiencia en la elaboración de vinos y trabajo en viñedo de clima frío y pude aportar todo ese conocimiento en el desarrollo y crecimiento de Contra Corriente”, recuerda.

Desde 2019, manejan el viñedo en orgánico con todo lo que eso conlleva. Para la cosecha 2019 los dueños también invirtieron en redes antipájaro; está completamente equipada con tanques inoxidables, barricas usadas y nuevas y demás implementos. Además invierton junto a una bodega vecina en equipamiento como prensa neumática, bomba de vendimia, embotelladora y filtro.

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Contracorriente.

Para el año 2020-2021, expandieron la plantación a una hectárea más de Pinot Noir en otro sector del terreno en pendiente que estaba cubierto de rosa mosqueta, llevando el total de plantación hoy día a 4 hectáreas. 

La producción es pequeña y depende mucho del clima de la temporada, las lluvias y el promedio de temperatura. “Tenemos rendimientos bajos de entre 4000 a 7000 kg (3000 a 5000 litros) por hectárea, dependiendo de la añada. El clima dicta el tipo de vino de esa añada y, por ende, el manejo del viñedo. Tenemos primaveras a veces lluviosas o muy lluviosas con heladas, veranos con mucho o demasiado viento y generalmente secos y fin de veranos y otoños húmedos o secos pero con gran cantidad de heladas. A veces hay heladas en pleno verano”, cuenta Sofía. Venden en forma directa en la bodega, con más fuerza en la época de verano. 

Desarrollo en el pueblo galés

Oriundo de Mar del Plata, Sergio Rodríguez conoció Trevelin hace casi 30 años. Maestro de escuela, desarrolló su profesión de chef y fue incluso muchos años cocinero del pianista Bruno Gelber. Pero, tras conocer Trevelin, todo cambió.

En charla con Forbes, Sergio relata: “Nos gusta describirnos como una familia de origen italiano que lleva adelante el emprendimiento llamado Viñas del Nant & Fall en donde a diario trabajan tres generaciones: mi mamá, Maura; quien te habla, Sergio; Emmanuel, mi hijo y recientemente se sumó Andrés que pasó a ser parte de la familia”.

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Emmanuel Gómez, Nant & Fall.

Sergio sostiene que la tradición familiar de producir vinos está en su ADN y eso los llevó a transitar este camino. “Como inicio de esta historia, la fecha es el 24 de diciembre de 2009 cuando ingresamos; en 2011 plantamos el primer cuadro con 6500 plantas; el 17 de abril de 2016 fue la primera vendimia”.

Lo importante, sostiene Sergio, es que en ese momento lograron un verdadero hito ya que “corrimos la frontera sur del vino”.

Actualmente tienen implantadas casi 3 hectáreas con 16.000 plantas que les da un potencial de unas 20.000 botellas siendo que pueden producir el doble pero hacen raleo de la fruta en busca de la calidad. “Estamos en 11.000 botellas anuales con proyección de llegar a las 20.000”.
 

En medio de la estepa

Daniel Fermani y Laura Galdámez llegaron desde La Plata y se enamoraron de Gualjaina. Su proyecto en Chubut nace en 2007 cuando crearon un proyecto agroturístico. Diez años después iniciaron la propuesta de viñedos, cuenta Laura a Forbes.

Actualmente cuentan con una hectárea y cuarto de vides. Sus cepas son Pinot Noir, Sauvignon Blanc, Merlot y Chardonnay con venta local, en la propia bodega y también en algunas vinotecas de Buenos Aires, la costa, Las grutas, Puerto Madryn y Trelew. 

Si hablamos de números, son 6500 vides las que ocupan ese terroir en Gualjaina aunque no todas están en producción (hoy solo un 60 %). Al respecto, aseguran que, cuando todo esto esté en marcha productivamente, rondarán las 6500 botellas, pero falta unos años para eso. Hoy son 3000 botellas.

Cuando se le consulta sobre la Inversión, les resulta difícil poner en valor pero si puede contarnos que empezaron con 1500 plantas y que tuvieron que invertir en otros temas. “Tenemos un sistema de antiheladas importante. Esto es imprescindible porque en nuestro periodo productivo -desde septiembre que es la floración hasta la cosecha que se realiza a fin de abril- combatimos entre 30 y 35 heladas”, resume Laura.

Para eso, entienden hay que tener un buen recurso hídrico para abastecer dispersor y un back up de energía importante debido a que la usina no está unida al interconectado nacional y se maneja de forma independiente. “Compramos un grupo electrógeno para hacerle frente a estos fenómenos”. 

Su vino lleva el nombre de Terruño de Caldera. Además de la bodega, que se llama Viñas de Huancache, cuentan con la Hostería Mirador Huancache, bodega con maquinaria propia y cava subterránea para guarda de los vinos en Gualjaina, a 87 kilómetros de Esquel.

“Además de presencia volcánica tenemos un clima muy extremo con mucha amplitud térmica ya que se pueden alcanzar los 45 grados en verano y puede bajar a 5 grados a la noche. Tenemos mucha insolación y eso hace que el vino tenga un color muy intenso, algo que se puede observar en el Pinot Noir”, describe.
 

Frente al mar

Bahía Bustamante crece a partir de un antiguo establecimiento alguero fundado por el abuelo de Matías Soriano quien hoy junto a Astrid Perkins está desarrollando este lugar. La propuesta con vista al mar incluye un proyecto de vinos que, según revela el enólogo Eduardo Soler, se encuentra en estado embrionario pero con un panorama muy prometedor.

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Bahía Bustamante Lodge.

Toda la historia comenzó en octubre de 2018, con 2000 vides junto al mar y frente al lodge, que oficiaba como reparo de los fuertes vientos del oeste. “Sumamos a socios estratégicos como la bodega Ver Sacrum, quienes hoy son guía e inspiración, mientras la naturaleza hace el resto”, revela Astrid Perkins.

En cuanto a los vinos, Soler cuenta que hace 4 años se plantaron dos pequeñas parcelas experimentales a la orilla del mar, una de Semillón y otra de Pinot Noir. Y hace dos se plantó una tercera parcela de Albariño. “Esta cosecha 2024, la uva cosechada dio para vinificar unos 200 litros de litros de Semillón y unos 150 litros de PInot Noir. El albariño no entra en producción todavía. Los volúmenes son muy pequeños y se han vinificado prácticamente sin elementos y sin bodega, pero nos permiten explorar el potencial del terroir que es muy singular”, revela.

Eduardo detalla que paralelamente a esto, se está formando la Sociedad Argentina de Vinos de Mar SAS, conformada por Estancia Las Mercedes SA (dueña de Bahia Bustamante) junto a Ver Sacrum Wines (a cargo de la viticultura y enología) y otros socios.

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Bahía Bustamante.

Así con un frente que abarca diferentes actividades crece este rincón sobre el Atlántico: tienen el plan de plantar o replicar otras dos hectáreas de las mismas variedades unos 20 kilómetros tierra adentro, en el casco de Las Mercedes, para así tener vinos de Estepa y de Mar. También planean construir una microbodega en Bahía Bustamante, para poder vinificar, fraccionar y ofrecer enoturismo, en los próximos dos años.

“Hoy no tenemos armados los canales de comercialización, dado que no hay producto aún, pero hay un altísimo interés de parte de varios importadores especializados, en este proyecto que es seguido de cerca”, revela Eduardo. 


 

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