Omari Mussa (42) llegó a Argentina desde Tanzania en 2014 con un objetivo claro: que la comida swahili llegue a los rincones de Buenos Aires. De la mano de su mujer Sandra, quien sí es argentina, cada noche preparan una experiencia casi sensorial que transporta a los 14 comensales que entran en el living de su PH en Almagro a un viaje fugaz por las tierras del este de África. Esto es Afrika Sana.
Un menú fijo por pasos lo acompaña cada noche, el cual ejecuta a la perfección sabiendo que la gente lo espera: en este momento incluye una degustación de buñuelos swahili (algunos panes de cardamomo, otros similares a los falafel de la gastronomía árabe), una sopa ácida de mango con albóndigas de carne, pollo al curry con maíz blanco y acelga salteada, y café con turrón para coronar la cena.
Si bien la propuesta de Mussa está un poco alejada de la escena gastronómica de moda, cada vez son más los adeptos y él mismo se divierte al asegurar que tiene miles de mensajes esperando ser respondidos para conseguir una reserva. Tengo 14 lugares y 14.000 mensajes esperándome. Soy yo solo quien cocina, toma las reservas y recibe a la gente, asegura, aunque también destaca el mérito de su mujer y asegura que sin ella no podría ser posible tanto despliegue.
El concepto de Afrika Sana apareció allá por el 2015 con la ya desaparecida CookApp, una app que permitía que cocineros amateur y profesionales recibieran en sus casas a comensales que reservaban sus lugares a través de una aplicación. En ese momento, Mussa y su mujer comenzaron lentamente a recibir intrépidos curiosos que se interesaban por saber de qué se trataba la comida swahili. Y lentamente, y con el correr de los años y la desaparición de la app, se convirtió en lo que es hoy.
Elegiste Argentina, a más de 10.000 km de Tanzania. ¿Por qué? ¿Te considerás un nómade o hubo alguna motivación?
No se trató de elegir, creo que me tocó Argentina por amor. Mi mujer Sandra es argentina, nos conocimos en Zanzibar cuando ella estaba de viaje y yo trabajaba en el hotel donde ella paraba, nos enamoramos y decidimos venir juntos a vivir acá. No viví en ningún lugar fuera de mi país antes de venir a Argentina así que no, no me considero nómade.
En tu espacio se nota que la cultura de tu tierra está muy arraigada a vos. ¿Siempre trabajaste como chef? ¿A qué te dedicaste antes?
En Zanzibar trabajaba como bartender en distintos hoteles, jamás trabajé cocinando. Para mí, la gastronomía se trata de mostrar la cultura del este de África a través de la comida swahili, de la música, y del arte. Aprendí a cocinar con mi familia, con mi mamá, mis tías y mi abuela. Me gustaría aclarar que soy cocinero, no chef. La mayoría de los africanos aprendimos a cocinar como parte de las tareas domésticas, ayudando a nuestras madres. Hoy trato de honrarlas a todas ellas cocinando con mucho amor para todos los argentinos dispuestos a vivir una experiencia swahili.
Esto no es un restaurante, ni es un local: es mi casa. Yo lo llamo swahili-house en Buenos Aires, es como viajar por un rato a Zanzíbar y a Tanzania a través de la comida. Me gusta decir que es una casa que te trae un fresco sabor desde Tanzania a Argentina. Mi menú ofrece una maravillosa combinación de platos de recetas bantúes (es decir, del este de África).
De sueños cumplidos y realidades
El salón comedor de la casa de Mussa está compuesto por dos ambientes en donde se reparten las mesas donde come la gente. A lo largo de ellos, la decoración es un homenaje constante a Tanzania y Zanzíbar por donde se lo mire: hay fotos de sus viajes en álbumes acomodados en bibliotecas, guías para quienes quieran visitar estos países, camisetas de fútbol que también están a la venta, fotos de Freddie Mercury (nacido en Zanzíbar y paquetes con café de países productores como Ruanda o Etiopía.
Al terminar la velada, y después de una amena charla donde el cocinero cuenta un poco más de sus raíces, costumbres y de cómo su proyecto llegó a ser lo que es hoy, se ofrece también la posibilidad de comprar especias traídas de África como curry o masala. Y disfruta mucho además de compartir un tablero de BAO (juego de mesa tradicional de Tanzania con semillas).
Hablás mucho de que soñabas con ver hasta dónde podías llegar con este emprendimiento. ¿Cuál era tu objetivo? ¿Sentís que lo cumpliste?
Cuando empecé, el sueño era poder contar sobre mi África natal a través de la comida. La realidad es que el continente es muy poco conocido acá en Argentina y en América Latina en general. Casi todas las noticias que llegan son muy negativas, relacionadas con las guerras, las hambrunas, las enfermedades, las dictaduras. Es cierto que hay guerra, hay hambre, hay enfermos, y todo aquello que se conoce -como lo hay en muchas partes del mundo mundo-, pero yo quiero compartir las buenas noticias de África: cuñas de humanidad, vida cultural, civilización ancestral, turismo, aventuras, y todo lo positivo que pueda mostrar. Entonces creo que sí, sí cumplí mi objetivo.
¿Cómo surgió el proyecto de Afrika Sana? ¿Qué significa el nombre y qué querías lograr haciéndolo?
La intención era la de hacer conocer un poco más de mi país y de mi continente en general. Afrika Sana significa mucho África en swahili, que es un poco lo que quiero dar a entender cada vez que la gente viene a comer a mi casa. El proyecto es mucho sobre África desde un lado muy positivo, muy bonito.
¿Volviste a Tanzania? ¿Sentís que este proyecto te dio lo que habías soñado?
Si la situación económica lo permite, intento volver a Tanzania cada año. Es importante no olvidarse jamás de las raíces. Además, siempre vuelvo a buscar ingredientes para mantener la autenticidad de las recetas. Por otro lado, sí, siento que Afrika Sana me dio todo lo que quería cuando empecé. Más no le puedo pedir.