El paisaje en el que se encuentra el proyecto de la Familia De Bernardi parece sacado de un cuento. Emplazado en la ladera del Piltriquitrón, el cerro que custodia la ciudad de El Bolsón, en Río Negro, este emprendimiento está dando que hablar. No solo porque recientemente presentó su producción ante colegas de la Comarca Andina y la Patagonia austral sino porque su Pinot Noir cosecha 2020, logró instalarse en el Top Four del crítico Tim Atkin.
Todo empezó de la mano de Eduardo y Silvia, los papás de Camilo, quienes comenzaron a soñarlo. Hoy Camilo, junto a su hermano Benjamín (que está en la parte de turismo y atención al público), su mujer y sus hijas -que disfrutan de este entorno natural-, impulsan este proyecto que apunta a una producción exclusiva, pequeña y de calidad. Veo a este viñedo como una forma de dejar una huella en el mundo; un lugar nuevo que fue logrado en 12 años, algo que nos motiva el día a día y nos da la responsabilidad de hacerlo bien, sostiene.
Actualmente, cuenta con cinco hectáreas inmersas en una zona dedicada a la producción de la fruta fina y, aunque él argumenta que no está comprobado científicamente, la cercanía de cerezas y moras, le dan a sus vinos una tipicidad única. Tras doce años de trabajo exhaustivo, de plantar, generar canales y sistemas de riego, estudiar cómo resolver el tema de las heladas y defender una postura amigable con el planeta, finalmente, a fin de septiembre, dio a conocer su producción ante un grupo de bodegueros, productores de esa zona cordillerana.
Entre las estrellas que disfrutaron en esa jornada se encuentra el Pinot Noir que es su hijo dilecto y que se lleva los laureles. Hoy Camilo, que es enólogo, vive en Esquel donde nació, viaja diariamente a la chacra de El Bolsón y solo vende en la bodega y por redes. Sus vinos son de partidas limitadas y muy buscadas entre los enofans.
En charla con Forbes, reveló el recorrido de su proyecto, también los pro y los contra de producir en la Comarca Andina y cómo busca posicionar en el mercado una región que atrapa por su ubicación: Patagonia.
-¿Cómo y cuándo se inicia el proyecto de la bodega?
-Nos iniciamos en 2011 con cinco hectáreas, de las cuales, media hectárea era Merlot porque, en ese entonces, no había plantas de Pinot en el vivero y no queríamos perder el año. Al tiempo sumamos un cuarto de hectárea de Pinot Noir y un poquito de Gewürztraminer. Todas las plantas las adquirimos en un vivero; por el tema de tener que esperar cuatro años para tener la primera uva, decidimos ir por lo seguro.
-¿Cuáles son las principales dificultades de apostar a un viñedo en esta zona?
-La principal dificultad para hacer viñedo acá son las heladas. Le cuesta un montón a la planta recuperarse después de un episodio de ese tipo, así que es necesario armar un sistema anti-helada y recién ahí poner las plantas. El sistema que nos funcionó a nosotros es similar al que usan los productores de cerezas. Fuimos a ver lo que hacían ellos y lo que les funcionó es con agua. Tuvimos que diseñar ese sistema por aspersión para los viñedos y también cuidando recursos. Para ello, debimos hacer drenaje. El agua sobrante que sale del control de heladas, vuelve al cauce del arroyo que tenemos. También nos ayuda mucho el entorno: un año, un cuartel se salvó por estar debajo de los maitenes, ciruelos y cerezos.
-¿El entorno tiene alguna influencia en el vino, sus aromas y sabores?
-Nuestro viñedo, si bien está en una ladera, es muy saludable porque corre el viento frío para abajo. Además, conservamos el ecosistema natural; mantenemos muchas plantas nativas como cipreses, maitenes y algunos frutales que hacen de barrera.
Entendemos que ese entorno sustentable, ayuda. Y creo que es clave a la hora de degustar nuestros vinos: la mejor forma de disfrutarlos es acá mismo, en la chacra, con todo este paisaje alrededor. A medida que vas mirando y vas bebiendo, te vas encontrando con estos sabores y lo entendés mucho más. No está probado científicamente si esta flora influye. Sí existen estudios respecto a los eucaliptus y hay pruebas de influencia de las jarillas como entrefilares.
-¿Usás madera para tus vinos?
-Sí, empezamos con el uso de barricas en 2021; pusimos el Merlot con barricas usadas de Viña Cobos, gracias al consejo del enólogo Andrés Vignoni. El paso por barrica aportó a nuestros vinos una estructura impecable. No así en el Pinot Noir que no tiene barrica y, por ahora, no lo vamos a criar en barrica. Aun así es un vino muy complejo.
-Solés recomendar, a quien quiera incursionar en este rubro, que es imprescindible hacer la prefactibilidad de los proyectos, que además deben ser sustentables.
-Nosotros plantamos porque teníamos la tierra. Los estudios los empezamos a hacer después y ahí empezamos a encontrar sorpresas. Hay que hacer estudio con el tema del agua; hay que estar seguros de que el agua que se tiene va a cubrir las necesidades y que no va a perjudicar a terceros. Hay que ver el tema de la salinidad del suelo. Y sobre todo hay que tener en cuenta que es una zona donde no hubo viñedos antes y no hay enfermedades preexistentes. Hay mucho viento y eso permite que la planta ventile y que no quede la humedad; es un clima seco, lo que hace que no haya enfermedades. Las curas que le hacemos al viñedo son por prevención.
Entendemos que los viñedos tienen que ser sustentables. Tenemos un ecosistema y un mundo muy frágil y hay que estudiar mucho antes de hacer cualquier proyecto, en pro del planeta.
-¿Vos sos el enólogo o trabajás con algún asesor?
-Soy enólogo, egresado del Instituto Superior de Educación Técnica Nº 815, de Esquel. Contamos con un asesor agrónomo, Facundo Impagliazzo, (ex Viña Cobos), quien nos ayuda y nos aconseja en tema plantación y viñedo.
Siempre llevé mis vinos a los grandes enólogos y grandes críticos. De ahí vienen los puntajes y medallas; más que nada, fue para consultar para ver dónde estábamos parados, ya que el paradigma de nuestra vitivinicultura es nuevo. Siempre conté con el apoyo de grandes enólogos.
Quienes estamos en el día a día somos mi hermano, Benjamín, que está con el tema del turismo y la fruta fina; yo en la viña y la bodega y dos empleados fijos en la chacra. Además contamos con el apoyo de varios colegas. Formo parte de la primera camada de seis enólogos de Chubut y mis compañeros hacen prácticas en el viñedo. En la vendimia, va toda mi familia y participa. ¡Hacemos un gran almuerzo y nos juntamos todos!
-¿Cómo está conformado tu portfolio?
-Por un lado, vale aclarar que además de nuestros vinos, hacemos a terceros. También estamos probando de otras regiones, dentro de lo que es Chubut, porque es lo que más se parece al vino nuestro del paralelo 42. ¡Es otro mundo! En breve, tendremos novedades y sorpresas.
Actualmente, hacemos Rosado de Merlot que es el que más se trabajó: como no maduraba el Merlot por el clima, estuvimos muy enfocados para hacer espumante o rosado y nos fue muy bien con una parte del viñedo que no llegó a madurar y con la que hacemos este Rosé. Tenemos otro Merlot que sí llega a madurar y se vinifica como tal. Además un Gewürztraminer, muy poquito, que lo dejamos para los visitantes del viñedo.
Y nuestro Pinot Noir que es el vino ícono de la bodega. Las muestras con Tim Atkin nos ayudaron mucho. Mandamos Pinot 2018 y nos dieron 92 puntos; 2019, 93 puntos; 2020, 95 puntos. El primer Merlot 2021 obtuvo 92 puntos y James Suckling le otorgó un excelente puntaje al Pinot Noir 2019. Tim Atkin, en su Reporte Anual 2022, puso a nuestro Pinot Noir entre los cuatro mejores del país.
-Son una bodega pequeña. ¿Cuántas botellas producen al año, cómo se comercializan?
-Aspiramos a una producción anual de 5000 botellas pero nunca lo hemos logrado por diferentes cuestiones: tuvimos piedras en enero; heladas que nos sorprendieron y aunque está todo tecnificado, a veces, por lo inesperado, puede fallar.
-Hicieron una presentación de todo su portfolio a fin de septiembre en la chacra. ¿Por qué decidieron hacerlo ahora, tras 12 años de trabajo?
-Primero y principal lo hicimos ahora por el volumen. No podíamos salir al mercado con 350 botellas al año; ahora lo vamos duplicando y triplicando. Una vez que pudimos consolidar el Merlot, vimos que teníamos buen stock. Estamos vendiendo 100 por ciento a través de venta directa en bodega y envíos a todo el país por pedido. No sé si estamos preparados para vinotecas. Queríamos cumplir con el público que nos demanda de todos estos años. Nos pasa que, en cuatro días, nos quedamos sin stock de Pinot Noir- Hay que seguir trabajando.
Pero también hay que tener en cuenta que los costos fijos son altísimos por eso el costo del vino es bastante más elevado que en cualquier otra zona. Estamos viendo de poner nuestro vino en el mercado al mismo precio que un vino de alta gama de bodegas de renombre y el producto tiene que estar acorde con ese precio. Por eso, hasta que a nosotros no nos gustó el vino, no consideramos que estuviera listo para salir al mercado. Eso nos demoró un montón; convencernos de nuestro producto que llegue a un precio muy elevado y que el consumidor vuelva a comprar. Actualmente vendemos a 20 dólares el Merlot Rosado, a 40 dólares el Merlot y a 80 dólares el Pinot Noir.
*Fotos: Gentileza del entrevistado y Sabrina Chazarreta