Sentirse solo no es una epidemia de un grupo racial o género en particular, sino que afecta a todos los grupos de personas independientemente de sus ingresos, raza, edad, religión o género. Casi todos nosotros pasamos meses, si no años, lidiando con el aislamiento social, la cuarentena y las interacciones sociales a causa de la pandemia del COVID-19, lo que hizo exacerbar los sentimientos de soledad. Vale la pena comprender cómo afecta la soledad a nuestra salud física y mental, y los pasos que podemos dar para mejorar y fomentar las conexiones sociales.
Vivek Murthy, Cirujano General de EE.UU., en su reciente artículo de opinión en The New York Times, escribe: "La soledad es algo más que un mal sentimiento. Cuando las personas están desconectadas socialmente, aumenta su riesgo de ansiedad y depresión. También lo hace su riesgo de sufrir enfermedades cardiacas (29%), demencia (50%) e ictus (32%). El aumento del riesgo de muerte prematura asociado a la desconexión social es comparable al de fumar a diario, y puede ser incluso mayor que el riesgo asociado a la obesidad".
Estar solo es, por tanto, una grave amenaza tanto para su salud física como mental. No sólo puede aumentar sus probabilidades de desarrollar un trastorno del estado de ánimo, sino que también está directamente relacionado con dolencias físicas como las enfermedades cardiacas y la demencia.
Murthy comparó el riesgo de muerte prematura asociado a la desconexión social con fumar a diario. Para ponerlo en perspectiva, fumar es la principal causa mundial de muerte evitable, ya que el tabaco provoca más de 7 millones de muertes en todo el mundo. De media, los fumadores mueren 10 años antes que los no fumadores. Estas cifras exactas, cuando hablamos de muerte prematura, son comparables a las de individuos socialmente aislados y con sentimientos generalizados de soledad.
¿Qué podemos hacer para frenar la soledad en nuestras familias y comunidades?
En primer lugar, debemos normalizar el hecho de pedir ayuda si experimentamos sentimientos de soledad, aislamiento o desesperación. Acudir a amigos, familiares y grupos de apoyo puede hacer maravillas para pasar página a una enfermedad paralizante que puede hacer mucho daño si no se identifica y trata.
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A continuación, dar un paso atrás en nuestras agitadas vidas y dar prioridad a las relaciones significativas puede permitirnos fomentar las interacciones sociales entre los demás. Reservar tiempo en nuestra agenda para una conversación telefónica con un amigo, una cita nocturna con nuestra pareja o llevar a nuestros seres queridos al parque puede fortalecer los lazos de camaradería, amor y conexión. Esto sólo puede conseguirse de forma constante si lanzamos las relaciones sociales como una prioridad y nos tomamos el tiempo necesario para planificar dichos eventos y comunicaciones.
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Por último, debemos evaluar objetivamente cuál es nuestra relación con la tecnología y los medios sociales. Casi el 60% de la población mundial utiliza los medios sociales, y el usuario medio pasa 2 horas y 31 minutos diarios en los medios sociales. Al menos una parte de este tiempo podría utilizarse invariablemente para cultivar las interacciones sociales en persona, en lugar de virtualmente o en una pantalla de ordenador. El efecto secundario sería el de un menor aislamiento y soledad.
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